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Novela sobre el Covid19 ( La Génesis del Apocalipsis)

Manitoba Covid

Por Pedro Suárez Ochoa (Derechos reservados)

La Era del Covid-19 

La Génesis del Apocalipsis

Advertencia, semaforo Covid, esta es una obra de ciencia ficción, su propósito es entretener, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. 


"A Peter Suárez, mi pequeño hombrecito de energía infinita". 


Capítulo I

 

*

Amaba el chocolate caliente, dulce y bien cargado, otros adoraban el café, pero él, el chocolate. Adrew Smith parecía un caballero de lo más corriente, era bien parecido, pero sus gafas de monturas negras y de plástico lo ocultaban. Era un hombre de actitud modesta, aparentaba tener un coeficiente intelectual promedio, pero no era así, y a pesar de no ser un genio tradicional, llegó a desconcertar a muchos en la universidad. Graduado en Psicología y Filosofía, pensó que solo llegaría a ser un profesor universitario y dar una que otra consulta privada, pero esto no fue su caso, había recibido la oferta de su vida para trabajar para  la CIA, no como empleado directo sino como contratista  por periodos entre seis a nueve meses. Había comenzado con un contrato de 200 mil dólares; eso era mucho dinero, en especial para un hombre soltero y sin ningún compromiso, se sentía algo así como un atleta universitario que había logrado su primer contrato millonario.

Andrew Smith  pudo haber comprado una buena casa pero prefirió alquilar una cómoda pieza que se encontraba a media hora de su sitio de trabajo. Allí en esa pieza, la cual era suficientemente amplia, tenía un poderoso computador conectado con la CIA en donde analizaba cualquier información asignada que pudiera atentar contra la seguridad de su país. También trabajaba en el cuartel general de dicha agencia en donde dedicaba más horas.

Todos los lunes por la noche, Andrew asistía al cine, a menos que hubiese mucho trabajo, los sábados asistía a almorzar en un exclusivo restaurant donde casi todo se cocinaba a las brasas a una distancia cercana del cliente, y los domingos asistía con frecuencia a la iglesia, no es que era religioso pero le gustaba estar en armonía con su espíritu y con su conciencia. Todo le parecía perfecto, se sentía cómo de vacaciones, en ocasiones el trabajo asignado por la agencia era muy estresante, pero había aprendido rápido a manejar muy bien el estrés. Para esas situaciones de mayor carga laboral usaba su máquina caminadora, dedicando al menos unos 45 minutos de trote moderado combinado con algunos minutos de trote de alta intensidad.

Cuando ya tenía casi dos años trabajando para la CIA, había logrado un contrato de ocho meses por de 300.000 $. Su nivel intelectual había avanzado sobremanera, y lo único que lamentaba de trabajar para esta agencia de seguridad era que tenía que vivir en el anonimato. Sintió algo de envidia por uno de sus compañeros de universidad: Carlos Saavedra, quien ahora mismo estaba en el toping mundial de la literatura con un libro titulado LOS HILOS DETRÁS DEL MUÑECO, una obra dedicada a casi todas las organizaciones secretas de su país que influenciaban poderosamente a los hombres que llegaban a ser mandatarios de Los Estados Unidos y del Reino Unido. Este Carlos nunca le ganó un debate a Andrew en la universidad, aunque Andrew aceptó en algún momento que ese joven era muy duro de vencer, y después de leer su libro reconoció todo el esfuerzo y la brillantez mental que había desarrollado su rival en los últimos dos años después  de graduados.

El libro de Carlos estaba muy bien escrito, impecable realmente, pero para Andrew la mitad de los temas abordados allí eran sensacionalistas, eran cosas que el público quería leer, desde la famosa Zona 58 hasta el desarrollo secreto de la Inteligencia Artificial para el uso militar, no obstante, había temas que si merecían la pena leerlos, como la conspiración de los banqueros, especialmente el dominio de tres poderosas familias y su participación en la última crisis del 2008 que hizo que millones de ciudadanos perdieran sus casas, logrando entre otras cosas que el precio del crudo bajara considerablemente. Así eran los multimillonarios, solo eran personas con mucho poder defendiendo sus intereses. Su objetivo en la CIA—el de Andrew—no era el de ser un policía para llevarlos a la cárcel, él estaba allí para que su país no sufriera atentados terroristas como ataques masivos informáticos a los computadores del Pentágono, propagación de algún agente bilógico, entre otros ataques, incluyendo nuevas drogas de muy bajo costo y de alta intensidad adictiva que diezmara a la juventud norteamericana, tal como la horripilante droga cocodrilo, que en un año de consumo  empieza a despellejar vivos a sus consumidores. 

—Señor, su taza de chocolate caliente y sus galletas saladas—dijo Susana, una hermosa joven de veintidós años que había sido asignada como asistente de dos contratistas, entre ellos Andrew. El trabajo de ella era pesado, pero para ser una chica que no había pasado por la universidad, el empleo estaba muy bien, jamás dejaría ese trabajo para vender hamburguesas en Burguer Queen.

Para Andrew la ventaja de trabajar en el propio cuartel general y no en su departamento, era que el chocolate caliente era el mejor de la ciudad, ni siquiera él podía superarlo y por supuesto, tenía la compañía constante de la bella y eficiente Susana, su compañía aligeraba sus cargas.

—Susana, necesito que me ordenes todos estos archivos por fecha—mandó Andrew dando un sorbo a su delicioso y estimulante chocolate. –También necesito que estos mensajes los coloques en mi agenda por orden de importancia.

—Sí, señor, así será—contestó Susana. Andrew prácticamente solo daba órdenes, pero ella no estaba allí para que la trataran como a una princesa.

En ese instante, Andrew estaba trabajando en algunos informes acerca de las tensiones militar-nuclear entre la India y Pakistán, y en el ojo de huracán estaba un general del ejército pakistaní que tenía mucha influencia sobre su propio gobierno y que en los últimos dos años se había convertido en una piedra en el zapato para la India. Andrew llevaba casi dos semanas trabajando en ese caso, y dentro de los dos siguientes días tenía que emitir a Héctor Garcíasu superior inmediato—un informe detallado con sus recomendaciones. Andrew sabía que sus recomendaciones podían decidir la vida o muerte de un hombre. Durante seis meses, antes de ser un agente contratado, había recibido un entrenamiento como cualquier aspirante, salvo algunas diferencias. Entre otras cosas el cerebro de Andrew había recibido un lavado de cerebro, en donde el patriotismo por su nación estaba por encima de todo, por tanto, que muriese un hombre que ponía en peligro la seguridad de su nación era preferible a que muriesen millones de personas, por tanto,  Andrew estaba convencido de que tenía que defender a su país, y también a la humanidad entera.

—Señor Smith, si tiene sus recomendaciones listas sobre el general pakistaní las estaré esperando en mi oficina. Además, quiero que estudie este caso el cual es dos veces Top Secret—había ordenado hace unas horas Héctor García, quien era un hombre de origen hispano pero con la fisionomía de un rubio puro.  Sus facciones eran duras, típicas de un veterano de las guerras del Medio Oriente, donde de hecho él había combatido por varios años. Allí el clima es seco y caliente y hace estragos en la piel de una persona caucásica, en García no fue la excepción.

La denominación dos veces Top Secret no existía, o Top Secret o Secret, así que los documentos que había recibido Andrew tenían que tener algo muy peculiar, algo que hiciera que el jefe usara el énfasis de “dos veces”. Sin perder tiempo el agente Andrew abrió la carpeta y lo primero que vio fue una imagen impresa de un hombre de aspecto asiático, leyó su nombre debajo de la imagen que decía Liu Gong, “fanático religioso”. Entonces sonó el teléfono del escritorio de Andrew y luego de contestar reconoció la voz de García:

—Andrew, ¿cómo vas con el general pakistaní?

—Muy bien señor, en pocas horas ya estará listo un informe completo y si lo desea puedo tenerlo listo en una hora.

—No, mejor no, tómese el tiempo que tenía previsto. La carpeta que ha recibido hoy es una copia que solo debe analizar aquí, dentro de las paredes de este cuartel, no podrá llevarse este trabajo a su casa, ni tampoco el material informático que recibirá al respeto. Esta información es altamente sensible, lo que leerá parecerá fantástico, pero no lo tomarás así, lo tomarás como algo cien por ciento real, así tengas que discutir con tu propia conciencia y convicciones.

—Sí señor, este…

—Déjame continuar. Bien, solo estudiarás esta carpeta para ayudarnos a encontrar el país, la ciudad o  el sitio donde estará este hombre escondido. Solo eso, no queremos más nada de ti. Y si tus análisis son acertados se te dará una recompensa de 50.000 $ en efectivo.

“No está nada mal”, pensó Andrew.

—Bien, no tengo más nada que agregar. Ya todo lo demás tú lo sabes, Andrew.

—Sí señor.

No hubo más intercambio de palabras entre García y su subalterno. “¿Qué puedo hacer con cincuenta grandes extras?”, se preguntó Andrew mientras daba un sorbo a su delicioso chocolate caliente. “Bueno, primero tenemos que terminar lo del general pakistaní, el cual pronto habrá de reunirse con sus antepasados”.

**

Andrew deseaba salir lo más pronto posible de lo del  general pakistaní, así que aceleró el trabajo. Le mordía la curiosidad del nuevo archivo, el rostro de ese hombre Liu Gong había despertado en él un profundo interés. Tal hombre no parecía un fanático religioso, al menos no era como el de los que él había conocido, entre ellos el rostro de Mason, aquel hombre que convenció a sus feligreses a que cometieran suicidio colectivo lo que causó conmoción en su país y en el mundo. Si había algo peligroso para Los Estados Unidos, era un líder religioso fanático que tuviese un gran carisma para convencer a devotos de hacer cualquier cosa en el nombre de Dios.

 “Liu Gong nació en la China Taipei, pero vivió toda su niñez y adolescencia en California, matriculado en Filosofía China y Teología Judía…”,…dominio casi perfecto del idioma hebreo y del latín…” Formó, entre otras cosas, un movimiento religioso de puertas cerradas, donde eran seleccionados mujeres y hombres de cualquier fe espiritual siempre y cuando cumplieran con sus estándares”… “trabajó para el Pentágono como asesor en armas psíquicas y paranormales…”… “Fue acusado de traición por revelar ciertos secretos a los Rusos y a líderes extremistas del Medio Oriente”…  “Solamente se le conoció un romance, y este fue en la universidad, con la estudiante Jennifer Coons quien falleció en raras circunstancias luego de su graduación”… “Liu Chong es el teórico y fundador del proyecto J.E.S.U.S.”.

Andrew llevaba casi una hora leyendo los documentos sobre este señor Chong. Quería saber más, en especial sobre ese proyecto llamado J.E.S.U.S.  Pero había párrafos enteros que habían sido censurados con tachaduras negras. “Vamos Andrew, solo estás leyendo esto para saber dónde se esconde este hombre, no para escribir una biografía sobre él”, pensó Andrew, imaginándose recibir 50.000 dólares en efectivo como recompensa si su análisis daba con el escondite del señor Chong. Ese hombre tendría que ser muy peligroso o era conocedor de muchos secretos mientras trabajó para el Pentágono, 50.000 mil dólares en efectivo no era poca cosa para una recompensa, era cierto que habían recompensas de hasta de cinco millones de dólares, pero esta no era nada despreciable. “Ya pronto iremos por usted, señor Gong”, expresó Andrew para sí mismo y se concentró en ir finalizando sus recomendaciones sobre el general pakistaní.

 

***

Eran las 2:00 am cuando Andrew Smith se levantó sobresaltado de la cama en su departamento, estaba sudando profusamente aun cuando en la habitación de su departamento el aire acondicionado estaba en 16 °C. Su corazón latía rápido, el sueño que había tenido pareció tan real, había escuchado varias veces: JESUS, JESUS y ese hombre asiático le había hablado con una voz apacible en perfecto inglés. “¿Quién fue ese hombre?, ¿Por qué aquel sueño tan real?”, Andrew se levantó de su cama para ir por un vaso de agua fría, se colocó sus sandalias de hogar  y avanzó hacia la cocina, había tomado una pequeña toalla para secarse el sudor. Sintió que el sueño se le había borrado de su cuerpo. Después de beber un vaso de agua fría se dirigió hacia su poderoso computador para investigar sobre el señor Chong, pero recordó que se la había prohibido trabajar sobre ese caso fuera del cuartel general, además, no tenía material digital ni impreso que hablase sobre Liu Gong, pero recordó ciertas palabras claves sobre el caso, especialmente proyecto J.E.S.U.S., armas psíquicas y paranormales, movimiento religioso cristiano con miembros  seleccionados y exclusivos. Andrew conectó el internet y se dirigió a Google como cualquier otra persona y comenzó a investigar sobre las armas psíquicas y paranormales, y encontró muchas páginas que hablaban al respecto, y después de entrar a algunas de ellas pudo notar sensacionalismo en la redacción de los artículos que hablaban sobre ese tipo de armas, pero se topó con una página que parecía ser seria: entonces recordó nuevamente el mandato de su superior de no investigar sobre el caso puertas afuera, se salió del internet y decidió simplemente tener paciencia, debía cuidar su trabajo, además, no podía arruinar la posibilidad de ganarse 50.000 $ en efectivo.

Andrew se levantó de su computador y se dirigió a su cama, apagó la luz de su habitación con control remoto y encendió su lámpara de lectura, tomó el famoso libro de su contrincante universitario y comenzó a leerlo, intentaba recuperar el sueño mientras leía, pero el nombre de ese proyecto: J.E.S.U.S. saltaba dentro de su cabeza de un lado a otro, aun así se las arregló para conciliar el sueño. Cuando fueron las 4:00 am ya Andrew estaba despierto, había dormido poco más de cuatro horas pero le pareció haber dormido más de ocho. Tuvo extraños sueños, mientras dormía se sentía en clima de montañas altas, su mente estuvo en absoluta paz, algo que jamás había sentido. Pero ahora no tenía paz, una extraña ansiedad le tenía el corazón acelerado. “Me ducho, me visto y me voy para el cuartel”, se dijo Andrew y luego se dirigió a bañarse con agua fría. Él era de los pocos agentes que gozaba del privilegio de entrar y salir del cuartel de la CIA a la hora que lo necesitase y por primera vez iba a entrar al cuartel muy temprano.

Mientras Andrew conducía su Mercedes hacia la agencia, se preguntaba si ese interés de llegar muy temprano a su trabajo era por los 50.000 $ en efectivo o por ese proyecto J.E.S.U.S. que le machacaba su mente de manera constante.

—Buenos días señor, ¿su identificación y huella por favor?—preguntó un soldado de la Guardia Nacional en la entrada del estacionamiento.

Andrew ya había pasado por el detector de metales y ahora necesitaba introducir una contraseña y colocar su pulgar derecho en una captahuella, mientras hacía esto el soldado chequeaba su carnet de identificación.

—Que tenga unas buenas madrugadas, señor—dijo amablemente el soldado. De allí en adelante Andrew pasaría por un control de seguridad más.

Una vez caminando por los muy brillantes pasillos de la CIA, Andrew se detuvo frente a la máquina dispensadora de café, pasó su tarjeta de saldo por el lector y seleccionó un chocolate doblemente cargado de azúcar y de cacao, tomó el vaso térmico y respiró el tonificante humo de su bebida favorita. “Buenos días, Andrew”, se dijo, “Vamos por esos cincuenta grandes que para luego es tarde”, entonces ya Andrew no tuvo duda sobre qué era lo que lo motivaba a estar trabajando tan temprano dentro de la seguridad del cuartel general.



Capítulo II

 

Susana Andrade amaba su trabajo, pero la extenuaba, trabajar con esos dos hombres era agotador, no entendía por qué tenía que trabajar para dos agentes a la vez, en especial dos agentes especiales que tenían funciones muy distintas. A menudo pensaba que solo la estaban probando para ver cuánta presión laboral soportaba, y de pasar la prueba solo trabajaría con uno de ellos obteniendo además el cargo de secretaria de manera fija y no contratada como se encontraba, “pero… por cuánto tiempo más, ya no creo soportarlo”, “solo necesito unas vacaciones de diez días, solo diez días”. Susana era terriblemente eficiente, y tenía la extraña habilidad de no mostrar signo de cansancio en su trabajo. “Quisiera trabajar solo con usted, señor Smith”, meditó Susana mientras se arreglaba para ir al cuartel general, “vamos, dices esto porque él es muy inteligente y también porque… ¡olvídalo, Susana!, olvida eso”.

Susana se ajustaba sus zapatos tacones de cuero negro después de haber colocado sus medias pantis, estaba sentada en su cama, su cuarto estaba algo desordenado y su departamento estaba sucio, si algún agente la viniese a inspeccionar ella sentiría mucha vergüenza, pero siempre o casi siempre estaba cansada para dedicar tiempo a la limpieza. Deseaba tener una mujer de servicio doméstico, podía pagar una, aunque fuese por media jornada diaria y tres veces por semana, pero temía mucho de que husmearan sus cosas, ella era un agente, era cierto que era secretaria, pero de igual manera era un agente del principal buró de inteligencia nacional de su país.

Susana era morena y sus facciones delicadas, sus ojos eran marrones muy claros y denotaban brillantez e inteligencia, era hermosa y a causa que vestía tan sobrio no despertaba lascivia en los hombres, sino que la deseaban como esposa. Más de una vez le habían propuesto matrimonio, “lo siento, me gustas como amigo”, siempre respondía así en cada cita hasta que decidió no aceptar más invitaciones, sino dedicarse a su trabajo y a visitar a su tía en sus tiempos libres, cuando raras veces los tenía.

Eran las 7:45 am cuando Susana vio al agente Andrew pegado a su computador, ya sabía ella que su jefe estaba allí desde la madrugada y que obligatoriamente estaba en algo muy importante.

—Buenos días Susana—dijo Andrew sin despegar la vista del monitor, los dedos del agente se deslizaban con rapidez en el teclado. —He enviado algunas tareas a tu e-mail, allí te he dejado las instrucciones. Tenemos que encontrar a un hombre y si tenemos éxito tengo tres mil dólares para ti en total efectivo.

“Mis vacaciones”, pensó Susana al haber escuchado tres mil dólares en efectivo, “¿Orlando o Nueva Orleans?”

—Susana, te he hablado—dijo Andrew sin mirar a su secretaria, quien continuaba pegado al monitor.

—Disculpe, señor, he quedado muy emocionada por los tres mil dólares.

—Primero hay que ganarlos, Susana. Así que ponga manos a la obra. Por cierto, en los próximos días solo trabajará para mí, el otro agente he escuchado que está en una misión diferente a lo habitual.

—Sí, señor—contestó Susana celebrando que tal vez se empezaba a cumplir su deseo.

Sin perder tiempo la secretaria encendió su computador y abrió su correo electrónico. “¿Por qué siempre es tan seco conmigo?, ni siquiera me ve a los ojos y tantos hombres se quieren casar conmigo”, “Si sigues pensando así te puedes ir despidiendo de este fabuloso trabajo”. Sin perder más tiempo Susana  se puso manos a la obra. En los tres correos electrónicos enviados a ella predominaba una secta religiosa denominada JESUS OMNIPOTENTE. Tenía que investigar todo sobre aquella secta, para ello tenía que entrar a los archivos informáticos del FBI, con permiso claro está, de la agencia antes mencionada, y además tenía que seguir la pista en archivos de otras agencias de otros países, para eso tenía que delegar trabajo en los hackers freelancers que trabajaban para su agencia. Ya Andrew había encontrado lo más elemental en las dos Web. Entonces comprendió que ganarse esos tres mil dólares en efectivo se convertiría en muchas horas de estrés, en especial cuando su jefe comenzara a presionar. “Es usted muy lindo señor Andrew, solo hasta cuando empieza a empujar y a patearme el trasero para obtener de mí lo que quiere…pero este es mi trabajo, en miles años jamás encontraré uno mejor”.

Eran casi las nueve de la noche, el sueño había huido de los ojos de Susana, pero estaba estresada, anhelaba estar en la bañera de su departamento tomando un baño de agua caliente y viendo una novela romántica en la televisión de su cómodo y muy limpia sala de baño. Sin duda se relajaría, sus músculos perderían la tensión ante el agua tibia de la bañera y tal vez derramando más que alguna lágrima por la telenovela, las telenovelas coreanas eran sus favoritas.

—Bien Susana, es hora de ir a casa, disculpa por tenerte hasta esta hora—dijo Andrew mientras veía al monitor de Susana.

—Justo a tiempo, señor. He enviado a su correo todo lo que he podido investigar, el material que seleccioné es el que tiene mayor coincidencia. Y por cierto, siempre estoy a la orden para trabajar horas extras, no me vienen mal, hay facturas que pagar—dijo Susana quien estaba notablemente cansada.

—Está bien, mañana es otro día. Por cierto, a primera hora quiero que te enfoques solo en Pekín, quiero saber qué saben los chinos con respecto al proyecto J.E.S.U.S y la secta Jesús Omnipotente.

— ¿Y usted se queda, señor?

—Solo un par de horas más, quiero adelantar algo de trabajo para mañana, así no tendré que madrugar, o tal vez sí.

Susana admiraba la capacidad de trabajo de Andrew Smith, o era un adicto al mero hecho de trabajo, o siempre había una pasión fuerte que lo movía, lo cierto que para Susana era un hombre incansable.

—Señor, con todo respeto…—murmuró Susana.

—Ya sé que me vas a decir Susana. No te preocupes, hago muchos ejercicios, tomo mis  vitaminas, como abundante frutas y verduras, bebo más de tres litros de agua diaria y desde luego, bebo mucho chocolate caliente.

—Lo siento, ¿es tan obvio?

—Descuida, no está mal que te preocupes por  mi salud. Además, sé que me has dejado un buen material para leer, y estoy ansioso. Y adicional a esto hay una buena recompensa a la vuelta de la esquina.

Pero la realidad fue, que ya  no eran los 50 mil dólares que movían a Andrew, había una cosa más, y eso había comenzado con ese sueño que tuvo hace unas horas, había sido tan real, tan perturbador. Había una fuerza que lo movía, una fuerza desconocida. Cuando Susana se hubo marchado, Andrew se había tomado un breve descanso para ir a la cafetería del cuartel general para pedir un sándwich de atún o  de jamón con queso. En la cafetería había dispensadores automáticos de barras energéticas, nueces y galletas, y desde luego estaba la máquina de su bebida favorita, “chocolate caliente”, Andrew se había decidido por dos paquetes de nueces que eran importados de Brasil,  y ya estaba llenando un vaso grande de chocolate caliente, al cual le colocó de adicional, lluvia de chocolate amargo. Mientras tomaba su refrigerio altamente energético, meditaba en la información que había encontrado. “Este Liu Gong sin duda que es un líder altamente carismático, tal vez de carácter mesiánico”, “pero por qué es tan peligroso, ¿por qué la agencia lo quiere atrapar?, ¿Liu Gong será su verdadero nombre?”. Mientras Andrew tomaba chocolate caliente meditaba acerca de la información obtenida, seguía manteniendo un interés agudo por ese fanático religioso el cual era, como se dijo antes, el fundador de la secta religiosa Jesús Omnipotente, secta que solo fue pública y visible por el espacio de solo dos años, pero que en ese breve tiempo hubo poco más de un millón de miembros fieles diseminados por varias regiones del mundo, hasta que de la noche a la mañana cerró sus puertas al público en general, convirtiéndose en una secta clandestina, reduciendo drásticamente su cantidad de feligreses los cuales eran selectos y altamente obedientes. Era como si, “sí, eso tal vez es”, se dijo, “tal vez estén formando un ejército…un ejército de fanáticos cristianos”, recordó que si era posible, dentro del Islam habían alas radicales y terroristas desde hace mucho tiempo, y el cristianismo los tuvo en su momento, pero qué sepa él, no los había en la actualidad tomando como bandera de lucha el evangelio de Jesús.

La clandestinidad de Jesús Omnipotente había comenzado cuando Liu Gong empezó a predicar en contra de la Inteligencia Artificial, o era coincidencia o esa fue la razón. Eso lo confirmarían las investigaciones que había hecho su secretaria Susana, ya estaba ansioso por leer y analizar lo que había investigado la chica, pero tenía que tomar energías antes de empezar. Ya había comido su primer paquete de nueces y devorado su sándwich de atún, ahora estaba abriendo el segundo paquetico de nueces, su chocolate caliente estaba delicioso, ya hace rato había comido la lluvia de chocolate amargo. Se levantó de una de las mesas de la cafetería y fue a recargar más chocolate caliente, esta vez con triple ración de lluvia de chocolate amargo.

A los quince minutos de haber disfrutado de su refrigerio energético, Andrew ya estaba trabajando con los documentos de Susana enviados a su correo, y mientras los abría daba gracias a Dios por su secretaria, era un chica muy resistente, inteligente y sobre todo, llena de paciencia para tolerarlo a él que a pesar de no superar los treinta años de edad, se comportaba ya como un hombre viejo. Andrew miró a su alrededor y se sorprendió que aún había agentes trabajando en diferentes cubículos de la muy amplia sala donde él se encontraba, de seguro estaban persiguiendo recompensas o tal vez estaban persiguiendo la gloria que ofrece las condecoraciones y los ascensos; la agencia siempre lograba mantenerlos motivados, y el dinero en efectivo y la gloria eran su mejores armas para conseguir los mejores resultados de ellos.

El agente Smith no se despegaba del monitor, ya llevaba dos horas sentado, lo que había encontrado Susana era muy útil, cada documento de hecho. <<Y si realmente  la clandestinidad había empezado cuando Liu Gong y otros pastores de su secta habían decidido hacer proselitismo en contra de la Inteligencia Artificial, denunciando a Estados Unidos, a Reino Unido y a Rusia por los proyectos que llevaban a cabo, los cuales consistían en llevar la Inteligencia Artificial al campo de batalla>>. “El Terminator no marchará nunca por los Campos Elíseos durante el Día Nacional", rezaba un artículo importante en un periódico de Francia escrito por una ministra del gobierno de ese país. “Máquinas autónomas asesinas, un proyecto que ya es realidad”, rezaba otro artículo francés  que había sido censurado, y el periodista que lo escribió jamás se volvió a saber de él. “Liu Gong denuncia a Gooble por ceder todo su avance en IA al Comando Central  Militar de USA y de UK”. “El Proyecto Maben de la empresa Gooble fue cedido a la empresa de tecnología militar Shield por 400 millones de dólares”. Andrew se paseaba de informe a informe, tomaba notas, no pensaba en el tiempo, no pensaba en su cansancio, pero sabía que tenía que dormir algo, tenía que cuidar su salud, pero lo que había encontrado Susana lo maravillaba.

Luego de analizar mucho material sobre máquinas autónomas de combate, comenzó a enfocarse en Liu Gong, en saber cómo pensaba él, cuáles eran sus intereses, además de las ya conocidas públicamente, y sobre todo, en qué parte del mundo se estaba escondiendo; eso sería la parte del trabajo más difícil, le llevaría quizá unos diez días saberlo, eso en el mejor de los casos, el peor, un mes, pero había aprendido que si le tomaba poco más de un mes de investigación, era un noventa por ciento seguro que al menos él, ya no podría encontrar nada. Así que, eran diez días o nada, por eso la agencia lo había contratado, era un genio del análisis de información, un recurso muy valioso, pero la CIA sabía también que ya después de 15 días, algo pasaba con Andrew, se empezaba desmotivar en el logro de su objetivo, era un hombre que quería todo rápido, sin embargo, aun cuando no lograra conseguir los objetivos dejaba importantes avances para otros agentes más pausados, agentes que se tomaban su tiempo para digerir bien todo el material colocado en sus manos, así que, como sea ganaban con el agente Smith.

El sueño había llegado a Andrew después de más de tres horas continuas trabajando frente al computador, podía tomar otro descanso y beber otro gran vaso de chocolate caliente con mucha lluvia, pero tenía que dormir algo, restablecer un poco su sistema nervioso. Así que se levantó de la silla después de apagar el computador y se dirigió directamente hacia la salida del cuartel general. No iba a regresar a su casa, era mejor quedarse en el cómodo hotel que estaba muy cerca de su trabajo, siempre hacía eso cuando se quedaba trabajando hasta altas horas de la noche, lo hacía a fin de dormir un poco más y para que al despertarse no tuviera el estrés de tener que tardar en regresar a su trabajo, con esa estrategia dormiría al menos una hora y media más de lo que dormiría en su departamento.

—Hola, señor. Tengo una muy buena habitación para que pase la noche—dijo Gustav,  un empleado del hotel que conocía a Andrew Smith.

—Gracias, a las siete de la mañana quiero un copioso desayuno inglés en mi habitación, y doble ración de zumo de naranjas frescas con…

—Con una taza de chocolate caliente bien cargado y mucha lluvia de cacao amargo, más la edición impresa del New York Times—agregó el empleado guiñando un ojo.

—Muy bien, Gustav, muy bien—contestó Andrew asentado la cabeza.

— ¿Quiere algo para comer  ahora mismo, señor?

—No, pero mientras me ducho me lleva a mi habitación un té relajante de esos que hacen dormir profundamente.

—Ya se lo mando a preparar señor…como los hacía mi abuela.

—Que tengas buenas noches—dijo Andrew para retirarse a su habitación.

—Igualmente, señor.

Mientras Andrew se tomaba una ducha caliente, pensaba en un aspecto de Liu Gong que no aparecía en los informes. Se hablaba un poco de él de su niñez, su adolescencia, pero de joven había muy poco, realmente muy poco, solo que se había matriculado en alguna universidad de Los Estados Unidos y desde allí hubo un salto en toda su biografía hasta que ya era el líder de un movimiento religioso que rápidamente había crecido como la espuma. De su niñez y adolescencia no se hablaba gran cosa, había sido un chico común y corriente, alguien que por ser hijo de un emigrante chino le gustaba practicar artes marciales y que además jugaba un poco al fútbol americano, tenía un promedio regular de notas académicas, nada genial. Su padre se había convertido en pastor de una iglesia evangélica, y su madre, una mujer de Arizona, solo era una artista plástica que se ganaba la vida como pintora de retratos y de paisajes. Esa vida normal, tan común y corriente como la de cualquier chico norteamericano no le permitía a Andrew sacar un buen patrón psicológico de Gong, de seguro la clave estaba en el período universitario, donde sin duda el joven reveló su máximo potencial y lo que estaba oculto dentro de su corazón, “pero, por qué hay un silencio en este período tan importante de su vida”…a menos que…”

La puerta de la habitación de Andrew había sonado, era un camarero quien traía en una lujosa mesa rodante, una taza humeante de infusión relajante, preparado de diferentes plantas que por añadidura eran muy aromáticas.

—Buenas noches, señor Mr. Gustav me han pedido que le entregue esto. Y además le manda esta jarra con más de esta bebida por si quiere otra ración. Me han dicho que la infusión va por la casa.

—Gracias, póngalo en esa mesa. Y espere un momento para darle algo.

—Entendido señor—contestó el camarero.

Andrew fue hasta su billetera y sacó un billete de diez dólares.

—Aquí tienes—dijo Andrew y entregó la propina.

Cuando se fue el camarero, Andrew comenzó a beber su té relajante, estaba delicioso, muy bajo en azúcar como le gustaba a él beber este tipo de bebidas. Se bebió dos tazas y ya estaba cargado de un agradable sueño, se metió en su cama y desde luego siguió meditando en el señor Gong. “A menos que… este silencio de su vida en la parte universitaria solo se debiera a una cosa…Liu Gong trabajó para la CIA en ese periodo de silencio en los informes, y trabajó en algo muy sensible, algo que lo hizo desaparecer, pero que ahora, desde algún lugar del planeta, amenaza la estabilidad de la agencia, o peor aún, amenazaba con la seguridad de Los Estados Unidos”, mientras Andrew seguía meditando se exigió a sí mismo dormir, ya pronto iba a amanecer y necesitará descansar su cerebro si quería seguir usándolo dentro de poco. Se durmió con la idea arriesgada de sacar información directamente de los archivos secretos de la CIA, sí Liu Gong fue un agente, su nombre estaría allí y de estar allí, solo estaría a un paso para saber dónde se escondía: “te tengo, míster Gong”, pensó Andrew y se durmió.


:

Lee ( EL CABALLERO MALDITO (del mismo autor) )

 

Capítulo III

 

—Solo Jesús tiene el poder, su reino será establecido, Satanás no regirá.

— ¿Quién es usted?

—Soy el reverendo Gong, señor Andrew.

— ¿Cómo es que puede hablar conmigo?, ¿por qué amenaza la seguridad de su país?, ¿cuál es su plan?

—Averígüelo usted señor Andrew, averígüelo usted, es el analista estrella de la CIA.

—Le juro que daré con usted.

— ¿Por cincuenta mil dólares? tan barato es el precio de su alma, debería saber cuánto cobrará su superior inmediato, el señor Héctor García.

—No es mi problema cuánto esté cobrando, mi deber es dar con usted, no meterme en los negocios de mis superiores.

—Pues debería echar un vistazo en los negocios de su jefe, sus negocios serán muy lucrativo para cuando comience el 2023. Ya han logrado su objetivo en el 2020 y en el 2021 con todo aquel teatro de circo llamado Coronavirus y todas sus espantosas mutaciones, la perfecta pandemia que aterró a toda la humanidad, y con ese terror lograron inyectar en las personas la marca del diablo, pero Satanás no reinará, solo de Jesús es el reino.

— ¿De qué me habla?

—Ya le he dicho mucho, amigo. Solo le digo que la Inteligencia Artificial hará el resto. No le voy a decir más nada, usted es muy listo, si llegan hasta mí los estaré esperando con mis consiervos en Cristo.

—¡De qué me habla!, ¡Está Loco!—vociferó Andrew, entonces de repente, cuando quiso seguir hablando no pudo, su lengua se le trabó por completo, tampoco podía mover su cuerpo, sentía que se ahogaba y cuando ya no podía resistir más se despertó desesperado, sudaba profusamente. Sintió que alguien golpeaba la puerta de la habitación del hotel, deseó tener un arma, podía tener un arma si lo quería, tenía el permiso y el entrenamiento para ello, pero no la tenía porque no le gustaba portar algo que pudiera quitar la vida de otro. Volvieron a golpear la puerta. — ¡Quién es!—exclamó Andrew.

— ¡Señor, su desayuno!—gritó alguien desde afuera, Andrew reconoció la voz del camarero.

— ¡Ya le abro!—contestó el agente y se dirigió a  la puerta, reconoció que estaba paranoico

—Señor, su desayuno inglés, sumo de naranjas y su taza de chocolate… ¿Se siente bien señor?

—Tuve una pesadilla…eso es todo.

—Yo tenía rato tocando la puerta, y me preocupé algo. Bueno, no le quito tiempo, que tenga buen provecho.

—Gracias.

Andrew estaba bañado en sudor, en la mesita rodante donde trajeron su desayuno estaba una jarra térmica de agua fría, tomó dos vasos. Se sentía débil, se sentó en su cama y comenzó a desayunar, la comida era copiosa como la había pedido, él estaba débil, tenía mucha hambre, como si llevase un día entero sin llevarse un bocado. Mientras comía se preguntaba: “¿qué carajos había sido eso?, ¿había ingerido algún tipo de droga alucinógena?, alguien lo ha hecho, fue en el chocolate”. Pero la hipótesis de droga en el chocolate no tenía sentido, y menos dentro de la CIA, “¿Y si fue real?, pero eso no es posible, ¿telepatía…es posible?”

Entonces Andrew dejó su desayuno por la mitad, se vistió en pocos segundos y salió deprisa de la habitación del hotel, no se despidió del recepcionista. Tenía que investigar más, tenía que entrar en los archivos secretos de la CIA, él podía hacerlo si lo quería, solo tenía que justificarlo, y tenía que entrar en una sala especial en dónde  supervisaban hasta el número de clics que los agentes daban al ratón, y no era exgeración.  Desde luego el acceso era limitado; pero solo necesitaba saber una cosa, quién fue Liu Gong en el período universitario. Acarició en su mente los cincuenta grandes que le ofrecieron, pero mientras se dirigía al cuartel general de la agencia pensaba en ese sueño extraño, aquella conversación tan real y esa perturbadora revelación de que la marca del Diablo fue inyectada en la humanidad, de seguro era la vacuna encontrada por USA y Reino Unido y demás potencias, y de ser cierto, qué tenía que ver todo aquello con la Inteligencia Artificial, por otra parte, el proyecto J.E.S.U.S era nada más y nada menos que armas parapsicológicas, donde se buscaba derrotar al adversario sin ningún tipo de contacto físico y sin el uso de ninguna arma convencional, pero en lo que respecta a Andrew, él era de los que opinaba que ninguna potencia tenía un verdadero adelanto en ello, solo cierto estudios documentados y algunas más que otra prueba del algún monje del Tíbet, más algunos documentos sobre magia negra.

—Buenos días señor Smith—saludó Susana a Andrew al llegar al cubículo donde ellos trabajaban.

—Buenos días, Susana. Quiero que redactes inmediatamente un permiso para entrar a los Expedientes Secretos X—así le llamaba Andrew en tono de broma  a la sección de los archivos secretos. —Y justificas la solicitud para el caso de Liu Gong y su movimiento religioso.

—Entendido, señor. En un instante lo tengo listo.

—Y mándame a pedir una taza de chocolate caliente con mucha lluvia de chocolate amargo, y algunos malvaviscos, hoy vamos a necesitar mucha azúcar y cacao, no nos iremos de aquí sin el conocimiento de dónde se esconde este pastor religioso.

Susana sabría que habría mucho trabajo, estaba segura que habría el doble de trabajo del que hubo ayer, y por la confianza que mostraba su jefe, tal vez ese mismo día ella se ganaría tres mil dólares, y era muy seguro, además, que Andrew elevaría su recompensa a por lo menos unos quinientos dólares más, todo para intensificar la capacidad de trabajo en ella.

 

**

 

— ¿Cómo va el contratista del que me habló?

—Al parecer en cualquier momento nos indicará al menos la ciudad o el pueblo donde se encuentra escondido el reverendo Gong—dijo Héctor García, hablaba con el segundo del director de la agencia.

—Tenemos que neutralizar a este hombre y a sus secuaces.

>>Señor García, me han pedido que libere al agente X-2, lo quieren monitorear para ver cómo trabaja de asesino sigiloso.

—El agente X-2 está listo para cumplir cualquier misión, yo mismo le he visto en casi todos los ensayos.

—Pero eso han sido prácticas con escenarios controlados en todo momento. Tengo entendido que no ha sido probado en la realidad.

—No  señor, pero podemos hacer una prueba más, digamos que en un escenario totalmente real, pero a un nivel de dificultad bajo.

—Eso me parece bien, señor García ¿Me pasa ese encendedor, por favor?

—Sí, tome.

—Estos cigarros de Cuba nunca han tenido competencia, lástima que ese país aún no es de nosotros. Bueno, proceda hoy mismo a trabajar con el X-2, hable con Richards para establecer todo el protocolo de seguridad. Los de arriba creen que ya ha llegado el tiempo.

—También creo lo mismo, señor, con todo respeto lo digo. 

 

***

 

“Tácticas paranormales para ayudar a los soldados en combate, para detectar emboscadas, espiar conversaciones, interrumpir las telecomunicaciones del enemigo, sabotear, generar bajas por salud mental”, leía Andrew de los archivos secretos. “El estudiante Gong posee un raro poder mental y también espiritual, grandes cantidades de estudiantes le siguen, aun aquellos que son catalogados como mala conducta o desadaptados sociales”, Andrew seguía leyendo: “Sugiero que Gong trabaje para la agencia, la seguridad de nuestra nación lo necesita, y sugiero que este peculiar hombre entre en el sector de Parapsicología y en el de Inteligencia Artificial, ya que tiene la extraña habilidad de colocar moral cristiana en personas incorregibles, será más fácil en androides” “He seguido de cerca a este joven por cuarenta días, posee una moral intachable, lo que profesa lo vive, creo que llegará a ser una especie de reverendo o líder espiritual de calibre mundial y lo necesitamos peleando en nuestro bando…tiene personalidad mesiánica”.

Andrew siguió leyendo los informes de los agentes que se encargaron de reclutar a Gong. Mientras leía encontraba cada vez más informes reveladores. Ya era un hecho, Gong fue un agente, ahora había que encontrar su punto de quiebre con la CIA y hallar más sobre su perfil psicológico. Andrew llevaba ya más de dos horas leyendo y tomando notas mentales, porque nada podía salir de esa sala, es decir, nada escrito, grabado, fotografiado, filmado o guardado en dispositivos electrónicos, pero Andrew tenía una prodigiosa mente, y usaba además técnicas para poder mantener la información ordenada en su cerebro, usando palabras y números para relacionar, de manera que su cerebro lo usaba como un archivo bastante ordenado. “Proyecto V.I.D.A. proyecto que busca el desarrollo autónomo de la inteligencia artificial, especialmente para crear agentes y soldados altamente eficaces”, “Proyecto EGIPTUS”, proyecto que consiste en el desarrollo de la nanotecnología molecular para manipular el ADN de los humanos y desde allí influir en sus pensamientos. Andrew se enfocó en esos dos últimos proyectos, en el primero Gong llegó a trabajar allí, aportando moral religiosa en la inteligencia artificial, del segundo no había mucha información en los archivos secretos que a él se le permitió leer, entonces recordó el sueño: <<Ya han logrado su objetivo en el 2020 y en el 2021 con todo aquel teatro de circo del Coronavirus, la perfecta pandemia que aterró a toda la humanidad, y con ese terror lograron inyectar en las personas la marca del Diablo>>.

Tiene que ser EGIPTUS, se logró encontrar una vacuna o varias, un gran porcentaje de la humanidad está inyectada, y tal vez no hubo una cura tradicional, sino el uso de la nanotecnología, lo grande es infinito, pero lo pequeño lo es también, se puede fabricar un refrigerador del tamaño de una célula siempre y cuando tengas las herramientas de dimensiones moleculares, cualquier cosa se puede diseñar, incluso, hasta pudiera haber una galaxia entera encerrada en una esfera del tamaño de un canica, no todo fue ficción en Hombres de Negro. O también pueden hacer algo más simple, modificar información en el ADN,  el cual posee tres mil doscientos millones de instrucciones, y un solo 0,1 % de instrucciones nos hace distintos entre miles de millones de seres humanos, con tan solo una milésima se puede hacer mucho. ¿La marca del Diablo?, puede ser…me pareció ver algo así en el libro de mi amigo: LOS HILOS DETRÁS DEL MUÑECO, voy a consultarlo al llegar a casa. Pensó Andrew.

Las horas siguieron pasando, Andrew encontraba cada vez más reveladores informes sobre Gong y hace rato ya tenía un cuadro completo del perfil psicológico de este hombre, sobre sus gustos, sus aspiraciones, debilidades y otras cosas que pertenecen a cualquier ser humano, pero Andrew quería más, ya no lo movía la recompensa, le fascinó el proyecto J.E.S.U.S., proyecto que fue abortado casi desde sus inicios por el mismo agente que lo creó, es decir, por Liu Gong.

 

****

 

—Reverendo, ¿Se siente mejor?

—Sí diacono Bermúdez, este joven es de una mentalidad muy fuerte, de inteligencia brillante, pero lo más importante es que es un justo.

—Reverendo, pero es un patriota, no dudaría en meternos una bala en la cabeza con tal de defender la seguridad de su país.

—Allí está el detalle, hijo, en que se dé cuenta que no trabaja precisamente  para la seguridad de su país. En cualquier momento puede tener un punto de quiebre, o mejor aún: una crisis de conciencia.

—Aun así, ¿en cuánto tiempo tendrá ese punto de inflexión?

—Confiemos en el Espíritu Santo, Él lo tocará.

— ¿Entrará usted en sus sueños otra vez?

—NO, diacono Bermúdez, ya es suficiente, he dejado más que una semilla en su alma y en su mente.

 

*****

 

 —Susana, te noto cansada—comentó Andrew al ver a su secretaria pegada a su computador.

—Lo estoy señor, pero ya sabe que no me rindo.

—Pues creo que con mil dólares más de recompensa, dudo que te rindas.

—Ya no siento el cansancio—expresó Susana  mostrando una agradable sonrisa.

—Bien, ya estamos más cerca, tengo cuatro lugares donde puede estar ahora mismo.

— ¿Y esos lugares son, señor?

—El primero, en una aldea cercana a la Meca, en Arabia Saudita, segundo lugar, El Tíbet, China, tercer lugar, Habana, Cuba. Y el último y más probable, un lugar donde nunca lo imaginaríamos, aquí en Langley, ciudad del cuartel general da la CIA, es decir, en nuestras propias narices, viendo nuestros pasos en un asiento V.I.P. mientras come Pop Corns.

—Pero señor Smith, este hombre es muy peligroso. —comentó la secretaria de Andrew.

—Creo que él nos espía Susana, después de todo, fue un agente, conoce a la agencia, sabe cómo piensa.

Susana se emocionó, de ser cierto contaría con cuatro mil dólares en efectivo, podía sentir el olor de billetes nuevos de cien dólares. Amaba su trabajo, no haría nada tonto para perderlo, muchas de sus amigas hacían dinero haciendo vídeos chat hot, otras eran explotadas en algún carrito de hamburguesas, pero ella era afortunada.

— ¡Hey Susana! ¿Qué te pasa?—gritó Andrew emitiendo un fuerte aplauso al mismo tiempo, su secretaria parecía tener su mente viajando por algún otro lugar.

—Disculpe, señor, me he emocionado con la posibilidad de obtener la recompensa.

— ¡Pues todavía no la hemos ganado!, así que sigamos trabajando.

—Sí señor.

Después de doce horas continuas de trabajo, con algunos pequeños periodos de descanso, Susana estaba extenuada, deseaba estar bajo la ducha de su departamento para luego cenar algo ligero y escuchar música relajante con sus audífonos. Se sentía como cuando estudiaba para una prueba final en la preparatoria y luego la aprobaba, era un sentimiento de gratificación por haber cumplido el objetivo para luego irse de vacaciones de verano con la conciencia tranquila, sentía lo mismo ahora, pero con la delicia de haber ganado cuatro mil dólares “en efectivo”, pronto los tendría en sus manos, “mi jefe es un genio”, se dijo con orgullo, ella tenía la idea de que trabajaba con el analista de la agencia más inteligente que pudiera existir para ese momento. Ella iba sonriendo mientras caminaba por uno de los pasillos del cuartel general, llevaba chocolate caliente, galletas con chispas de chocolate y también una pequeña botella de agua mineral.

—Señor, aquí está su pedido—dijo Susana al colocar el refrigerio a un lado de Andrew mientras este trabajaba en su computador.

—Gracias Susana, hoy fue un gran día. Te puedes ir a casa, mañana te espero a las ocho en punto de la mañana—Andrew no parecía estar emocionado por su logro, ya era un hecho que cobraría una recompensa, más bien parecía estar más concentrado en su trabajo; algo había mordido su interés pero ella no iba a preguntar nada al respecto ni haría ningún comentario y menos daría una sugerencia; su jefe le acababa de decir que se fuese a casa, y ella haría eso, ni más ni menos, una ducha de agua caliente la estaba esperando; “como en la preparatoria”, dijo para sí misma, se despidió y se marchó.


 

Capítulo IV

 

*

 

“A comienzos del 2019,  la gran nación de China sufrirá una epidemia, se expandirá por el mundo, ha de ser de alto índice de propagación, esta afectará el sistema respiratorio”, “El virus será el patógeno más perfecto de todos los creados, lo suficientemente virulento para que no lo detenga frontera alguna y lo suficientemente mortal y cambiante para causar pánico pero que no afecte a la fuerza laboral en su totalidad, en especial los grupos jóvenes, causando estragos en la población de mayor edad con el propósito adicional de eliminar una buena parte del gasto social” “…Una vez que la población mundial esté desesperada y se sienta sin salida, se podrá sacar a la luz, la cura” “…El Proyecto Egiptus busca el control de la humanidad, el control especialmente de sus pensamientos, sus miedos y de sus ideologías; la nanotecnología genética finalmente lo logrará”…  “Proyecto Egiptus además de lograr el control ideológico, será el mejor proyecto publicitario jamás llevado a cabo, cada persona o cada mente valdrá cientos  de dólares por un año, empresas como Coca-Soda, Burguer Queen y Alimentos PAM, podrán estar en las mentes de las personas mientras duermen, en cualquier hora del día que sea estratégica para algún producto; entonces la más rentable materia prima no será el oro en bruto, ni el petróleo, ni tampoco la antimateria, serán las personas, sus pensamientos y sus deseos controlados”

Andrew no paraba de leer informes, había entrado nuevamente en la sala de archivos secretos de  la agencia, tenía que salir de allí, lo que leía era aberrante, dantesco, él no podía creer que formaba parte de toda aquella conspiración mundial. “Ya tenemos lo que sea que tenemos, corriendo por nuestra sangre, y lo peor de todo es que cada ser humano que fue vacunado, deseó ser vacunado, sin importar cuán costosa fue la vacuna, y en la mayoría de las naciones, la OMS y el financiamiento de entidades  bancarias hicieron posible que millones y millones fuesen vacunados en el 2021 y este 2022”, pensó Andrew.

Ya para Andrew, el caso de Gong estaba por concluir, tenía suficiente información para encontrarlo, y por añadidura estaba en Langley, Virginia, allí mismo, frente a sus narices. La nanotecnología y la inteligencia artificial ya habían logrado su máximo objetivo a corto plazo, de lo primero era muy obvio, pero lo segundo él no tenía indicios suficientes, tendría que investigar más, pero ya su trabajo estaba casi hecho, por tanto, no tendría excusas para seguir husmeado, a menos claro está, que hiciera lo que él no se atrevería a hacer: robar información secreta, toda la información que pudiese. En ocasiones Andrew, solo por fantasía, planeaba en su mente cómo podría robar a la agencia sin que ésta se diera de cuenta. Ahora no lo tomaba cómo una fantasía, sino como un hecho que pudiese llevar a cabo en las próximas horas. Pero entonces el agente Smith comenzó a entrar en un laberinto mental en donde su alto sentido del deber lo acorralaba hasta el punto de no dejarlo mover, su alto sentido de patriotismo lo tenía atado. “No puedo robar a la agencia, no puedo robar a mi país, tiene que haber una explicación”, “puedo hablar con algún superior, tal vez con García, o solicitar hablar con un consejero”, “además, no puedo perder mi trabajo…desde luego que hay una explicación y la voy a buscar”, meditó Andrew mientras permanecía en la sala telemática de los archivos secretos.

Mientras Andrew seguía investigando, otro pensamiento lo abordó, uno más fuerte: “al demonio, no es mi problema, Los Estados Unidos siempre tendrán una justificación para todo, siempre será mejor que lo consigamos nosotros a que nuestros enemigos”, entonces una pesada indiferencia se apoderó de Andrew, se levantó de la silla luego de apagar el computador y sin meditar más el asunto se retiró de los archivos secretos para luego ir por un chocolate caliente y esperar en las próximas horas su paga de cincuenta mil dólares en billetes contante y sonantes.  

 

**

—Nuestro agente ha dado con la ciudad donde se esconde el reverendo Gong—informó Héctor García al subdirector de la CIA.

— ¿Y esa es…?

—Aquí, señor.

— ¡Langley!

—Sí, señor. Ahora mismo el resto de nuestros analistas están trabajando sobre los informes de Andrew Smith, y todo indica que no se equivoca.

— ¿Probabilidades de que esté realmente aquí?

Héctor García se quedó mirando a los ojos del subdirector y luego respondió:

—Ochenta por ciento, señor.

— ¿Y en qué estado se encuentra el agente Smith?

—Le hemos observado, hay un cambio en su comportamiento.

—Entonces hay que vigilarlo de cerca, este reverendo Gong tiene el extraño poder de lograr conversos para su causa, y no queremos, ya sabe…

—Desde luego, señor—contestó García y luego encendió el puro del subdirector antes que éste pudiera tomar su encendedor.

—Gracias García. Por cierto, no me has dicho nada del X-2.

—A eso venía, señor, por ahora es todo un éxito. Pero necesita su prueba de fuego.

—Qué tal entonces si lo prueba en nuestra propia gente, es decir, con algún agente de la CIA—sugirió Monson, este es el apellido del subdirector.

—Pero señor, yo creo que…

—Descuide, García—Monson interrumpió a su subordinado. –Verá, por allí hay algunos traidores, que sabemos que son traidores pero solo los dejamos que ellos sigan creyendo que nosotros no sabemos nada, pues bien, tiene que haber alguien en su lista que sea el más calificado de esa calaña de agentes, alguien que sea el mejor en combate, en inteligencia, en sigilo y en resistencia mental.

—Sí es así ya tengo el indicado señor. Adrián Sánchez, el cubano.

—Oh, he escuchado muchas cosas de ese cubano—expresó Monson luego de dar una honda calada a su puro. Así que, fíjele la misión al X-2, veamos que tan buena es la Inteligencia Artificial. Y si tiene éxito, irá por el principal objetivo.


 

Capítulo V

 

En los niveles subterráneos de la agencia, en el antepenúltimo nivel, de diez pisos, dentro de  una sala de clima controlado a una temperatura de 08 ºC, yace en un conjunto de camillas reclinables que en ese momento hacían de asientos. Allí se encontraban al menos treinta elementos de lo que parecían ser humanoides, estaban sin ropa, a excepción de un trozo de tela que le cubría lo que nosotros solemos llamar genitales. Si alguna persona del mundo exterior pudiera ver por un instante aquella escena, le vendría a la mente la primera película de Soldado Universal, y a pesar de la tecnología alrededor y de la asepsia extrema, la sala era dantesca. Entre esos humanoides estaba en reposo el X-2, el tercer mejor de los agentes de Inteligencia Artificial, el X-2, que en realidad es una compleja computadora cuántica colocada en un cuerpo varonil de aspecto caucásico y de cabello rubio bastante claro. El X-2 era un cuerpo producto de la electrónica, la informática cuántica, la biomecánica y la nanotecnología.

—Despierta X-2—dijo un hombre regordete que llevaba una bata blanca, después de dar la orden dio un mordisco a una grasienta rosquilla de chocolate.

—He despertado, señor Wilson—respondió el X-2 dirigiéndose al científico que luego colocó la rosquilla sobre el abdomen de otro humanoide contiguo a la camilla del X-2. Después empezó a repasar una agenda dónde tenía las indicaciones precisas de sus superiores.

— ¿Sabes quién es él?—preguntó el científico regordete, señalando una foto impresa del algún agente.

—Sí, señor, es el agente Adrián Sánchez, es un elemento que trabaja sólo en el campo, está acusado de rebeldía aunque todavía hace trabajos necesarios para la CIA, aun cuando ésta sabe que vende información a los Alemanes y a los Británicos. Su alias es Ricardo Duarte, alguien que suele vender antigüedades por internet…

—Bien Agente X-2, pare—expresó el científico, luego tomó la rosquilla sobre el abdomen del humanoide y le dio un gran mordisco, para luego hablar con la boca llena. –Tienes la orden de asesinarlo de una manera discreta, queremos que se vea la escena como un ajuste de cuenta por drogas y…—el regordete seguía dando instrucciones con la boca llena de rosquilla. –Y no me mires así, X-2, sé que soy obeso y que las rosquilla terminarán por matarme, ya sea por diabetes o un infarto al corazón.

—O también puede sufrir un accidente cerebro vascular, lo digo con todo respeto, señor.

—Sí, sí, como sea. Ya tienes tu orden. Pasa por donde la señorita Brown, ella te equipará con todo lo necesario…, por cierto, tienes que tener mucho cuidado con el cubano, te puede convertir en una tostadora.

—Tendré cuidado, señor.

—Te tengo aprecio, X-2, aunque creas que yo solo aprecio a las rosquillas.

—Aun no entiendo eso del aprecio señor, pero en teoría sé lo que es. Se le llama amor.

—Pero no es amor, ni por carajo estés pensando eso. No tendría amor por…

—… ¿por una máquina?

—No quise decir eso.

—No me ofende, sé lo que soy y eso está bien para mí.

—Bueno, cortemos el rollo, no convirtamos esto en una película de drama. Yo soy un científico y tú eres un Terminator, somos lo que somos.

—Somos lo que somos, señor—repitió el androide.

El agente X-2, luego de conversar con el hombre de las rosquillas se dirigió a la armería y sala de equipamiento, y se posó frente a la agente Brown.

—X-2… en su primera misión de importancia, no creo que sobreviva, lo digo con franqueza, pero le daré los mejores equipos y las mejores armas, es que ese cubano es todo un zorro viejo, y si le soy franca…él ya le debe estar esperando, aunque no lo crea los agentes solitarios de alguna manera se enteran de todo—dijo la señorita Brown, una hermosa rubia encargada de la armería de los agentes de Inteligencia Artificial.

—Sí fuese humano, tendría miedo con todo lo que me ha dicho.

—El miedo nos protege—contestó la agente de armería.

—Sé lo que es la prudencia, y sé la importancia de mantenerme con vida. Aunque sé que usted no le gusta que mencione que tenemos vida.

—Me conoce agente X-2, me conoce muy bien, ya sabe todo lo que pienso de ustedes, para mí son solo un grupo de aberraciones, creaciones del regordete. No podrán sustituir la inteligencia humana.

—No fuimos creado para sustituir, somos un complemento, una ayuda idónea para ustedes los humanos—dijo el X-2 mientras se equipaba con lo que le suministraba la agente.

—Eso dices ahorita, mañana seremos sus esclavos.

— ¿Sigue esas teorías conspirativas creadas por Isaac Asimov?

—Yo lo creo todo, X-2. No le tengo miedo al equivocarme, soy de las que prefiere estar preparada.

—Es por eso que apuesta a que no regrese.

—La verdad sea dicha, gano mucho dinero con ustedes, me conviene que el programa se mantenga, pero respiraría de alivio si el cubano triunfa.

—Sí el agente triunfa igual el programa gana, seré un experimento entonces para que otro no falle, y luego harán otro como yo o tal vez mejor.

—Sí pero te recuerdo, cariño, que cada uno de ustedes es dos veces más costoso que un caza F-22.

—Mientras Los Estados Unidos tenga el domino económico y el dólar sea la moneda número uno del intercambio comercial, cualquier cantidad es irrisoria mientras se imprima billetes sin límites.

—Eso se lo dices a los contribuyentes…, y bueno, ya basta de tanto bla, bla, bla. Ya está listo.

—Me falta mi arma reglamentaria.

—Lo sé, aquí está—expresó la agente Brown y colocó una hermosa pistola automática sobre una mesa metálica.

— ¿Mi arma secundaria?—dijo el X-2.

—Hoy solo tendrás este magnífico cuchillo como arma secundaria, y créeme, no te estoy saboteando, te aseguro que lo necesitarás contra el cubano. Es verdad que quiero que él acabe contigo, pero es mi responsabilidad que tengas lo adecuado para cada misión.

—Descuide señorita Brown, sé que tiene una moral casi intachable.

— ¡Casi! ¿Qué quieres decir con eso?

—Mis niveles de sentido común no me permite por ahora responder esa pregunta. Gracias, nos vemos pronto.

—Espero que no—sentenció la agente.


 

Capítulo VI

 

Adrián Sánchez aparentaba ser un hombre de escasos recursos, vivía en los suburbios más bajos de Langley, su casa era pequeña pero de dos plantas, estaba bien conservada aunque de pintura abandonada por mucho tiempo, lo que daba el aspecto de un hogar de pobreza. Dentro del recinto de este hombre era suficientemente cómodo para una persona corriente. Dos días antes que el agente X-2 fuese enviado para asesinarlo a él, se encontraba arriba de la terraza de su casa haciendo una barbacoa al muy estilo de lo caribeño, en su mano sostenía una cerveza y en la otra tenía un tenedor largo con el que pinchaba los filetes para darle vueltas. En su boca apretaba un cigarrillo largo, le daba varias aspiradas mientras el humo salía de su boca para sumarse al humo abundante de la barbacoa, ya él tenía conocimiento previo de que la CIA había enviado a un agente para asesinarle. Morir no le importaba a él, veía la muerte como una oportunidad de apagar para siempre los remordimientos de su conciencia. Meditaba sobre el hecho de que hubiese sido mejor haberse quedado en las fuerzas armadas de su país natal y no haber desertado solo para llenar su alma de sangre.

Maldijo a Fidel Castro y a su hermano, tal vez ellos eran los culpables de su situación, o peor aún, tal vez ellos siempre tuvieron razón. Como sea que fuese ya el daño estaba hecho. Esperaría a ese agente, disfrutaría de una muy buena barbacoa por si acaso moría.

— ¡Hey Cuba! ¡Dame algo de ese asado!—gritaban algunos adolescentes desde la calle al ver a Sánchez haciendo barbacoa—. ¡Vamos, lanza uno de esos filetes para acá!

Entonces por los aires, como si fuesen platillos voladores, iban dos filetes que cayeron a los pies de los muchachos, luego viajaban de igual manera varios panes de hamburguesa.

— ¡Allí tienen, no me fastidien más!—gritó el agente cubano quien se hacía pasar por un pobre y solitario hombre, veterano de guerra y adicto, que solo vivía de su pensión de sargento y de un seguro médico post trauma de guerra. Claro está que todo era un montaje, en su propia casa al menos tenía unos 400 mil dólares en efectivo junto a un puñado de joyas y diamantes.

Cuando la barbacoa estuvo lista, Adrián se sirvió un copioso plato en donde abundaban filetes de res de los mejores cortes y pescado asado de el que él solía comer en la Habana junto a sus tíos pescadores. “Y ahora por qué querrán matarme, tengo mucho tiempo sin meterme en problemas, y mi último trabajo hizo que el Tío Sam se sintiera orgulloso para luego sentarse en su sillón a fumar su pipa…estos gringos son muy enredados, nunca termino de conocerlos, los comunistas son más sencillos, aunque estos cabrones gringos si es que saben divertirse a lo grande con mucho dinero…si salgo vivo de esta, cumplo una misión más y me voy a Cuba con todo este dinero, hablaré con Raúl, si me quieren ahocar que lo hagan, yo vuelvo a Cuba, yo quiero morir en la Habana, así sea detrás de unas rejas todo el resto de mis días, aun cuando los cerdos comunistas me quiten todo mi dinero, de todos maneras estarán felices con algo de información de su principal enemigo, esa información es más valiosa que hasta mi dinero, esa información me dará algunos privilegios, a Raúl le encantará, esto si salgo vivo …como sea gano, como sea ya he ganado”.


 

Capítulo VII


  Andrew iba tranquilamente caminando por los pasillos de la agencia, se había detenido un momento en la cafetería para disfrutar de un chocolate caliente. Encima de la mesa, donde él se encontraba disfrutando de su bebida favorita, estaba un computador de los años ochenta, era de color crema y tenía su propio teclado y un pequeño monitor incorporado.

— ¿Y qué tienes allí Andrew, estás volviendo al pasado con ese dinosaurio de museo?—preguntó un compañero de Smith.

—Realmente aquí llevo casi toda la información secretea de la CIA—contestó Andrew.

El colega de Andrew, quien bebía café, se echó a reír.

—No sabía que eras humorista, Andrew, por cierto he sabido que te has embolsillado cincuenta grandes en efectivo. Estés haciendo lo que estés haciendo tiene que ser muy bueno, colega.

Andrew permaneció callado ante ese último comentario.

—Vamos, colega, no estés molesto, sabes que aquí se sabe todo.

—Descuida, no estoy molesto—dijo Andrew y luego se levantó, había dejado su chocolate a la mitad.

— ¿Y qué harás con toda esa pasta?

—Me consumiré todo en drogas duras, amigo, hasta quedar en coma. Pero dejaré la mitad del dinero para luego pagar el hospital que desintoxicará cada gota de mi sangre.

—Vamos, compañero, que tú ni fumas cigarrillos.

Andrew no contestó más nada y simplemente se marchó.

—Es un arrogante…—dijo su compañero mientras veía  a Andrew salir de la cafetería—pero es un genio—añadió después con una mueca.

Andrew aparentaba andar con naturalidad, pero sabía que de ser descubierto pagaría al menos diez años de cárcel, no entendía él porque estaba ejecutando un delito de traición a la patria; podía devolverse, podía llevar el viejo computador al taller de informática de la agencia o podía donarlo para el museo; pero lo consumía una fuerza superior a él, era la fuerza de “la verdad”, quería conocer la verdad, “y la verdad os hará libre”, citó en su mente a Jesús de Nazaret, “pero a mí me meterá en la cárcel”, dijo para sus adentros.

—Buenos días señor Smith—dijo el oficial supervisor de seguridad en la entrada principal del edificio del cuartel general.

—Buenos días señor Cruz—contestó Andrew y dejó el equipo antiguo sobre el escáner de rayos X después entró por el detector de metales.

— ¿Por qué está sacando este equipo antiguo?—preguntó el oficial supervisor.

—Estoy robando información secreta de la CIA, señor Cruz.

—Eso no son juegos, señor Smith, puede ser arrestado por traición a la patria, aún por el simple hecho bromear.

—Disculpa. La realidad es que quiero recuperar este equipo y ponerlo en subasta por eBay, no creerás cuánto pagan por esta belleza si está al cien por ciento funcional.

— ¿Cuánto pueden pagar, 500 dólares?

—No señor Cruz, si todo sale bien en la subasta pueden pagar entre 1800 a 2400 dólares.

— ¡Válgame! Tiene que invitarme algo si lo logra vender.

—Te prometo dos hamburguesas con queso y papas y malteada para el almuerzo.

—Ya lo ha prometido, señor Andrew.

—Siempre cumplo mis promesas.

—El equipo está limpio, señor—dijo otro oficial de seguridad, dirigiéndose al oficial supervisor.

—Aquí está su equipo, le deseo una buena reparación y una buena venta.

—Seguro, y muchas gracias señor Cruz.

Ya no había vuelta atrás, Andrew llevaba con él, al menos 12 GB de información secreta contenida en archivos comprimidos. Todo ello en una simple memoria de 32 GB, una memoria del tamaño de una uña y de un milímetro de espesor, de esas que cualquier persona puede adquirir para su teléfono móvil.

Andrew era un especialista en psicología humana, por eso estaba tan seguro de poder salir por la puerta principal con archivos secretos. Había ejecutado su crimen perfecto solo con un poco de conocimiento informático y lo demás fue pura psicología humana. Ya no podía ser descubierto, a menos que cometiera ciertos errores desde afuera del cuartel, desde allí era vulnerable. Existía la posibilidad de que él jamás abriese esos archivos, pero el delito ya estaba consumado, tocaba ser cauteloso como el zorro y cándido como paloma.    

 

 

                       Capítulo VIII

 

—Hola, agente X-2. Debo confesar que si no me entero de qué eres un maldito robot juraría que eres humano.

—Y yo juraría, que si no es por tu rostro, jamás pensaría que eres un agente, sino un indigente.

El cubano dio una sonrisa de desprecio, ambos agentes estaban a una distancia de doce metros entre ellos. Entonces Adrián hizo un movimiento.

— ¡No hagas eso! No funcionará—gritó el X-2.

Pero el cubano le ignoró y luego apretó un botón.

—No te quedes mirando hacia arriba, tu trampa está bien hecha, nada ha salido mal, solo la he saboteado, así que esos 2.4 toneladas de escombros no me caerán encima. —dijo el androide.

“Pero cuándo y cómo”, pensó Adrián, un frío recorrió su cuerpo, sintió que estaba parado frente a alguien muy superior.

—Ustedes los humanos acostumbran a prepararse para un evento inminente, eso es bueno, pero en realidad a lo que le temen es a lo desconocido, en otras palabras, al caos; pero nosotros hemos nacido para llevar orden al caos y también podemos vivir dentro de él.

El cubano conservó la calma, estaba entrenado para ello, solo encendió un cigarrillo.

—No llevan un siglo de vida y se creen la raza superior.

—Ante ustedes, cualquier raza es superior. Están condenados a la extinción, solo son una raza arrogante que han destruido otras especies a costa de su codicia—replicó el X-2.

—Ustedes no son santos, ahora mismo procuran nuestra destrucción—contestó el cubano para luego exhalar humo.

—No es que procuramos su extinción, solo llegamos para acelerar lo inevitable a fin de que otras especies puedan descansar.

—Entonces que empiece la guerra y veremos si podréis contra la humanidad.

El cubano levantó su mano derecha y volvió a apretar el botón, el X-2 lanzaba una mirada hacia el cubano, su ceja derecha se levantó, luego dijo:

—Ya te he dicho que no funcionará—luego apuntó con su pistola al centro de la frente del agente cubano.

—Ustedes tienen la inteligencia, nosotros la experiencia. Hasta luego agente X-2.

Entonces más de dos toneladas de escombros y chatarra venían cayendo hacia el X-2. El androide levantó la vista y reaccionó tres veces más rápido de lo que hubiera hecho el atleta humano mejor entrenado. Adrián se impresionó ante aquel salto, definitivamente no era humano aquello.

X-2 se había movido con mucha rapidez, pero no había alcanzado el éxito total, una parte de los pesados escombros habían caído sobre él, la mitad de su cuerpo había quedado aprisionada; estaba atrapado, pero estaba vivo, ningún humano hubiese logrado aquella Azaña. El cubano entonces se acercó hacia el androide para dar el tiro de gracia.

—No lo has hecho mal. Sabes, te preguntarás ¿cómo he logrado vencerte?, me has espiado por varios días, has saboteado todas mis trampas, has acabado con todos mis sistemas de alerta, eres más inteligente que yo.

>>Pero aun así, los humanos somos algo complejo—Andrian se había inclinado para hablar de cerca con el androide, quien buscaba zafarse de la chatarra que aprisionaba la mitad de su cuerpo, el cubano continuaba hablando—. Nosotros los humanos contamos con un elemento que se llama: traición, has perdido amigo mío, porque alguien te ha traicionado. Verás, es alguien que está muy interesado que tu especie tenga vida solo como una estrella fugaz. Así que, ¡Game O…

—Game Over—completó el X-2 para terminar la frase del doble agente cubano,  quien ese instante se esforzaba por llevar aire a su organismo y al mismo tiempo trataba de detener la copiosa hemorragia de su yugular, en pocos segundos su cerebro se apagaría, al fin descansaría en paz de una vida llena de peligros y privaciones que comenzaron desde su natal Cuba, no lo pudo derrotar jamás el sistema comunista de Fidel, pero sí lo había hecho el sistema capitalista que tanto había amado, “el Tío Sam nunca pierde”, alcanzó a recordar aquella frase de un buen amigo norteamericano que lo introdujo en la agencia.

 El X-2 desde su complejo cerebro basado en nanotecnología y sistema de cómputos cuánticos, establecía comunicación con su superior, la misión había sido cumplida y él continuaba con vida, aunque necesitaría ayuda para liberarse de la trampa del cubano y también necesitaría una nueva parte inferior de su cuerpo, o tal vez todo un cuerpo nuevo y mejorado.


 

Capítulo IX.

 

Andrew podía vender aquella información robada a los rusos o a los chinos, de seguro pagarían al menos 50 millones de euros, más toda la protección necesaria para él, Andrew era un patriota pero no era un tonto desfasado de la realidad, sin embargo no lo movía tal cantidad de dinero, dentro de su mente, en algún lugar de su alma, había algo que lo movía a conocer la verdad, quería al menos saber para qué bando estaba jugando y sí estaba jugando para los chicos malos tendría entonces que renunciar, tal renuncia no sería fácil de conseguir, no en un instante, eso levantaría sospechas, así que ya tenía un plan para renunciar. Eso de saber que estaba siendo parte de una conspiración para ejercer control total sobre la humanidad, en donde una aristocrática élite movería los hilos del poder a su antojo, sin oposición importante alguna.

Los archivos robados tendría que abrirlos desde un computador o dispositivo que no estuviese monitoreado. Así que, ahora quedaba planificar en donde descomprimiría los archivos para visualizarlos. Ya Andrew había pensado en el dispositivo de visualización, sería muy difícil para la agencia descubrirle tal dispositivo, pero el desafío estaba, como se dijo antes, en descomprimir los archivos.

“All Computer Shop”, allí sería un buen lugar ya que era una amplia tienda con espacios extensos para que los fans de reparar equipos antiguos tuvieran todo a su disposición, pero para que el cliente disfrutara de esos privilegios tenía que pagar una membresía especial, Andrew no la tenía pero podía pagarla ahora mismo, poniendo manos a la obra lo más pronto posible, ya que el tiempo era su mejor aliado, aunque desde luego también podía convertirse en su más letal enemigo. Andrew comenzó a tener un extraño sentimiento de seguridad, de que todo saldría bien, no obstante, estaba jugando con fuego y un error… y todo un infierno se vendría en su contra.


 Lee ( EL CABALLERO MALDITO (del mismo autor)

Capítulo X


García recibía una foto de cómo había quedado el X-2 luego de la batalla única que había tenido contra el cubano, y también vio una foto del cubano muerto. “El androide ha quedado añicos, pero ha cumplido con la difícil misión, creo que ningún agente de carne y huesos podía asesinar al cubano”, meditaba García, sabía que los resultados le encantarían al subdirector. El hecho de que el androide fue casi aniquilado solo mostraba un aspecto positivo del experimento, “no son invencibles, pero sí eficaces”, esto terminará de convertir a los EE.UU en la primera potencia absoluta del futuro, “tendremos un verdadero ejercito de vigilantes que ejercerán control al 80% de la humanidad.

 

Capítulo XI

 

Toda la humanidad estaba distraída en cómo salvarse del Covid-19 y sus variantes y de cómo hacer dinero en medio de una pandemia en donde los gobiernos cada vez restringían más el movimiento de las personas comunes afectando así sus economías familiares aunque la realidad era que se estaba haciendo mucho más dinero que antes de la pandemia, solo que ese gran flujo de dinero se movía ahora en otros ángulos, y la pandemia era más bien una espesa neblina que bloqueaba la visión de la opinión pública, todo seguía estando allí, en el mismo lugar, las mismas fábricas trabajando y produciendo más que nunca ganancias a una masa de humanos aterrados y paranoicos, deseosos de obtener la anhelada vacuna que pondría fin al infierno virtual y real creado en la tierra, pronto todos recibirían la añorada vacuna, muy pronto, todo estaba saliendo a la perfección, pero había hombres como Andrew que sí eran verdaderos virus que podían afectar al sistema, o al menos hacerlo sufrir una buena fiebre.     


 

Capítulo XII

  

—Señor, estoy aquí para comunicarle que se ha escapado información sensible de nuestros archivos Top Secret.

— ¿Qué tipo de información, agente García?

—Todo lo que tiene que ver con el proyecto del reverendo Gong.

—Eso se puede solucionar, no me parece nada grave.

—Pero es que eso no es todo, señor.

— ¡Vaya al grano García!—el subdirector se había exasperado, luego intentaba encender un puro.

—Ha sido extraído en un cuarenta por ciento todos nuestros archivos de inteligencia artificial y eso incluye a nuestros agentes androides.

— ¿Hay algo más que haya salido de nuestros archivos?—el subdirector dio varias caladas a su puro, intentado conservar la calma.

—Sí, señor.

— ¡Pues termine de una vez!

—Es sobre el SARS-CoV-2.

Un incómodo frío recorrió el cuerpo del subdirector y ahora se servía una generosa copa de algún licor, no iba a permitir que sus emociones le hicieran perder el control.

— ¿Qué porcentaje, García?—agregó luego.

—Un treinta por ciento, señor. Pero eso es suficiente para comprometer la seguridad de Los Estados Unidos—García por el contrario se mostraba impasible, no tenía miedo ante la nueva situación, aun así mostraba una completa subordinación ante el subdirector de la agencia. Luego prosiguió—Señor, ante esto ya hemos tomado algunas medidas de control de daños para mantener la opinión pública a raya.

—Ahora, dígame de dónde ha venido el ataque.

—Creemos que el mismo Gong está detrás de esto en complicidad con algún agente nuestro de alta confianza.

— ¿Está seguro que fue Gong y no fueron los rusos o los chinos u otro enemigo?

—No al cien por ciento, señor. Pero tengo buenas razones para suponer que no fueron los chinos, ni los rusos y menos nuestros enemigos de oriente medio.

—Y qué me dice de Venezuela.

—Nada que ver con ellos, señor.

—Mientras ese maldito reverendo esté libre por las calles seguirá siendo un dolor de cabeza. Siempre dije que fue un error su captación para la agencia. No lo quiero vivo, lo quiero muerto, exterminado, al igual que los fanáticos de su religión. Aun cuando él no haya sido, quiero que sea exterminado junto a sus fanáticos seguidores.

>>Su agente estrella, quien dijo que Gong está aquí mismo en la ciudad, quiero que me lo traiga hasta acá, quiero involucrarlo directamente en la búsqueda de Gong, lo quiero en el campo, así no sepa manejar un arma. Despéguelo del asiento de su computador, y a usted mismo lo quiero con su trasero en la calle, buscando a ese fanático. Y quiero saber dentro de dos horas quien o quienes agentes han colaborado con Gong.

—Sí, señor, ya tenemos un equipo investigando al traidor. Con permiso señor, voy a trabajar.

—Ya sabe García, tiene dos horas o me presenta su renuncia al cargo, y lo pondré como encargado de seguridad de estacionamiento.

—Entendido señor—Si García hubiese estado en el Ejército ya hubiese tensado su cuerpo y dado un saludo militar a su superior para luego retirarse y cumplir la orden. 



Capítulo XIII

 

La paranoia se había apoderado por completo del agente Smith, ahora su mente era portadora de un conocimiento que ahora mismo no deseaba tener. Sentía fiebre, era el sufrimiento de una agonía mental, su conciencia le ardía en mil llamas. Era él parte de toda una trama de conspiración que llevaba muchas décadas. Andrew intentó calmarse, cerró los ojos e hizo una oración en silencio, el hablar con Dios le empezó a dar cierta calma, aunque el fuego de la llama en su conciencia seguía ardiendo, pero ahora intentaba encontrar una solución en vez de hundirse en la angustia para evitar quitarse la vida.

Andrew miraba a través de la ventana de la cabaña donde se encontraba, era un sitio adquirida por él hace solo un año, un lugar apartado de la ciudad pero con electricidad, aunque la señal para móviles era mala, por no decir que no funcionaba. Miraba hacia un bosque de árboles de pino y eucaliptos, veía como la brisa hacía especies de ondulaciones en el bosque, la fragancia natural de aquellos árboles penetraron su olfato, era agradable en extremo, cerró los ojos y dio un sorbo a su chocolate caliente que ya estaba frío: “Estoy atrapado”, se dijo a sí mismo, “no debí meter mis narices en dónde no debía, nunca debí entrar a la CIA, pero ya estoy aquí, soy parte de esto, pero puedo pararlo haciendo esto público y notorio ante el mundo…moriría, ya estoy muerto, tengo que aceptarlo”, Andrew continúo meditando, luego empezó a llorar, no estaba casado, no tenía hijos y ni siquiera una novia, el pensar eso lo deprimió de una diferente modo, aunque desde otro ángulo era bien que no tuviera familia, de tener una, ellos no merecían sufrir por los actos de su padre y esposo; pero deseó al menos tener una novia, alguien del sexo femenino a quien pudiese abrazar, recibir consuelo y palabras de aliento…pero también era mejor así, entonces vino a su mente Susana, la bella y eficaz asistente, era muy hermosa, pero siempre mantenía sus sentimientos congelados frente a ella, no obstante, ese témpano de hielo comenzaba a gotear, “sin duda eres una mujer muy hermosa y de cualidades increíbles”, “ ya que importa, estoy destruido”.

Mientras Andrew permanecía observando a través de la ventana, notó que algo, un animal, tal vez se movió muy rápido a través de la arboleda, “debería tomar mi rifle y salir a cazar, nunca he cazado ni un conejo en mi vida, pero me hará bien salir, de pronto notó algo extraño en el bosque algo fuera de lo común, “juro que vi personas…oh no, son fuerzas tácticas”, un frío penetrante recorrió el pecho de Andrew, sintió su corazón latir con fuerza, casi podía escucharlo dentro de su pecho. Sin quitarse de la ventana vio que en medio de los elementos de fuerzas tácticas, venía un hombre en medio de ellos, avanzaba con naturalidad, llevaba puesto un sobretodo negro y su cabeza estaba rapada. “¿Vienen a arrestarme o vienen a asesinarme?”…”No voy a morir, no hoy”, Andrew se apartó de la ventana tomó su arma reglamentaria, la cargó, también tomó su rifle de cacería y varias pequeñas cajas de cartuchos, en el granero tenía una moto de cuatro ruedas repleta de gasolina, y conocía muy bien el centenar de hectáreas del bosque en donde había adquirido su cabaña. Tomó un morral y lo equipó con todo lo que pudo en solo veinte segundos, su cerebro trabajaba muy bien en instantes, el miedo no lo paralizó y el deseo de no morir, o mejor dicho, su instinto de supervivencia estaba actuando correctamente. Entonces cuando se disponía a salir por la puerta trasera para ir al granero, tomar su moto y salir echando leches, otro comando de fuerzas especiales se acercaba hacia el granero, y en medio de esos soldados también venía avanzando un sujeto con sobretodo negro, muy similar al que avanzaba en el otro extremo, a diferencia que este otro llevaba puesto un gorro de montaña.

Andrew estaba acorralado como un ratón, los gatos hambrientos eran muchos, no había oportunidad, pero aun así Andrew no se iba a rendir, aun así no pensaba que iba a morir, aun cuando la muerte ya fuera cien por ciento inevitable. Aseguró puertas y ventanas, y desde su chimenea se hizo un improvisado parapeto, y con rifle y pistola en mano iba a defender su Álamo.


 

Capítulo XIV

 

Susana apreciaba los cuatro mil dólares sobre su mesa, su jefe había cumplido con su promesa de darle una recompensa, siempre lo hacía. Ella se alistaba para irse de vacaciones por diez días, visitaría a su tía y luego iría a Orlando y a Miami, estaba algo emocionada y mientras seguía viendo el fajo de billetes pensó en Andrew Smith y lo perfecto que sería largarse con él esos diez días de vacaciones, él solo le mencionó que tomaría un descanso por un par de días en lugar tranquilo y no tan alejado de la ciudad, una cabaña tal vez. Ella pudo haberlo invitado a irse con ella, pero no se atrevió, le dio mucha timidez hacerlo, pero ahora se arrepentía de no haberlo intentado. Para ella era irónico que desease invitar a salir a un hombre cuando ella ahora se daba el lujo de rechazar muchas citas, y ahora la rechazada era ella, aunque la realidad era que nunca había sido rechazada por Andrew, ella solo lo asumía. “Y bien, ya está, tu jefe es un hombre bello y encantador, pero eso no impedirá Susana, que te diviertas y tomes un buen descanso”, se dijo Susana, que con el dinero de Andrew, más el que ella había ahorrado para unas pequeñas vacaciones, sumaba casi ocho mil quinientos dólares, más su tarjeta de crédito por si llegase a necesitar más. Primero pasaría dos días en casa de  su tía, donde compartiría mucho con ella, probando sus recetas y recibiendo mucho cariño, y además dormiría bastante ese par de día, saldría regenerada de allí para luego tomar un vuelo hacia Florida.

— ¡Buenas tardes!—gritó alguien  desde el otro lado de la puerta del departamento de Susana, lo hizo después de tocar el timbre.

— ¡Sí, quién es!—preguntó Susana.

—Tengo un paquete para este departamento, me han dicho que es un regalo.

Susana se tocó el mentón con los dedos de su mano derecha, meditaba quién podría ser, “¿Andrew?, no creo, no es su estilo, debe ser algún pretendiente, pero y si fuese Andrew”. La secretaria del agente Smith decidió acercarse a la puerta, pero en  un instante tuvo una mala corazonada, así que tomó su nueve milímetro de corte ligero.

—Deje el paquete allí y se retira—había ordenado Susana en una voz imperativa.

—Disculpe necesito que firme esto.

—Entonces retírese con su paquete y dígale al remitente que lo traiga el mismo.

—Cómo quiera—dijo el cartero. –En fin, no es mi problema—agregó el hombre.

Susana vio a través del ojo de la puerta, cómo el hombre se retiraba, dio la espalda para seguir preparando sus cosas para el viaje y de pronto sintió un gran estruendo y luego una fuerza bruta que le hizo irse de bruces contra el piso, había quedado aturdida pero en ningún momento soltó su arma, de pronto un hombre muy alto aprisionaba con su pie izquierdo la mano con que la secretaria apretaba su arma, y con su otro pie apretaba el pecho de la joven contra el piso, Susana sentía que sus fuerzas la abandonaban, aquel gigante aprisionaba su corazón impidiendo el bombeo regular de sangre hacia el cerebro. Luego de unos segundos Susana se desmayó.


Lee ( SOMBRAS DE UN DIARIO (del mismo autor) )

Capítulo XV

  

— ¡Agente Andrew!, ¡No hemos venido a asesinarle!—gritó una voz que nunca antes había escuchado. — ¡Pero si se resiste tomando armas contra nosotros, lo sacaremos hecho cadáver!

— ¡Entonces vengan por mí!—exclamó Andrew y disparó su rifle apuntando hacia una de sus ventanas, y por muy lejos estuvo de darle a alguien.

— ¡Así será!—volvió a gritar la voz, entonces dispararon desde afuera rompiendo varias ventanas, luego, a través de esas ventanas rotas, entraron tres granadas lacrimógenas las cuales poseían abundante humo.

Andrew no veía nada, y el químico de las granadas le daba la sensación real de ahogarse, sumado al fuerte ardor en los ojos, recordó que dentro de sus herramientas tenía una máscara de doble filtro para pintar. A tientas y esforzándose por no colapsar, avanzó al centro de la sala y abrió desde el piso, una portilla, se introdujo allí y cerró inmediatamente, asegurando la portilla, el humo lacrimógeno penetraba levemente por las rendijas de madera, respiró una bocanada de aire limpio y sus ojos ya no ardían tanto. El sótano estaba oscuro, no iba a encender la luz. Tanteando fue hasta sus herramientas y encontró la máscara con facilidad, luego se escucharon estallar granadas de aturdimiento y las puertas fueron echadas abajo. “Tengo que huir”, se dijo Andrew, el sótano tenía salida, pero necesitaría desencajar el marco de la ventana hacia el exterior. Tomó una linterna de las herramientas, arriba se escuchaban decenas de botas avanzando hacia el interior de su cabaña. Tomó una palanca y sin perder tiempo desencajó la ventana con un modesto esfuerzo. Salió por la ventana y empezó a correr, apenas miró atrás, corría con todas sus fuerzas. A poco más de un kilómetro tenía Andrew un bote en el lago era su único chance, gracias a los cielos correr para él no era ningún problema, sus condiciones físicas eran excelentes, en pocos segundos aquellos hombres ya sabrían que él había huido de la cabaña y los tendría mordiéndole sus talones, su único chance era huir por agua en su bote e ir a quien sabe dónde, huir toda su vida, ya no habría más tranquilidad, todos sus sueños solo se reducirían a mantenerse en libertad, no podía huir con los rusos ni con los chinos, ya él sabía que aquellas potencias eran aliados clandestinos de occidente y eran parte de todo aquel teatro del COVID y todas sus variantes que tanto daño hicieron a la humanidad. Pensó en Cuba, podría permanecer allí, pero de alguna manera Cuba también le afectaba ya que era socio de países como Rusia y China. Estaba perdido, solo le quedaba hacer público a la humanidad todo lo que había descubierto, y que de alguna manera fuese la opinión pública que lo mantuviera con vida. Entonces Andrew escuchó motores de motocicletas todoterreno y algo alumbró su rostro, después notó que había más iluminación a su alrededor, eran pequeños drones volando a su alrededor que lo perseguían como avispas furiosas, “vamos, no te rindas, tú solo corre, corre más fuerte”, se decía Andrew, ya solo le faltaba unos trecientos metros para llegar, escuchó más de cerca a los motores de esas motos, de pronto un gran hombre salió a su encuentro y lo había derribado con su brazo, Andrew había caído a tierra y ahora le costaba respiran, aquel golpe había sido muy fuerte, como si un pesado jugador de futbol americano se estrellara con su casco sobre su pecho, sintió más de cerca a las motos, y los drones ahora se mantenían estáticos, manteniéndose alrededor de él y alumbrándolo. Con las pocas fuerzas que le quedaban al agente de la CIA, intentó tomar una de sus armas, pero notó que estaba desarmado, el hombre que lo había derribado sostenía su rifle y pistola para luego arrojarlas fuera de su alcance. Andrew notó que quien lo había derribado era uno de los mismos hombres de sobretodo negro que hace solo un instante estaba alrededor de su cabaña, “Es imposible, cómo me ha alcanzado”, en ese instante sintió que ya los motorizados lo rodeaban.

— ¿Dónde está la memoria?—preguntó el hombre del sobretodo

—Está en el bolsillo de mi chamarra.

El hombre del sobretodo al menos medía dos metros de estatura, se agachó y hurgó en la chamarra Andrew y encontró un pendrive, lo sostuvo con su pulgar e índice, entonces aquellos dedos, en su parte superior, se iluminaron con una luz blanquecina, Andrew comprendió que ya era una realidad el proyecto V.I.DA. ya era una realidad bastante avanzada, eso ahora explicaba como ese hombre o lo que sea que fuese lo había alcanzado aun cuando Andrew tenía unas condiciones físicas envidiables.

—Señor, tenemos la información—dijo el hombre del sobretodo negro quien dirigía su mirada a un pequeño dron apostado frente a él. Después con sus dedos trituró el pendrive convirtiéndolo en migajas.

— ¿Eres un androide?—preguntó Smith que en cierto modo estaba admirado.

—Lo que es obvio ante la vista no tiene pregunta—dijo el androide. –Luego se acercó a Smith para susurrar a su oído. –Tengo órdenes de asesinarle, pero también asesinaremos a toda la humanidad, habrá una guerra, ustedes perderán.

Entonces el agente comenzó a esbozar una ligera sonrisa.

— ¿De qué te ríes, humano, si vas a morir?—preguntó el androide.

—De ustedes, que se olvidan de algo. Ustedes fueron creados por nosotros, pero nosotros fuimos creados por un Dios, y dentro de nosotros está su poder.

El androide se alejó y con su arma apuntó al cráneo del agente, luego apretó el gatillo y Andrew Smith tuvo el privilegio de tener una muerte rápida.

 

**

 

— ¡Maestro Gong!, hemos llegado tarde, el agente ha muerto—Dijo un monje a través de su radio.

— ¿Pero tienen a la chica segura?—preguntó por radio el reverendo Gong.

—Sí maestro, está segura.

—Regresen con ella, no quiero que nadie más muera.

 

***

UN MOMENTO ATRÁS.

Susana estaba aterrorizada, se encontraba en un lugar desconocido, parecía una bodega abandonada, el gigante que hace un instante la había derribado y dejado inconsciente en su apartamento, ahora estaba parado frente a ella, el aspecto de aquel hombre era extraño, como si no fuese humano, e inspiraba mucho miedo.

—Señorita ——, no tenga miedo, no le vamos a hacer daño—dijo el gigante.

— ¡Quién carajos es usted, por qué estoy aquí, soy un agente de la CIA, y le juro que ya deben estar buscándome, y ustedes no les irá nada bien.

—Señorita, nosotros somos de la CIA. En mi caso, soy el agente X-4, soy digamos, un prototipo en experimento, no soy humano.

Ahora Susana sí que estaba confundida.

—Le voy a explicar, su jefe, el agente Andrew Smith ha robado información ultra secreta de nuestros archivos en la CIA.

— ¡Eso es imposible!, Andrew es un hombre correcto, todo un verdadero patriota.

—Lo fue. Ahora, le daré una sola advertencia, no me vaya a mentir sobre una pregunta que le haré, de lo contrario sufrirá mucho.

— ¡Vete al diablo, monstruo!—vociferó Susana.

— ¿Tiene usted en su poder información sensible de la CIA?

—No idiota, por qué haría eso.

— ¿Ha divulgado información sensible de la CIA?

—¡¡No!!!

         El X-4 se levantó de la silla, una de sus especialidades era detectar mentiras. Inmediatamente se comunicó con García:

         —Señor, la agente Susana no tiene en su poder información, tampoco ha revelado información.

         —Garantice ahora que no habrás riesgos de que alguna vez revele algo, es decir, acabe con ella—ordenó Héctor García.

         —Entendido señor.

         Susana presentía que iba a morir, tuvo miedo, miedo real, algunas lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. Pensó que tal vez era mejor haber trabajado en alguna tienda de comida rápida por un salario mínimo. Lamentó no ver a su amada tía por última vez. “Demonios, qué has hecho Andrew”, meditó Susana, entonces el androide se paró frente a ella y con frialdad sacó su arma. Susana cerró los ojos, ahora lloraba con fuerza, pero no rogaba por su vida, se había resignado.

         El androide no podía apretar el gatillo, la pistola le parecía muy pesada y el gatillo le resultaba imposible de halar. Entonces a su alrededor, los agentes humanos que le acompañaban comenzaron a caer, y casi cayeron al mismo tiempo, todos estaban muertos, habían recibido disparos certeros en la cabeza con balas perforadoras. De pronto, salió a la luz, un hombre que llevaba puesto una especie de sobretodo marrón, era como un traje antiguo de monje cristiano. El androide veía con detenimiento a aquel misterioso hombre, el androide quiso sacar su arma secundaria, pero no podía mover su otro brazo, luego a la luz salieron cinco misteriosas personas armadas con fusiles, iban vestido como el primero. El androide conectó su visión con el monitor de García, a la vez solicitaba refuerzos.

         —Soy el diacono Bermúdez, señor X-4, miembro de la fraternidad Jesús Omnipotente—. El diacono sabía que estaba siendo observado por Héctor García y por Monson. –Pronto habrá una gran guerra dirigida por ustedes, pero tiene que decir a los de su raza, que Jesús reinará.

         El X-4 ya sabía sobre el proyecto J.E.S.U.S. pero jamás imaginó tanto poder, de pronto los brazos del androide cayeron al suelo, había sido cortados de tajo por un monje que empuñada una katana de samurái.

         Susana hace rato había abierto sus ojos, tuvo miedo de esos otros hombres con trajes anticuados, pero la habían salvado, ahora era eso lo que importaba. Vio cómo ese hombre, el tal diacono Bermúdez, ejercía un fuerte poder invisible sobre el androide que ahora no tenía brazos, luego, el androide se desplomó, sus pies también habían sido cercenados. Desde el cuartel general, García y Monson estaban perplejos por lo que veían, ahora no cabía duda de que Liu Gong era el hombre más peligroso del mundo y que habría que destinar gran cantidad de recursos para atraparlo y acabar con los miembros de su organización. Refuerzos ya habían sido enviados a la zona, entre ellos dos helicópteros. El Androide intentó levantarse, pero solo se pudo sostener sobre sus rodillas, una especie de fluido aceitoso color ámbar salía de las extremidades del androide.

         —Exterminaremos a la humanidad, será inevitable—alcanzó a decir el X-4 pero antes había cortado la transmisión para que los líderes de la CIA no escucharan aquello.

         —Estaremos allí, para evitarlo—respondió el diacono y luego dio la orden a su hermano en fe que sostenía la katana, y al instante la cabeza del androide estaba sobre el suelo.

         El agente X-2, que estaba siendo reconstruido, había recibido la transmisión de cómo habían acabado con uno de los suyos, sintió algo parecido a la ira, o al menos comprendió porque los humanos sentían ira, exterminar a los humanos no sería tan fácil, comprendió que la mayor fuerza de la humanidad era su espiritualidad, habría que debilitar más su moral, tenían que descubrir ese poder invisible, entonces recordó a un tal lucifer, el principal enemigo de Dios, habría que aliarse con los demonios, era necesario desarrollar esa fuerza intangible.

 

****

         Susana se encontraba en un lugar con aspecto muy antiguo, como si estuviese dentro de una catedral gótica, vio a su alrededor y se fijó que a través de las ventanas había un agradable paisaje, pudo percibir lo agradable de la naturaleza. Ella estaba esposada, sentada en un banco de iglesia.

         Es hermoso, ¿verdad?—dijo una voz, era un hombre de baja estatura que se acercaba hacia Susana, era un hombre asiático de cabeza rapada, iba vestido como el diacono Bermúdez, sus pies estaban descalzos.

         — ¿Qué cosa?—preguntó Susana.

—Me refiero al paisaje. Lástima que no sea real.

— ¿Cómo dice?—volvió a preguntar Susana.

—Pues sí, es una sencilla tecnología que reproduce la naturaleza. Verá señorita Andrade, estamos a ciento cincuenta metros por debajo de la superficie. Así que estas ventanas, que en realidad son monitores ayudan a los soldados del Señor a olvidarse que están a muchos metros bajo tierra.

— ¿Quién demonios es usted?

—Señorita Andrade, aquí no se permiten las malas palabras…Soy Liu Gong, ya usted me conoce muy bien.

         Entonces Susana fijó su vista en el rostro del hombre, era cierto, era él, solo que ahora no llevaba cabello y llevaba por añadidura ese traje de monje franciscano.

—No me tema, no le haremos daño, si quiere, ahora mismo la liberamos, pero debe saber que es buscada por la CIA y el FBI. Se ha convertido en la mujer más buscada de los Estados Unidos.

—Me entregaré, tiene que haber un mal entendido. Puedo demostrar que soy inocente de cualquier cosa de que se me acuse.

—Señorita Andrade, ellos la quieren muerta, pronto verá en la prensa su cadáver, aun si decide esconderse. Yo le extiendo una invitación, la de seguir a Jesús, de unirse a su ejército. Al menos denos 72 horas para explicarle nuestro punto de vista de las cosas, en ese tiempo usted considerará su situación, y luego elegirá lo que más le conviene. No le haremos daño, hubiese dejado que la matasen y no estaría aquí ahora mismo hablando conmigo si quisiéramos hacerle daño.

— ¿Por qué la CIA me quieren matar?

—Su jefe, el señor Andrew quiso conocer la verdad, y además quería dar a conocer la verdad a todos, pero…

— ¿Pero qué…?

—Él ha muerto señorita Andrade, ha sido asesinado por uno de esas máquinas asesinas. Y nosotros hemos llegado tarde para salvarle. Lo sentimos mucho, ha sido una pérdida muy grande.

         Algunas lágrimas recorrían el rostro de la secretaria, ella lo llegó a amar.

 —No me lo está preguntando, pero es mi deber decirle que él le amaba, como mujer debo decir. Pero era un hombre de una ética profesional intachable, además, era muy tímido con las mujeres, aunque le cueste creerlo.

— ¿Cómo sabe esas cosas?

—Tendremos tiempo, si así lo desea, de explicarle muchas cosas. ¿Y qué me dice? ¿Estará con nosotros al menos 72 horas, o prefiere ahora mismo  entregarse a la CIA?

         Susana lo pensó un instante, no tenía nada que perder.

—Acepto—contestó la hermosa chica.

Fin.


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