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Historia de caballeros andantes, EL CABALLERO MALDITO

 





Capítulo I

 

 

Todos vamos a morir algún día, pero no imaginé que mi muerte iba a ser de lo más humillante. Estaba atrapado y derrotado, mi piel estaba hecha una escoria y mi cabello apelmazado. En frente de mí iba a estar una decena de torpes y déspotas guerreros apuntando sus flechas hacia mi pecho desnudo, y detrás de mi persona se encontraría el oscuro y frío bosque de Lord Siniestro.

La verdad hace mucho tiempo había perdido el miedo a la muerte y desde luego no me importaba para nada perder mi vida en ese momento, pero me importaba que, quienes serían mis verdugos eran lo más bajo de los batallones de Lord Siniestro, y lo peor de todo, nadie sufriría mi partida, tal vez nunca me recordarían, quizás ellas jamás me recordarían. Pero así se supone que es la vida, o al menos así era la mía o lo poco que quedaba de ella.

He luchado tantas batallas, yo, el Caballero Blanco, que lo que conservo de blanco es gran parte de mi cabello en las sienes, debí haber sido llamado desde el primer momento el Caballero Maldito. ¡Oh, cómo se va el tiempo de rápido!, cómo se fue el mío de rápido. Extrañaba mucho cuando era joven, un simple aprendiz a caballero lleno de sueños, enamorado de la vida y enamorado del Reino Púrpura, fiel y dispuesto siempre a desenfundar mi espada en favor de dicho reino.

Recuerdo cuando la vi  a ella por primera vez, me atraía tanto, su piel blanca como porcelana y su cabello negro como las piedras del río Orinobia, sus ojos grandes y hermosos como el acuario que refleja el azul del luminoso cielo. Aún recuerdo con avidez su perfume, su bello vestido, su gracia al caminar y su dulce voz que parecía penetrar mis entrañas. Fue una noche de baile cuando la conocí.

—Es hermosa. ¿Cómo se llamará? Y mira que ya te ha visto varias veces, tal vez le gustes—me comentó Tros, mi mejor amigo en la Escuela de Caballeros del Reino Púrpura.

—No creo que le guste. Es muy hermosa, jamás se fijaría en mí—contesté y me acomodé mi traje con la esperanza de que me viese nuevamente.

—Pero puedes sacarla a bailar. Amigo, recuerda que durante un baile se puede ver con claridad si una doncella gusta de uno.

—Vamos Tros, ya sabes que no sé bailar.

—Eso no importa, compañero. Le puedes decir que estás aprendiendo y si ella gusta de ti lo entenderá. Verás, el baile es solo una excusa para estar cerca de la persona. Créeme, yo he bailado con doncellas que bailan peor que tú.

—Oh, gracias por el cumplido. Se siente halagador.

—Vamos, Jim, si no lo digo para ofenderte. Aunque más tarde, cuando termine la fiesta sabes que me burlaré de ti.

Tros hacía su mejor intento. Bueno, era mi mejor amigo y mi más leal compañero en la escuela y en futuras batallas.

Me volví a acomodar mi traje, respiré profundo y me dirigí hasta ella. Vaya que era tímido, muy tímido. Tros no solo me motivaba, literalmente me había empujado hasta la doncella que mis ojos no cesaban de contemplar.

—Hola, soy Jim, aprendiz de caballero. Y me gustaría invitarla a bailar.

La doncella me miraba con sus hermosos ojos azules, y la verdad no sé si lo hacía con lástima, pero me miraba y a mí me gustaba mirarla.

—Hola, disculpa. ¿Cómo dijiste que te llamas?

—Me llamo Jim, aprendiz en la Escuela de Caballeros, y me gustaría sacarla a bailar.

Ella me empezó observar con lástima, no sé por qué me había dejado llevar por Tros; esa mirada no era precisamente cuando una doncella gusta de uno.

—Disculpa, Jim. Estoy esperando al Caballero Águila. No sé si habrás escuchado de él, pero me he comprometido a bailar toda la noche con ese caballero. Es que mañana parte a comandar uno de los ejércitos del Reino del Norte.

“¡El Caballero Águila!”, exclamé para mis adentros, “y además es comandante de uno de los ejércitos del Norte”. Y bueno, yo un simple aprendiz. No tenía posibilidades, nunca las tuve.

—Está bien. ¿Pero al menos puedo saber su nombre?—dije luego, ya alistándome para dar la media vuelta y marcharme lleno de vergüenza.

—Soy Lilah. La hija menor de la familia Yelius.

Vaya, la honorable familia Yelius de donde habían salido los mejores magos y caballeros en los últimos diez años de nuestra comarca. Eso explicaba porque era tan bella y tan, tan, no sé, ese aire de alteza o algo parecido.

—Bien, Lilah. Disculpa las molestias—dije y me despedí con reverencia. Al fin y al cabo no sabía bailar.

Volví hasta dónde estaba Tros, él parecía estar pasándola muy bien. Hablaba con un par de doncellas y bebía abundante vino.

— ¡Y aquí llega nuestro futuro caballero!—exclamó Tros al verme, sosteniendo su copa de vino que se desbordaba con cada movimiento que él hacía con su mano.

Las doncellas a su lado reían.

—Vamos Jim, pareces derrotado—comentó mi amigo — ¿Qué ha pasado con tu princesa?

—Está ocupada. Está esperando al Caballero Águila.

Tros empezó a toser, al parecer lo que le dije hizo que se ahogara con su vino.

— ¡El Caballero Águila!—exclamó luego—. Oh compañero, lo siento. No tienes oportunidad, yo pensé que…

—Vamos, olvídalo. Tienes razón, no tengo oportunidad.

—Pero no pongas esa cara—Tros m hizo señas con su mirada para que me fijara en las doncellas que hablaban con él.

—Señoritas, les presento a quién será el más noble e intrépido de todos los caballeros del Reino Púrpura, mi amigo Jim.

Hice reverencia a las doncellas. Eran bonitas y estaban hermosamente vestidas. Tros me pasó una rebosante copa de vino que había servido de uno de los gigantes barriles de madera de la fiesta.

—Toma Jim, bebe. Te hará sentir mejor—dijo Tros, invitándome a tomar de su vino.

—No, Tros, gracias—le contesté y luego le susurré: —ya sabes que no bebo vino, mis creencias…

— ¡Creencias al abismo!—me susurró él, pero luego no insistió, así que tomó la copa de vino para él.

Segundos después Tros sacó a bailar a una de las doncellas y yo me quedé hablando con la otra, perdón, hablando no, mirando al piso, a las estrellas, al horizonte. Realmente no podía decir ninguna palabra y la señorita era peor que yo, o tal vez esperaba que yo, como hombre y como aspirante a caballero fuese el que  guiara la conversación.

—Hola, soy Jim…bueno, eso ya lo sabes. ¿Cómo es tu nombre?— alcancé a decir.

—¡¡Oh!!—gritó ella, no sabía que mis palabras hubiesen tenido tal efecto; pero ella no había gritado por mí, era por otra persona. — ¡Es el Caballero Águila!—exclamó luego la doncella y me ignoró por completo.

Y bueno, allí hacía acto de presencia aquel muy nombrado caballero. Había apeado su enorme corcel afuera del gran salón de la fiesta el cual estaba al aire libre. La luz de las antorchas y de los faroles hacía brillar su fina y resistente armadura; su casco de plata era el calco de la cabeza de un águila donde el pico terminaba a la mitad de la nariz del caballero. Se dirigió hacia el centro de la fiesta buscando a su doncella de la cual yo en vano me había fijado. Después de todo, alguien tan bonita y atractiva no podía estar sola, que tonto fui. Ahora, no comprendía por qué este caballero tenía que venir en su propia armadura a una fiesta en nuestra comarca, tal vez fue para presumir, y si esa fue su intensión vaya que lo logró. “Algún día tendré mi propia armadura”, pensé, “solo espero que no me llamen El Caballero Gallina”.

De manera inmediata el Caballero Águila era el centro de atracción, todos querían hablarle o al menos lograrían saludarle, pero él parecía ignorar a todos. Se quitó su casco de águila y lo sostuvo con su mano izquierda entre su costado. Tomó la hermosa y delicada mano de Lilah y la besó. Desde aquí me pude fijar que mucho color había subido a la mejilla de Lilah.

¡Rayos!, me sentía celoso, y no sé por qué me sentía así. Además, yo admiraba a ese valiente caballero quien al parecer sí había sido ascendido a comandante. “Vaya, comandante, sí es solo un muchacho, tal vez solo me lleva cinco años a lo sumo, y cómo es que ya es comandante de uno de los  ejércitos del Reino del Norte. Bueno, supongo que ha derrotado a muchos dragones oscuros y a unos cuantos ogros, y quién sabe qué más. “Algún día yo seré muy valiente y mi espada atravesará las malditas entrañas de las bestias de Lord Siniestro, algún día”. 

Lilah y el Caballero Águila no bailaron, y creo que fue porque él consideró no apropiado bailar con armadura; pero se fueron a un lugar apartado de la fiesta donde había algo de intimidad. Yo me quedé en el mismo sitio donde estaban los barriles de vino de la fiesta. Allí estaba, solo, como un tonto, contemplándola a ella aun cuando alguien superior a mí acariciaba su corazón con todos sus encantos reunidos.

—Hey Jim, ¿qué haces aquí solo?—me preguntó Tros, quien tenía su rostro sudado de tanto bailar y que había venido hasta el lugar de los barriles para saciar su sed de vino.

Mi amigo me conocía muy bien, tal vez mejor que yo. Así que me dijo:

—Vamos Jim, quiero que te diviertas. Mira, aquí hay tantas doncellas y tú eres muy guapo. Y si yo fuese mujer te diría que eres el aprendiz a caballero más hermoso que he conocido.

Tros siempre buscaba cualquier forma de hacerme regresar mis ánimos. Él me continuaba hablando, no sin dejar de tomar abundante vino:

—Esa doncella está deslumbrada por ese caballero. Y no es para menos, amigo. Aunque te puedo asegurar que ella te estaba viendo con cierto interés.

—No te burles de mí, Tros.

—No me burlo, amigo. Tú tienes tu encanto. Solo que te fijaste en esa doncella. Ven, toma algo de vino.

—Tal vez en otro momento, amigo. Pero hoy no tomaré.

—Tú y tus creencias. Solo quiero que tomes algo, así te sueltas un poco. Y vamos, tienes que aprender a bailar.

Tros y yo seguimos hablando y mientras lo hacíamos empezamos a escuchar el fuerte sonido de muchos cascos de caballos. Al menos vendrían cabalgando unos diez jinetes que se aproximaban a la fiesta de la comarca.

— ¿Jim, qué puede ser eso?

—No sé, Tros. Pero esos caballos vienen rápido.

— ¿No será que se acercan las fuerzas de Lord Siniestro?

Entonces una espesa nube de polvo empezó a cubrir el lugar en dónde nos encontrábamos y los músicos dejaron de sonar sus instrumentos. Todos los presentes quedamos a la expectativa. Yo en el fondo estaba deseoso que estuviésemos bajo peligro de ser invadidos, ya quería combatir, aunque aún me faltaba mucho tiempo para ser caballero.

Una docena de jinetes envueltos en sus relucientes armaduras habían llegado al sitio, pero solo uno de ellos se bajó con prontitud de su corcel y empezó a buscar con su mirada a alguien, hasta que dio con él, buscaba al Caballero Águila. Algo no andaba bien.



Capítulo II.

 


 

Esa noche, el glorioso Caballero Águila había salido con ligereza de la fiesta, dejando a su enamorada doncella suspirando de amor por él. Al siguiente día, a todos los aprendices nos habían reunido en la Escuela de Caballeros para ponernos al tanto que las fuerzas de Siniestro avanzaban hacia nuestra comarca. A todos los que les restaba dos años o menos—para ser ordenarnos con la sagrada investidura de caballero— nos ordenaron  tomar nuestras espadas y armaduras de aprendices  y alistarnos para el combate.

Estábamos emocionados, no pelearíamos como caballeros, desde luego, sino que lo haríamos como soldados al mando del Caballero Águila; pero era una oportunidad temprana para probar nuestro coraje. Tros parecía más entusiasmado que yo y no paraba de hablar al respecto. No obstante, cuando llegó el día de la batalla nos dimos cuenta que el combate no era más que sangre y excremento derramado, sin mencionar los miembros mutiladas que quedaban sobre la tierra.

El ejército de Siniestro no había sido numeroso, pero era admirable. Estaba compuesto de una caballería de orcos, una infantería de humanos, un reducido contingente de hombres cabras como arqueros, seis dragones oscuros  y dos magos en sus respectivos caballos alados. Nosotros le doblábamos en número, pero la mayoría no teníamos experiencia y de no haber sido por los guerreros del Caballero Águila y nuestros magos, el pequeño ejército de Siniestro hubiese tomado nuestra comarca. En fin, ganamos el combate pero yo perdí desde allí mi esperanza con Lilah, quien ya tenía ojos exclusivos  para su caballero lleno de laureles. 

No obstante, sucedió un día que Lilah pareció fijarse en mí, y no sé si fue porque mi musculatura había crecido o porque empezó a ver ciertas cualidades en mí que no había visto por un eclipse llamado: Caballero Águila. Ese día, a los aprendices que habían sobrevivido al asalto de Siniestro, nuestros Maestros nos habían asignado preparar una fiesta en honor a la victoria conseguida; y a las doncellas más laboriosas de la comarca se les había pedido encargarse de adornar el salón para la fiesta.

— ¿Te ayudo con los faroles?—le pregunté a Lilah, quién parecía muy complicada tratando de armar algunos faroles.

— ¿Sabes sobre esto?—me preguntó ella.

—Mi madre me ha enseñado muchas cosas—contesté.

—He escuchado muchas cosas acerca de tu madre.

—Sí, es una mujer prodigiosa.

Entonces el perfume de Lilah había penetrado mi ser para nunca más olvidarlo. Sus ojos tenían algo diferente en ese momento, tal vez era que brillaban.

Realmente yo sabía algo sobre faroles y sobre muchas cosas más, mi crianza había sido para hacer de mí un hombre útil para la comarca, aun cuando tuviese que hacer actividades que tradicionalmente eran para las mujeres.

—He escuchado que ya solo le falta a ustedes un año y medio para ser caballeros. Debe ser muy emocionante ser investidos—me comentó Lilah mientras acomodábamos los faroles. Nosotros estábamos sentados a una mesa que era bastante larga y allí estaban el resto de las doncellas haciendo otros preparativos.

—Bueno, supongo que lo es. Tiene que ser muy emocionante. Yo cuento las lunas para que llegue ese momento.

Mi atracción por Lilah en ese momento era mucho más fuerte que cuando la vi por primera vez, era como si fuese parte de ella. Una especie de energía recorría mi cuerpo, además que me sentía muy cómodo hablando con ella y también percibía la misma comodidad por parte de ella. Por tal razón tuve que retrasar mis manos para hacer que la actividad de preparar faroles durase toda la noche, era mi excusa para seguir hablando con ella.

—Jim, es raro que no tengas novia. Hay tantas doncellas hermosas y tú eres tan apuesto—dijo Lilah y me sentí abrumado, entonces se me cayó un farol y al caer al piso ya era casi inservible.

Me había quedado callado por un breve instante y ella notó lo inusual de mi silencio, entonces me preguntó:

— ¿Te he incomodado con lo que dije?

—No, es que…—suspiré un momento y luego añadí: —Gracias por lo de apuesto. Y bueno, no sé porque no tengo novia, tal vez no me he encontrado con la indicada.

— ¿Y cómo es tu indicada?

“Tú eres mi indicada”, pensé, pero no se lo iba decir, tal vez si tuviese la confianza de Tros para las mujeres  quizá se lo hubiese dicho. Pero me lo guardé, además, así somos los tímidos, nos guardamos muchas cosas y al final esas mismas cosas terminan por marchitarnos.

—No lo sé exactamente, supongo que cuando la vea la voy a reconocer—contesté.

—Pero eso es muy vago. Tienes que tener ya algo en tu mente y en tu corazón. Yo por ejemplo siempre he soñado con un caballero como Kay (el Caballero Águila). Y fíjate, ya lo he encontrado. Aunque bueno, no somos novios aún…—Lilah quedó un rato pensativa. Yo por mi parte me sentí incomodo por lo que ella mencionó acerca de Kay, no obstante, sentí como una especie de alivio al saber que aún no eran novios; tenía esperanzas.

De pronto me mordió la curiosidad, quería saber por qué no eran novios. No me contuve, así que mi curiosidad fue más fuerte que mi timidez:

—Llegué a pensar que eran novios.

—Sí, todos en la comarca lo han llegado a pensar. Pero no, no lo somos.

— ¿Y por qué no lo son? Si se puede saber.

—Vaya, eres curioso. Bien, te diré: Él no quiere comprometerse, quiere estar consagrado en tiempo, mente y corazón al servicio del Rey y a la Reina del Norte, a quienes juró defender. Pero me ha dicho que solo falta medio año para dar cumplimiento a su juramento, y a partir de allí podrá tener una novia con el propósito de casarse con ella.

Se había dibujado una tierna sonrisa en el rostro de Lilah. Y yo, bueno, yo me desmotivé. Aunque por primera vez sentí falso a ese Caballero Águila, y la razón era: si él había jurado consagración absoluta a su Rey y a su Reina, entonces ¿por qué las veces que visitaba la comarca cortejaba a Lilah? Bueno, eso era mi juicio, tal vez no pensaba en ella, pero ¿quién no puede pensar en Lilah una vez que se conversa con ella? En definitiva, no tenía derecho a juzgarlo.

—Es el Caballero Águila—comenté—.Él cumplirá su promesa…Seguro que lo hará…tú eres…—. No terminé la frase, pero quería decirle que era muy bella. Pero no pude. Ella terminó de adornar un farol que tenía entre sus delicadas manos y estaba a la expectativa de que terminara mi frase, pero solo alcancé a decir:

—…eres muy especial.

—Gracias, Jim. Tú también lo eres. Seguro serás un gran caballero. Tal vez hasta más grande que Kay.

 No me gustaba para nada cada vez que ella hacía mención de su “Kay”, pero tenía que fingir que me tenía sin cuidado escucharlo tantas veces de ella. Por otra parte, Lilah seguía con ese brillo peculiar en sus ojos cada vez que me miraba, entonces me empecé a cuestionar si ese brillo era uno de sus particulares y naturales encantos, o si por el contrario sus ojos estaban brillando por mí.

—Los faroles te están quedando muy bien y además vas mucho más rápido que yo—le mencioné a Lilah a fin de cambiar el tema de mi futura investidura, porque siempre sus palabras iban a terminar en el Caballero Águila.

—La verdad que voy más rápido que tú. A ese ritmo que llevamos pasaremos toda la noche preparando faroles.

“Es lo que quiero, ir muy lento para estar contigo toda la noche”, me dije.

—Bueno, no tengo toda tu destreza, Lilah.

—Voy hacer el esfuerzo de creerte, Jim—comentó ella y luego se rió.

—Lo siento. ¿Es tan obvio?

—Descuida. Yo también la estoy pasando bien.

Estaba descubierto en mi conspiración de ir lento para pasar toda la noche con ella, pero no parecía enojada y además noté sinceridad en sus palabras. En fin, la estábamos pasando muy bien.

—Jim, ¿me puedes ayudar a sostener aquí? Voy a intentar salvar este farol—Lilah intentaba acomodar el farol que se me había caído, pero necesitaba que yo aguantara el objeto con mis dos manos.

Sin querer estaba muy cerca de ella, pude hasta sentir el calor que emanaba de su cuerpo…y…ese perfume, que era tan particular y delicioso como el tono de su voz. Me sentí muy atraído y estaba contemplando su rostro, pero a la vez la contemplaba toda, hasta su espíritu.

—Sujeta fuerte el farol pero sin romperlo. Mira que pareces que eres el más grande de la Escuela de Caballeros—dijo Lilah.

—Bueno. Soy el segundo más grande, realmente.

— ¿Ah sí?—preguntó y luego nos miramos.

Solo quería decirle en ese instante: “Con el debido respeto: el azul de sus ojos es tan hermoso como el firmamento que adorna nuestros días, y su delicioso perfume es sutilmente embriagador”. Pero no dije nada, no me atrevía, sin embargo, sentí que ella se fijó en mis ojos, era como si los intentara tocar con su mirada.

—Realmente no sé cómo aún no tienes una doncella como novia—me comentó Lilah cerca de mi rostro y sentí la calidez de su aliento, luego volteó hacia el farol y siguió reparándolo.

Me sentí bastante alagado por ese comentario, y quizá me empecé a ilusionar con la idea de que yo le estaba gustando a ella. Tenía que consultar con alguien sobre esto que estaba sintiendo por Lilah y por lo que tal vez ella estaba sintiendo por mí. Tenía que dar otros pasos adelante, tenía que arriesgar, ella valía la pena, aun cuando mi enamoramiento fuese solitario y lo estuviese confundiendo todo. En fin, tenía que hablar con un amigo, con mi mejor amigo.


Capítulo III.

 

 

Casi cada día libre que la Escuela de Caballeros nos concedía lo usaba para visitar a Lilah, yo siempre buscaba una excusa para estar a su lado, hasta le había pedido el favor para que me enseñara a bailar, y ella me concedió el honor en su casa. Como dijo Tros: “el baile es solo una excusa para para estar con la doncella que gustas”, entonces había encontrado muchas oportunidades para estar cerca de ella. Aunque con respecto a mi aprendizaje en el baile, pues… era inútil, nunca lograba tomar el compás de la música.

—Lo sé, nunca voy a aprender—le dije a Lilah mientras intentaba seguirla en el baile.

—Pero tienes que intentarlo. Si siempre dices eso jamás vas a aprender.

—Es verdad, tengo que mejorar mi actitud.

—Además, Jim, has mejorado algo.

—Sí, ya por lo menos te piso menos.

—Bueno, eso es un progreso.

Si algo estaba logrando, además de pisar menos los delicados pies de ella, era que la hacía reír cada vez más. Con respecto a su familia, digamos que fui bien recibido, aunque no he conocido a uno de sus hermanos quien es un gran mago y que en esos momentos era el mago más destacado del Reino Púrpura y estaba nada más y nada menos que bajo el servicio de la Corte Real y a quién a veces encomendaban misiones bastante peligrosas bajo el mando de nuestro propio Rey Turkiola. Su nombre es Galoss, pero es conocido como El Mago de Los Bosques. Ella siempre me hablaba de su hermano, incluso, hablaba más de él que del mismo Caballero Águila, por motivo de ello comencé a sentir una gran presión y me empecé a cuestionar: “si no estoy a la altura del Caballero Águila, entonces mucho menos estoy a la altura de uno de los magos favoritos de nuestro rey”. Pero no podía subestimarme, y como dije antes: tenía que arriesgarme, ella valía la pena.

Los días fueron pasando y yo me enamoraba más de Lilah, y también sentía que ella gustaba de mí; pero no estaba seguro; claro, no podía estarlo, no obstante, el brillo de sus ojos cuando me miraba era más intenso, sin mencionar su forma de reír. Tros me había dicho que ella estaba gustando de mí, que era casi seguro que cuando una doncella se ríe siempre de las ocurrencias de un pretendiente, era símbolo de que estabas conquistando su corazón. Pero mi timidez, ¡oh mi timidez!, no me atrevía a confesarle mis sentimientos y mucho menos me atrevía a pedirle que fuese mi novia,  porque en el fondo yo prefería seguir manteniendo la ilusión de poder ser su novio a que fuese rechazado por completo. Al menos frecuentándola como amigo tenía algo de las mieles de su amor, así fuese un amor de amigos.

Ahora bien, Tros no disfrutaba el hecho de que me convirtiese para ella en un simple amigo, porque si a mí me gustaba tanto como para dedicar casi todos mis pensamientos a ella, entonces tenía que tomar un riesgo total, el todo o nada como dicen algunos. Mi amigo era alguien práctico, yo admiraba esa cualidad, esa cualidad de ir por lo que le gusta y listo, y si es rechazado sufre su orgullo herido pero al otro día se lava su rostro, toma un trago de vino y va por otra doncella. Pero yo no soy así, yo ni siquiera he tenido alguna novia ni tampoco he sido un claro pretendiente para alguien. Era cierto que me destacaba como aprendiz de caballero y que también tuve una destacada participación como soldado bajo el mando del Caballero Águila en el último intento de invasión a nuestra comarca, pero en cuestiones de la galantería era un frágil combatiente.

—Tienes que pedirle que sea tu novia. Estás obligado a expresar tus sentimientos hacia ella—me indicó Tros mientras entrenábamos en la Escuela de Caballeros; simulábamos un combate espada a espada.

—Ella está enamorada de Kay. No tiene ojos sino para él—dije y luego chocamos espadas.

Siempre había gran rivalidad entre Tros y yo en cuestiones de enterramientos y en juegos de guerra, era cierto que éramos mejores amigos, pero en tales actividades no nos concedíamos la piedad.

— ¡Centellas! ¡No puedes pasar toda una vida aspirando el corazón de una doncella!—exclamó Tros, y después de volver a chocar espadas me dio una fuerte patada en el pecho haciéndome caer de largo por el piso. Pero yo me levanté rápidamente para responder. Choqué espada pero él me volvió a dar otra patada pero esa vez no logró tumbarme al piso. A nuestro alrededor también se encontraban entrenando otros aspirantes a caballeros.

— ¡Que no tengo el valor!—declaré a viva voz, luego choqué espadas tan fuerte que Tros perdió la empuñadura de su espada y fue arrojada al piso. Después puse el filo de mi espada cerca de su cuello. Ambos estábamos llenos de sudor y entrenábamos sin armaduras.

— ¡Ganas!—exclamó él—. Estamos dos a uno a tu favor—expresó Tros y posteriormente volvió a tomar su espada. – ¿Sabes Jim?  No puedes decir que no tienes el valor. Eres el guerrero más valiente que he conocido—luego que mi amigo dijese eso quedamos cara a cara forcejeando nuestras espadas, podía ver las gotas de sudor bajando por su rudo rostro. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Tros aprovechó mi fuerza ejercida hacia él y dejó de forcejear con su espada para darme un fuerte golpe en mi rostro con su puño. A continuación  sentí un hilillo de sangre bajando por mi boca—. ¡Tienes que declararle tus sentimientos!—vociferó él. 

El entrenamiento siguió, yo gané tres a uno, pero a duras penas y saliendo muy maltrecho.

Cuando ambos estábamos descansando a la fuente de agua de la Escuela de Caballeros, dije:

—Me va a rechazar.

A continuación Tros bebió todo el contenido de agua de un gran vaso de madera para luego expresar:

— ¡Ahhh! Esta agua está fresca y deliciosa, pero prefiero una enorme copa de vino de la taberna  del viejo Gazo, algún día beberé vino aquí en la escuela. Mira Jim, tienes que vencer ese miedo, tienes que encontrar la manera de declarar a Lilah tus sentimientos. Si no quieres declararle tu amor personalmente tendrás que hacer uso de otros medios.

— ¿A qué te refieres?

—A una carta.

— ¿Una carta?—pregunté otra vez y bebí toda mi agua para volver a cargar mi vaso de la fuente.

—Toma—me dijo Tros, extendiendo su vaso para que yo se lo llenara otra vez. –Sí, una carta. Vuelca en ella tus sentimientos hacia ella y también le pides allí que sea tu novia.

— ¿Pero quién le va a entregar esa carta?

—Tú mismo, Jim.

—Pero es casi tan difícil como expresárselo en palabra.

—Pero más fácil. Así tu miedo no traicionará las palabras de tu boca que vienen de tu corazón. Bueno, vamos a tomar un baño, tenemos que ir en media hora a la clase de Mapas de los Reinos y luego a la de Arquería. Y límpiate esa boca, aún botas sangre.

—Sí, cualquiera pensará que me has vencido.

—Te he vencido muchas veces, querido amigo—señaló Tros y luego fuimos a asearnos para cambiar nuestras sudadas vestimentas.

“¿Una carta?”, cómo no lo había pensado antes, no es para nada una mala idea después de todo. Y como dice Tros, mi miedo no traicionará mis palabras; pero igual requiere valor. “Qué mis ancestros estén conmigo”, me dije. La noche de ese día la tomaría para escribir la carta a Lilah y luego, en nuestro próximo día libre se la entregaría, así me consumiera de miedo.



Capítulo IV. Una carta para ella.

 

 

Pasé varias horas de la noche escribiendo la carta de declaración para Lilah. Me había sentido tan aliviado al poder volcar todos mis sentimientos sobre varios pliegos que escribí cuidadosamente pero sin negarme a ser plenamente sincero. Qué magnífica idea la de Tros, no entiendo por qué no lo pensé antes.

Tres días después que escribí los pliegos rebosados de amor por Lilah, nos dieron entonces permiso para ir a nuestras casas. Yo, la misma noche del permiso, después de visitar mi hogar y a mi madre, me dirigí hacia la casa de la familia Yelius, pues allí tenía una tarea muy importante que cumplir.

Una vez en casa de los Yelius uno de los siervos principales de la familia anunció mi llegada  y apeó mi caballo en el establo de la familia para darle de comer y de beber. Luego estaba mi amada en el portal  de su casa, allí, con un hermoso vestido blanco de finos encajes azules que hacía simetría perfecta con el color de sus ojos. Entonces dudé en entregarle la carta en ese momento, empecé a llenar mi cabeza con cosas como: “ahora no es el momento más oportuno”, “se va a sentir muy sorprendida y tal vez la incomode”, “puede enojarse conmigo”. Varios de esos pensamientos llegaban a mi mente, pero el que más predominaba: “ahora no es el momento”. Retardé la entrega y me dedique a disfrutar de su compañía.

El sol comenzaba a ponerse mientras ella y yo tomábamos té en el patio principal de su casa. La tarde se bañaba de un color naranja muy hermoso y la brisa era cálida. Estábamos solos, al menos nadie cerca que pudiera escuchar nuestra conversación; había pensado que ya era el momento de entregarle la carta y cuando me disponía a hacerlo ella preguntó:

— ¿Qué tienes en tu rostro, parece que te han golpeado?

—Ah sí, fue en un entrenamiento. Mi amigo Tros nunca tiene piedad conmigo. Me suele decir que hará de mi cara un rostro digno de un caballero.

Lilah rió después de escuchar mi comentario y luego dio un pequeño sorbo a su té.

—Ustedes los hombres. Si así te trata tu amigo Tros, no quiero imaginar a tus futuros enemigos.

—Sí, es verdad. Aunque también pobre de los enemigos de Tros—comenté y esta vez yo di un sorbo a mi té para luego decirme a mí mismo: “vamos, entrégale la carta, para eso estás hoy aquí, no para tomar té y disfrutar de la tarde”.

Pero ese día no le entregué la carta, me dejé dominar por mis miedos. Y tampoco entregué la carta al día siguiente; luego tuve que regresar a la escuela. Tros no me hizo reclamos por mi acobardamiento, todo lo contrario, me alentaba cada día a hacerlo; yo por mi parte sentía algo de vergüenza por mí, porque: cómo era posible que me acobardara tanto el hecho de entregar una simple carta, y viniendo de mí, un aspirante a caballero que ya tiene una batalla en contra de las fuerzas de Lord Siniestro. Eso era muy tonto de mi parte, era cierto que Lilah era una doncella muy bella, de una gran estirpe en la comarca y que suspiraba por el Caballero Águila, pero ello no era excusa para no llevar a cabo un simple acto de entregar una carta que me había llevado horas escribirla y que solo se podía entregar  en un breve instante. Oh rayos, no entiendo por qué centellas me acobardaba.

En quince días nos volverían a dar permiso para ir a nuestros hogares. Estaba obligado por mi dignidad de próximo caballero a entregar esa carta. A mis miedos tenía que arrojarlos muy lejos o amarrarlos y no dejar que hablasen. “Te amo Lilah, eres una doncella maravillosa”, dije en mi interior un momento antes que nos concedieran otro permiso para ir a nuestros hogares. Solo esperaba no fallar esa vez.

 

 

Capítulo V.

 

¿Cuántas veces  tuve a Lilah  frente a frente después que escribí mi carta de declaración?, pues muchas veces. Permiso tras permiso iba decidido a entregarle mis sentimientos plasmados en letras sobre pliegos, pero tantas veces como lo intenté, fallé. No obstante, dos meses después de haber escrito aquella carta creí que había juntado todo el valor necesario.

—Jim, qué bueno que has venido hoy—me dijo ella cuando me recibió en su casa luego que besara su bella y tersa mano. –Necesito que me ayudes a preparar unas medicinas para enviar a la casa refugio de enfermos de la comarca.

A Lilah se le notaba un poco ajetreada y desde luego no podía negarle mi ayuda porque siempre fue un placer hacerlo, además, mientras más tiempo pasaba con ella era mejor para mí, pero me vi tentado nuevamente a no entregar la carta, la excusa en ese momento fue la casa de refugio y lo ajetreada que se notaba, pero no podía aplazar más el tiempo, era en ese momento o nunca.

—Lilah, tengo que entregarte algo.

—Claro, Jim. ¿Qué será eso que tienes que entregarme?—dijo ella sin verme al rostro, estaba concentrada ordenando medicinas y algunas mantas.

—Es una carta.

— ¿Una carta?—me preguntó haciendo esta vez una pausa en su actividad. Me miró y arqueó una de sus cejas.

—Sí, es una carta de mí para ti.

Saqué la carta de uno de mis bolsillos en mi pantalón y se la entregué. Ella sostenía la carta con sus manos y en su rostro se mostraba una notable curiosidad. Quería saber qué tenía yo que decirle en esa carta que no le hubiese dicho en una conversación. Me angustié algo, su rostro solo mostraba curiosidad y para nada alegría. “He estropeado todo, pero ya está hecho”, pensé.

Ella pidió a uno de sus siervos que guardara la carta en su aposento y luego se volvió a sumergir en la actividad de ordenar las medicinas para el refugio de enfermos. No dijo ni una palabra sobre la carta, y peor aún, estuvo callada por varios minutos, era un silencio incómodo el cual yo no sabía cómo quitar del ambiente; total, era mi carta lo que había causado dicho silencio.

Una vez que casi estuvieron ordenadas las medicinas al igual que las frazadas, alcancé a preguntar:

— ¿Has hecho antes esto para nuestra casa de refugio?

—Sí, muchas veces, desde pequeña he acompañado a mi madre.

 

Después de salir de la casa de refugio, noté a Lilah mucho más aliviada y ahora parecía algo concentrada en mí. Mientras veníamos en su coche hacia su casa, me miraba con notable interés y sus ojos azules empezaron a brillar. Yo al fin me pude relajar, pensé entonces que no fue mi carta lo que la tenía tensa, sino toda la rapidez con que tuvo que preparar y entregar las medicinas y mantas a la casa de refugio.

—Jim… ¿y esa carta que me has escrito?—me preguntó y sus ojos empezaron a brillar más; yo me sentí algo intimidado.

Tardé un momento en responder. El coche se movía con irregularidad a causa del pedregoso camino y a mis oídos llegaba el sonido de los cascos de los caballos.

—Es una carta…Bueno, esta noche la leerás en la tranquilidad de tu aposento—no añadí más al respecto.




Capítulo VI.

 

 

Al siguiente día, luego de haber entregado la carta, estaba por salir de mi casa para ir a la de Lilah a fin de saber su respuesta; las piezas estaban ya sobre el tablero de juego y no había marcha atrás. Solo me quedaba dos opciones: no ir a visitar a Lilah y huir o enfrentarme cara a cara con mis miedos, o peor aún, enfrentarme ante la posibilidad de sufrir el rechazo por parte de ella y haber puesto fin a una amistad. No obstante, sentía que mi corazón estaba envuelto en llamas que apenas empezaban a arder con fragor a causa de ella.

Mi madre notó algo diferente en mí y se me acercó:

—Te he notado diferente ayer y hoy, Jim—dijo ella cuando estaba alistando mi caballo en nuestro pequeño establo.

Sí existe alguien en todos los reinos que conoce a uno muy bien, es su propia madre. A pesar que llevaba tiempo enamorado de Lilah no me había tomado el tiempo para hablar del asunto con mi madre, aunque estaba seguro que ya ella lo sabía, y era obvio, porque cada vez que la Escuela de Caballeros nos concedía algunos días para pasarlo en casa, yo pasaba mayor tiempo en casa de la familia Yelius.

—Estoy nervioso—le respondí sin rodeos.

— ¿Y eso por qué, hijo?—me preguntó y luego yo empecé a acariciar la cabeza de mi caballo.

—Es que estoy enamorado—contesté y al ver al rostro de mi madre vi una sonrisa que inspiraba suavidad y ternura, y que a la vez transmitía algo así como: “lo sé, siempre lo he sabido”.

— ¿Es esa doncella, Lilah, la hija menor de los Yelius?

—Sí, y sucede que ayer tuve el valor de declarármele. Bueno, realmente le escribí una carta expresando mis sentimientos y pidiéndole que sea mi novia. Por eso he estado tan extraño—contesté sin dejar de acariciar a mi noble caballo.

Mi madre siguió sonriendo y ahora era ella quien me acariciaba mi cabellera.

—Eres igual a tu padre—me dijo con dulzura—. Bueno, tienes que ir a casa de esa bella joven. Una respuesta está esperando por ti, así que anda y enfréntate con valor, mi noble caballero.

Sucedió de pronto que todos los miedos huyeron de mí. Y solo bastaron unas pocas palabras de mi madre. Ensillé mi corcel y me despedí de mi madre recibiendo su bendición.

 

 


Capítulo VII.

 

 

Cuando salí de mi casa ya el sol estaba por ocultarse y mientras cabalgaba por los senderos de la comarca, los soldados daban llamas a las antorchas para iluminar la noche. Todo el día había hecho calor pero una agradable brisa empezaba a refrescar el ambiente. Pronto iba a llegar a la casa de los Yelius a enfrentarme cara a cara con mi destino en el amor. Ya no tenía tanto miedo, estaba más bien, emocionado.

Pasaba por la taberna del viejo Gazo, entonces alguien gritó mi nombre. Había sido Tros quien apenas estaba apeando su caballo para ingresar al lugar y tal vez terminar con los barriles de vino de la taberna.

— ¡Hey, caballero! ¡A dónde va usted!

Me acerqué a mi amigo y sin bajarme de mi caballo le respondí.

—Voy por una respuesta.

— ¡Oh, eso es maravilloso! ¿Entonces al fin entregaste esa carta?

—Sí, así es Tros—contesté y mi caballo empezó a inquietarse haciendo movimientos algo bruscos.

—Hey, Humo (nombre de mi caballo)  está algo impaciente. Tal vez él también esté esperando una respuesta en los establos de los Yelius—Tros comenzó a reír y luego prosiguió. –Bueno, amigo, no te quito más tiempo, te deseo muy buena fortuna. Y ya sabes, aquí estaré celebrando por ti.

—Tal vez hoy decida tomar vino—comenté y luego me despedí para seguir mi camino hasta los Yelius.

Cuando al fin hube llegado a la casa de los Yelius—contrariamente a como me había sentido en el camino—mis miedos se habían vuelto a apoderar de mí y quise volver a mi casa, sinceramente quise volver a mi casa.

—Señor, me da su caballo, por favor—me dijo uno de los siervos de la familia—. Señor, me da su caballo, por favor—el siervo me volvió a repetir las mismas palabras,  lo que hizo que volviese en mí.

Me bajé con prontitud de mi fiel corcel y fui hasta los portales de la casa de Lilah. Extrañamente la casa tenía un aspecto de estar sola. De repente y sin previo aviso, ella apareció, estaba parada debajo del marco de los portales y vestida de lo más sencilla, digamos que vestía como para no salir de su casa y para no recibir visitas, pero seguía siendo bella.

Lilah me miraba fijamente, sus ojos azules brillaban como la luna llena. Su rostro me parecía la cosa más agradable de todos los reinos, sus rojos y carnosos labios eran exquisitos. Ella parecía sonreírme, me puse nervioso.

—Es admirable lo que hiciste—me dijo al acercarme a ella para besar su mano.

— ¿Qué hice?—alcancé a preguntar.

—Tú sabes qué hiciste—me respondió con ternura y en su rostro se acentuó su sonrisa. –Y sí, sí acepto ser tu novia.

De pronto sentí que mis fuerzas me abandonaron, no entendía cómo aún continuaba de pie. Me sentía el joven más feliz de todas las comarcas del Reino Púrpura.

Dos meses habían pasado desde que escribí esa carta y cada momento que había intentado entregársela me llenaba de pánico o encontraba alguna excusa para postergar mi acción. Y si soy honesto, no pensé que a través de ese sencillo acto ella aceptase ser mi novia; era verdad que fantaseaba con el sí de su parte, pero todo estaba en mi contra. No fue el Caballero Águila que había logrado ser su novio, sino yo, un simple aprendiz a caballero sin ningún linaje real. Ahora mi realidad era abrumadora, al igual que mi felicidad. Nunca había tenido novia y no sabía ahora cómo actuar al respecto, claro, yo sabía modos y teorías, pero de la teoría a los hechos siempre hay un largo sendero. Pero era feliz, ella en cierta manera era parte de mí y yo una parte de ella.

— ¿Quieres tomar té?—me preguntó Lilah luego de un agradable silencio que solo consistía en tocar nuestros palpitantes corazones a través de nuestras miradas.

—Sí, por favor. Tomemos un té…—dije e hice una pausa, luego tuve el valor de añadir: —Amada novia.

—Pues entonces tomemos un té, bello novio.

Era increíble escucharla decir aquellas palabras: bello novio. Era novio de Lilah, de la doncella más bella de toda la Comarca Gris.

Empezamos a tomar el té, yo me sentía más tonto que nunca, aunque sin dejar de sentirme feliz, pero me sentía sin palabras. Tenía que conversar, tenía que hacer lo que hacen los novios, y eso era abrazarla y besarla, pero es que era tan hermosa, tan pura que, sentía que le faltaría el respeto si tomaba aquella iniciativa. Así que me conformé con contemplarla.

—Jim, me gusta como me miras—comentó Lilah.

—Yo quisiera mirarte por una eternidad.

— ¿Y en la otra eternidad?—preguntó y supe lo que estaba pensando.

—En la otra eternidad, yo…yo te besaría y te abrazaría.

—Pero no esperes que llegue esa eternidad. ¿Quieres dar una caminata?

—Desde luego.

Sentí alivio al saber que ella también deseaba lo mismo que yo. Vaya, nunca he besado los labios de una mujer. Me moría por saber que se siente besar, y ahora lo sabría con la doncella de la cual me había enamorado.

Empezamos a caminar por su amplio patio, el brillo de la luna nos acompañaba y también el destello amarillento de algunas antorchas. Mientras caminábamos sentí un enorme deseo de tomarla de la mano, más no lo hice, entonces comprendí que no se me haría para nada sencillo besar los labios de mi amada novia. Había pensado, que si por alguna razón me convertía en el novio de Lilah mi timidez se esfumaría, pero no fue así, seguía siendo tímido; aunque tenía que reconocer que también era sumamente valiente si lo veía desde otra perspectiva.

Habíamos llegado al corazón del patio de los Yelius, si seguíamos caminando nos alejaríamos de la casa y de la luz de las antorchas. Así que nos sentamos en un banco para sentir el cobijo de la noche.

—Aquí, mi hermano Galoss y yo solíamos jugar. El hacía siempre el papel de un valiente caballero y yo el de un mago de La Corte del Rey. Y mira, él terminó siendo uno de los magos de nuestro Rey—dijo Lilah. Desde el banco se podía apreciar un par de casitas de madera construidas por niños que imagino hacían el papel de grandes castillos para Lilah y su hermano.

— ¿Quieres mucho a tu hermano?

—Sí Jim, lo quiero mucho. Y no solamente lo quiero, también lo admiro sobremanera.

—Espero algún día conocerle—dije, pero percibí que Lilah no le agradó tanto aquel comentario sobre conocer a su hermano.

Como vi que ella se sintió incómoda empecé a hablar sobre la casa de refugio:

— ¿Y cómo están las actividades en la casa de refugio?—pregunté.

—Están muy bien, dentro de cinco días mi familia entregará cinco lechos para los enfermos. Estamos esperando que estén listos.

A Lilah siempre le encantaba hablar sobre la casa de refugio, era un tema el cual le apasionaba. Ella continuó hablando sobre las próximas actividades, también me mencionó que su hermano Galoss enviaría una dote de oro a la comarca para construir más cosas que se necesitase. Y mientras ella me contaba todas aquellas cosas me dediqué a contemplar su bello y dulce rostro el cual era acentuado por el brillo de la luna.

—Eres hermosa—dije de repente, mientras ella me seguía hablando sobre la casa de refugio.

Se quedó muda en el acto.

—Sí, Lilah, eres hermosa. Nunca había visto una doncella tan hermosa—volví a comentar.

Yo mismo estaba sorprendido de mis palabras, pero aun así no me atrevía a besarla, y sentía que ya ella estaba esperando el beso. Nos quedamos callados, solo nos contemplábamos.

— ¿Sabes Lilah? Nunca he besado a una doncella.

—Lo sé, no tienes que decírmelo. Pero somos novios y los novios se besan.

En ese momento yo enmudecí. También sabía que en breve tenía que irme a mi casa, no podía estar tan tarde en casa de los Yelius.

—Jim, me gustaría que mantuviéramos por un tiempo nuestro noviazgo en secreto—me comentó Lilah y me sentí sorprendido por lo que me estaba pidiendo.

Yo por mi parte quería gritar a todos los reinos nuestro noviazgo, deseaba que cada ser viviente supiera que yo tenía como novia a la doncella más bella. Pero estaba tan feliz que lo que me estaba pidiendo Lilah no me hizo sentir turbado. De hecho, ella me empezó a explicar la razón de ello, y era porque quería que la comarca no estuviese hablando detrás de sus espaldas sobre el hecho de que no se hiciese novia del Caballero Águila quién estuvo cierto tiempo pretendiéndola. También me comentó que le preocupaba un poco acerca de mi edad, ya que yo era menor que ella por cinco  años. Era cierto que la edad no importaba en las cosas del amor, pero mayormente eso se decía para cuando los hombres eran mayores que sus doncellas y no el caso contrario.

—No tienes por qué preocuparte por la edad. El amor es eterno. Además, no es mucho la diferencia—dije y tuve la osadía de tomar su mano mientras seguíamos sentados en el banco bajo la custodia de la noche y el brillo de la hermosa luna.

—Gracias, Jim.

—Bueno, mi hermosa Lilah. Tengo que irme, aunque realmente quisiera pasar una eternidad sentado aquí, a tu lado.

—Yo también quisiera quedarme aquí, a tu lado.

Luego de escuchar a Lilah me levanté del banco para irme. Ella se levantó también, yo quería besarla pero no me atrevía.

—Ya va a ser tarde, tengo que irme a casa—comuniqué pero mi mente solo decía: “quiero besarte” o “¿te puedo besar?, entonces dije: — ¿Te puedo besar?

—Eso no se pregunta, Jim. Un beso se da.

Y a continuación Lilah se posó encima de una piedra a fin de estar a mi altura, tomó mi mano y me guió hacia ella. Nuestros cuerpos quedaron muy cerca, nuestras ojos reflejaban las llamas de las antorchas, y aun cuando nuestros labios estaban muy próximos no me atrevía a dar ese paso, pero sentía una especie de atracción muy fuerte, es como si mi boca se estuviera gobernando ella sola y entonces tenía que hacer un gran esfuerzo para no tocar sus labios con los míos. Lilah cerró sus hermosos ojos y yo me quedé un instante contemplando sus párpados y sus labios. Luego ella abrió sus ojos para cerrarlos nuevamente, esta vez aproximando sus labios a los míos, yo, por instinto cerré los míos también, y sucedió: sentí sus labios y lo que experimenté fue una sensación de suavidad como nunca antes la había sentido, esa suavidad iba acompañada de una especie de rocío que provenía del centro de sus labios.

—Es suave—alcancé a decir luego del beso, ella sonrió y esta vez fui yo quien aproximó sus labios para repetir aquella fantástica sensación.

Después de algunos besos más, tuve que hacer un gigantesco esfuerzo para irme a mi casa. Había ido yo mismo, acompañado de Lilah, a buscar mi noble caballo. Para despedirme de Lilah la besé en su suave y cálida mejilla. La hubiese besado en sus labios para la despedida, pero ella quería mantener en secreto la relación y cómo estábamos en ese momento en el patio principal de su casa, tuve entonces que conformarme con tocar su mejilla con mis labios.

Mientras iba cabalgando hacia a mi hogar, sentía que Humo era un caballo con grandes alas que me estaba paseando a través de las nubes que empezaban a cubrir la noche. Iba recordando cada detalle de los besos, el tacto de sus labios, su rocío de miel, la agradable fragancia y calidez de su aliento. Era y me sentía el joven más feliz de todos los reinos. Tenía novia y estaba profundamente enamorado de ella, tenía ganas de gritar a todos los confines de la tierra que tenía novia, pero a mi mente acudía la promesa que le había hecho a Lilah de mantener en secreto nuestra relación, no sabía que el secreto formaba parte de una relación y más cuando un par de jóvenes son novios y se aman y no tienen nada en su contra, salvo una diferencia en la edad  y la posible opinión no favorable de la población de nuestra comarca. Pero tengo que decir  que empezó a ser muy difícil tener que mantener en secreto una relación que me desbordaba de felicidad y que me llenaba de orgullo por ser el aprendiz a caballero que podía besar los labios de la doncella más hermosa. Entonces sentí que al menos tenía que decirle a alguien sobre nuestra relación o si no mi mente y mi corazón iban a romper en pedazos.




Capítulo VIII.

 

 

—Entonces tú eres el Caballero Blanco—dijo Lino, un comandante de las fuerzas que me habían capturado previo a mi muerte. Era un hombre tan alto como yo, pude notar que le faltaban la mayoría de sus dientes y además su aliento apestaba, muy a pesar que hablaba a dos cuerpos de mí. Detrás de él estaba un horrible orco, quien supongo era su guardia personal. Este orco sostenía una muy afilada hacha que era tan grande como su cabeza.

Yo me encontraba con grilletes en mis tobillos y muñecas, esperando tal vez lo que un tiempo llevaba añorando, la muerte.

—Sí, soy el Caballero Blanco del Reino Púrpura de la Comarca Gris, de quién no eres digno de tener como prisionero—contesté a pesar de mis escasas fuerzas.

— ¿Digno? ¿Piensas que no soy digno de ti?—el comandante se acercó hasta mí y pude percibir completamente el hedor de su putrefacta boca. Luego dio la vuelta y comenzó a reírse con energía. — ¿Has escuchado eso, Kano?—Lino se estaba dirigiendo ahora al orco, el cual empezó a reírse también.

—Si no estuviese atado, ahora mismo tu cabeza estaría sobre el piso. Y tu fétido aliento ya no sería un problema—advertí.

—Caballero Blanco, Caballero Maldito, debo decir—volvió a hablarme Lino—. Realmente no eres digno de nadie y estoy pensando en no desperdiciar las flechas de mis arqueros en ti. Creo que sería mejor que Kano te cortara la cabeza con un hacha diferente a la de él. Porque creo que él no quiere ensuciar la suya con tu sangre… ¿Verdad que no, Kano?

—No mi señor, no quiero ensuciar mi hacha con la sangre de ese caballero—respondió el orco quien me miraba con indiferencia, luego escupió al piso como gesto de profundo desprecio.

Yo me empecé a llenar de ira, la verdad quería cortar las cabezas de ambos, pero no podía librarme de los pesados grilletes.

—No desperdicies energías en la ira, Caballero Blanco—dijo Lino— En cuatro días serás ejecutado y ni siquiera notificaremos sobre tu muerte a nuestro reino. Ni siquiera serás el recuerdo de alguien, solo serás basura del Reino Púrpura, serás nada, porque ya eres nada. Por cierto, en diez días caeremos sobre tu comarca, y ya no será La Comarca Gris, creo que se llamará la Comarca Roja. Y según entiendo, vuestra madre aún vive.

— ¡Maldito seas, asqueroso rufián!



Capítulo IX.

                                        

 

Le había dado mi palabra a Lilah de no contarle a nadie que éramos novios y sentí que si faltaba a mi promesa ella podría terminar conmigo, entonces todo mi arduo esfuerzo que di para conquistarla podría venirse abajo, pero como dije antes, sino le contaba a alguien de mi relación con ella sentía que mi corazón iba a reventar en pedazos. ¿Qué debía hacer entonces?, tenía a mi amigo Tros para compartir esta noticia y desde luego también estaba mi amada madre, en quién yo tenía más confianza de su silencio.

Cuando llegué a la parte más concurrida de la comarca pasé por la taberna del viejo Gazo y me fijé que todavía estaba apeado en ese lugar el caballo de Tros. No solía entrar a tabernas porque no era bebedor de vino, sin embargo quería al menos ver a mi compañero y mejor amigo. Me adentré al lugar y pude divisar con prontitud a Tros, fue fácil hacerlo, solo tenía que ver donde había mayor cúmulo de mujeres rodeando a un hombre.

— ¡Allí viene el joven más talentoso de aprendiz a caballero!—exclamó Tros cuando me vio, sostenía un enorme tarro de madera repleto de su bebida favorita—. Compañero, sí has entrado a este lugar solo significa una cosa: has decidido tomarte un tarro de vino con tu mejor amigo. ¡Mujeres, brindemos por eso!

Tros estaba visiblemente bebido, pero sé que estaba totalmente en sus cabales, de hecho, en ocasiones vi pelear a mi amigo en ese estado y lo hacía mejor que cuando estaba sobrio durante los entrenamientos de la Escuela de Caballeros.

—No amigo, no he venido para tomar vino, yo…—contesté y terminé de acercarme hasta donde se encontraba. Vi entonces que estaba tomando con dos soldados que eran guardias en la Escuela de Caballeros, quienes de seguro se encontraban en sus días libres también.

— ¡Entonces quieres decir que has entrado aquí por una cosa! ¡Así que brindo por eso!—luego que Tros exclamara esas palabras me miró fijamente, discerniendo en mi mirada lo que era obvio—. ¡Amigos, amigas, voy a brindar por eso! ¡Bien Jim, ya eres todo un hombre! ¡Y ahora tienes a alguien por quien  luchar todas tus batallas y tu espada se llenará  de gloria!

Tros me conocía a la perfección, no mejor que mi madre pero me conocía bastante para leer en mis ojos que la felicidad que me embargaba era inconmensurable y que solo se debía a una cosa: que había logrado que Lilah fuese mi novia.

Pero me empecé a sentir culpable por haber entrado a esa taberna, recordé las palabras de Lilah sobre mantener por un tiempo en secreto nuestro noviazgo. Solo me pidió eso y ahora Tros me había pillado.

—Tros, quiero hablar contigo—solicité a mi amigo.

—Hazlo compañero.  Soy todo oído.

—Pero quiero que hablemos a solas.

Tros percibió la seriedad en mis palabras, así que cambió con prontitud su semblante.

—Claro, Jim. Hablemos en ese rincón, la mesa de allí está desocupada.

Tros se tambaleaba un poco, pero sé que dentro de su mente estaba hasta más sobrio que yo.

La tabla de la mesa desprendía un ligero olor a rancio, era una mezcla de cerveza y vino derramado que había sido limpiado miles de veces. Tros dio un trago a su tarro y luego me miró fijamente pero con una leve sonrisa que se podía apreciar en las comisuras de su boca.

—Tros, tú me conoces muy bien, pero he prometido a Lilah no contarte algo, y de hecho, la promesa es no contarle a nadie—le comuniqué a Tros y él siguió mirándome fijamente sin dejar de sonreír levemente.

— ¿Y eso que no puedes decir qué será, mi mejor amigo?—Tros arqueó una de sus cejas.

—Es que no te puedo decir.

—Mmm, voy a tratar de entender. ¿Hicieron algo indebido, algo así como lo que hace una mujer y hombre cuando…?

— ¡No Tros! Jamás—exclamé—. No le haría a ella semejante cosa.

—Calma, amigo, no fue mi intención, es que debes saber que estoy tratando de adivinar—dijo Tros y luego dio otro trago a su tarro con vino—. Bueno, sino es eso, qué más pudiera desear una doncella que mantuvieras en secreto. A ver, entonces es que… ¡ya sé! qué mantengas en secreto el noviazgo.

Tros notó el cambio de mi semblante ante su última suposición.

—Eso es Jim, eso es—dijo Tros—. Ahora, ante esta promesa bajo la cual te encuentras, no podrás decir que lo que supongo es cierto o verdadero. Y como somos próximos caballeros, no podemos romper una promesa, suponiendo claro, que tal fuese la promesa.

Tros siguió hablando y lo hacía de una manera que solo daba rodeos.

—Y cuando suceden estos casos—Tros continuó hablando—, se debe a que la doncella,  bueno Jim, no tiene importancia lo que fuese a decir del asunto, esto es lo que es y listo. Confiemos en ella. Y por cierto, nunca te había visto tan feliz y si quieres mantener esto en secreto, si fuese lo que es o lo que no es, tienes entonces que tratar de verte normal.

¿Verme normal? Eso fue un gran desafío para mí, tratar de disimular mi felicidad desbordante. Al menos me sentía algo más calmado al saber que Tros ya lo sabía, es como si hubiese depositado en él parte de esas emociones que haría que mi corazón reventara en pedazos. Podía seguir con mi vida cotidiana al saber que alguien sabía de mi noviazgo con Lilah, aunque oficialmente nunca le dije a mi amigo que éramos novios.  En cierta manera pude desahogar las emociones de mi corazón y a la vez mantener mi promesa. Por parte de Tros, él jamás compartiría un secreto mío, aun cuando hubiese bebido un barril entero de vino o lo estuviesen torturando los soldados de Lord Siniestro.

Esa noche me despedí de mi amigo, deseándole lo mejor y dándole gracias por entender todo sin tener que dar explicaciones de mi parte. Aunque debo confesar que quedé algo intrigado sobre los motivos por el cual una doncella quisiera mantener en secreto un noviazgo; Tros no quiso seguir hablando de ello y yo no quise dar vueltas a ese asunto, “era lo que era y listo”, así dijo mi mejor amigo. Yo solo me iba a dedicar a una cosa: a ser feliz y a escribir muchas cartas a mi amada y bella doncella.

  

Capítulo X.

 

 

Cuando se está verdaderamente enamorado no existe carga pesada que pueda afectar tus hombros, y esto lo pude notar en los entrenamientos más duros dentro de la Escuela de Caballeros. Uno de estos entrenamientos consistía en marchar por cuatro horas continuas con una incómoda y vieja armadura, cargando además la espada, el escudo y el yelmo. Teníamos que marchar a paso ligero, simulando una persecución en contra nuestra y a la vez avanzar para rescatar a alguna comarca o una aldea que estuviese en peligro. La fatiga y la sed parece desgastar el espíritu del caballero, pero mis pensamientos y mi corazón solo estaban puestos en Lilah, en su bello rostro,  en su dulce voz y en la infinitud del azul de sus mágicos ojos. La vieja armadura con que marchaba durante el entrenamiento se me había hecho ligera así como el pliego donde plasmo las letras para mi novia.

Éramos cuarenta aprendices a caballeros que estábamos marchando a paso ligero y yo iba al frente del grupo junto a nuestro maestro de infantería; mi amigo Tros iba en el medio, pero notaba que cada vez se retrasaba más, y eso se debía a que anoche había bebido en secreto abundante vino dentro de la Escuela de Caballeros. Espero que algún día él deje el vino y que también solo pueda tener corazón para una sola doncella y no para tantas mujeres de fácil vivir; me imagino lo poderoso que sería como guerrero si dejase aquellos malos hábitos.

— ¡Aligeren más el paso! ¡De ello depende la vida de mujeres y niños!—había gritado nuestro maestro de infantería, quien era un caballero de más de sesenta años de edad, pero con la energía de un corcel.

Aumentamos el ritmo de nuestra marcha, las viejas armaduras de todos los aprendices era una disonancia de ruidos metálicos, afortunadamente tales armaduras  ya no se usaban para el combate real, pero hay que reconocer que eran muy resistentes ante las flechas y espadas, casi tan resistentes como las nuevas aleaciones de metales como las recientes creaciones de los ingenieros del Reino del Norte.

Mientras íbamos a un nuevo paso ligero giré mi mirada a mis espaldas para ver por dónde venía Tros, entonces me percaté que esta vez iba de último en el grupo, y al mirarlo inmediatamente me sonrió y me hizo señas de que estaba en esa posición para cuidar nuestra retaguardia, pero entonces me percaté que algo no estaba bien, la elevada maleza cercana a Tros y de los que iban cerca de él, se empezó a mover. Vi como Tros desenvainó su espada y gritó:

— ¡Emboscada!

Todo el grupo se giró hacia la retaguardia al mismo tiempo y a la vez desenvainaron espadas y cubrieron el perfil izquierdo de sus cuerpos con sus escudos. La maleza se seguía moviendo pero aún no se sabía lo que era. De pronto un aprendiz que se encontraba cercano a Tros vociferó:

— ¡Bestias, son bestias!

Rápidamente nos agrupamos en una filosa y sólida masa metálica. Las bestias venían por nosotros.

Me preocupé  por Tros, él había estado visiblemente cansado durante la marcha y ahora las bestias concentrarían sus ataques por donde él estaba. Quería ir hasta donde él se encontraba, pero ya había fijado mi posición y de abandonarla haría que desde allí fuese el punto de quiebre.

Las bestias eran feroces híbridos  entre hienas y bramadores, sus dentadas y filosas fauces podían atravesar la mayoría de las armaduras y sus garras eran dos veces más grandes que la de los leones y su fuerza era tan abrumadora como la de grandes osos. Nadie querría encontrarse jamás con las bestias las cuales habían sido creadas con un único propósito: acabar con las fuerzas y la población del Reino Púrpura, el Reino del Norte y el Reino de Los Meridianos.

Cuando las bestias nos embistieron, sentí como si una gran carreta con diez caballos nos arremetiera, pero aun así seguíamos siendo una masa sólida de hierro y filosas y grandes espadas. Éramos como un puercoespín, nuestras viejas grandes espadas empezaron a lacerar a las bestias, las cuales eran un total de tres.

Estos salvajes animales no huían de nosotros al ser laceradas por nuestras armas, todo lo contrario, aumentaban su ímpetu de ataque. Era como si nuestras espadas las fortalecieran. Hasta que sucedió, las bestias habían logrado dispersarnos y hacernos débiles. Nuestro maestro de infantería quien sostenía una larga y afilada pica, la  arrojó con todas su fuerza a una de la bestias en un costal del animal y éste emitió un rugido de dolor, ya estaba herido de muerte pero no teníamos más picas, así que las otras bestias empezaron a hacernos daño. Entonces vi que Tros estaba en problema y como ya estábamos dispersos corrí hasta él. Una de las bestias con sus poderosas fauces machacaba el escudo de mi amigo, entonces yo caí con mi espada sobre el cuello de la bestia, haciéndole una importante herida, luego esta bestia fijó su atención en mí y soltó el escudo de Tros. Por reflejo había interpuesto mi escudo entre mí y las fauces del animal, sentí la violencia de sus dentelladas. De pronto sentí un dolor en mi rostro, la bestia me había rozado con su potente garra.

— ¡Muere, bestia maldita!—exclamó Tros y después, con todo su ímpetu, enterró su espada en el cuello de la bestia y ésta rugió de dolor y de ira al mismo tiempo, soltando mi escudo y volviéndose hacia mi amigo. Pero ya la bestia estaba herida de muerte, así que procedí a rematarla con mi espada en uno de sus costados.

La bestia se desplomó, aun respiraba profusamente, pero ya no se movía. Entonces Tros sacó su espada del cuello del feroz animal y procedió a enterrarla nuevamente, esta vez sobre el costado del animal donde la había herido hace un instante. Aquel monstruo de Lord Siniestro  había dejado de respirar y sus ojos de bestia se fueron cerrando.

— ¿Estás bien?—me preguntó mi amigo.

—Sí, creo que lo estoy.

—Estás sangrando en tu rostro—me indicó Tros.

—Tú también lo estás.

—Ha sido solo un rasguño, descuida.

Tros y yo habíamos corrido con buena fortuna, pero lamentablemente varios aprendices habían sido herido de muerte por las fauces de las bestias.


                             

                         Capítulo XI.

 

 

La noticia del ataque de las bestias se había extendido velozmente por todo el Reino Púrpura. Inmediatamente nuestro rey había desplegado escuadrones de cazadores para recorrer los bosques del reino en busca de bestias y otras alimañas de Lord Siniestro.

En cuanto a nosotros—los aprendices que estuvimos bajo ataque y nuestro maestro de infantería—fuimos homenajeados en la comarca, y además habíamos recibido la alucinante invitación de nuestro rey para cenar entre sus invitados de honor.

Las notables cicatrices en la cara de Tros y en la mía se habían convertido en trofeos permanentes; y quién sacó más provecho de ello había sido mi amigo, que esta vez las mujeres lo empezaron a buscar a él y no él a ellas. Su cicatriz estaba del lado derecho de su rostro y la mía en lado contrario, no obstante eran bastante semejantes, como si hubiésemos sido marcados por la vida para un propósito definido. A Lilah  no le gustaba mi cicatriz, para ella no era una señal de valor sino más bien un signo de que tuvimos al borde de la muerte, lo que le serviría de recordatorio a ella que estaría en el futuro bajo continua angustia.

Con respecto a mi relación con Lilah, a pesar que estaba bajo secreto, marchaba de una manera deliciosa para mi vida, constantemente me sentía embriagado de amor y de felicidad, mis ojos no podían admirar la belleza de otras doncellas porque solo estaban consagrados para ella.

Pero sucedió que un día, que varios pobladores en nuestra comarca se habían enterado de alguna manera que Lilah y yo éramos novios, entonces a partir de allí Lilah había cambiado para conmigo, incluso, me había acusado que fui el culpable de que se enteraran de nuestra relación.

—Jim, me habías hecho una promesa. Me prometiste que no le dirías a nadie sobre lo nuestro—me dijo ella en una cálida tarde que fui hasta su casa.

No hallaba que alegar en mi defensa porque realmente había roto mi promesa, le había contado a una sola persona, a mi mejor amigo; no obstante, yo estaba seguro que él no le dijo a nadie, pero cómo podía decirle que no había roto su promesa, a menos que le mintiera, aunque en cierta forma ya le había mentido al romper mi promesa. Sentí que había quebrado su confianza, fue como quebrar copas de fino cristal, que una vez rotas ya no se pueden juntarse otra vez.

— ¿Tú no le has contado a nadie?—respondí con una pregunta.

—Sabes que no. Esto solo lo sabe mi hermana, y ella jamás le diría a nadie—contestó ella.

Esa era la misma respuesta que yo podía darle: “solo lo sabe mi mejor amigo, y él jamás le diría a nadie”. Y al final esa fue la respuesta que le di; luego sentí que el tierno brillo de sus ojos se había apagado y en su lugar aparecieron un par de ojos azules centellantes y cargados de enojo, acompañado de algunas palabras hirientes por su parte.

Cuando estaba cerca la noche ya había partido camino a mi hogar, mi corcel Humo iba al paso de mis pensamientos, los cuales eran pausados y llenos de conjeturas. Comencé a presentir que se acercaba el final de mi hermoso noviazgo, aunque por otra parte me negaba ante tal inminente hecho y me aferré a que ella podría perdonarme y juntos podíamos encontrar una solución; pero por otro lado me cuestionaba a mí mismo: “¿por qué mantener una relación en secreto?, ¿es que acaso yo le avergüenzo por ser un simple aprendiz?, ¿o es porque mi edad es inferior a la de ella?,  ¿o es que acaso…?”. Seguí haciéndome preguntas sobre el porqué de mantener un noviazgo en secreto y por primera vez empecé a sentir enojo.

Cuando llegué a casa traté de fingir normalidad ante mi madre. La cena estaba preparada. Me había preparado pan de leche con estofado de cordero, y sobre la mesa había abundante frutas. El delicioso estofado de mi madre hizo que se me hiciera más fácil fingir y así ocultar mi preocupación.

—Pareces preocupado—me dijo mi madre cuando iba por la mitad de mi estofado.

Yo estaba seguro que no mostraba cara de preocupación, pero debo reconocer que mi madre tiene un gran poder para discernir mis pensamientos y mis emociones.

—Estoy algo ansioso por lo de la cena con nuestro rey, no sé cómo comportarme cuando esté dentro de su palacio y mucho menos al compartir la misma mesa que él.

Mi madre no comentó inmediatamente ante mi respuesta, de la cual yo sabía que ella no estaba conforme, no obstante, ella me dio su opinión con respecto a mi ansiedad de cenar con nuestro rey.

—Yo también estaría muy nerviosa, hijo, no es para menos. Tú tío cenó un par de veces con nuestro rey. El rey era apenas un jovencito, tal vez tres años menor que tú. Y aun cuando tu tío era el Caballero Gris y hubo peleado cientos de batallas, aun así estaba nervioso de compartir la mesa con un rey que además podía ser su hijo.

Escuchaba con mucha atención a mi madre, me encantaba cuando hablaba de mi tío quien labró su investidura de caballero a fuerza de coraje y honor, convirtiéndose en el primer caballero de la familia y que gracias a sus grandes proezas a mí se me permitió estudiar en la Escuela de Caballeros muy a pesar de no tener grandes riquezas y mucho menos ser de linaje azul.

—Creo que también te preocupa otra cosa, hijo. Pero tal vez no quieras contarme, por ahora.

Yo hice como el que no escucha, seguí comiendo mi estafado con pan de leche, y cuando terminé tomé dos frutas y me dirigí a mi aposento luego de darle un beso a mi madre en la frente. Una vez en mi lecho comencé a meditar acerca de mi relación con Lilah y sobre el hecho de que ya muchos sabrían de nuestro noviazgo, incluso mi madre y la familia de ella.

La familia de Lilah es de buena casta, tal vez se habían enterado de que éramos novios, pudiéndose así sentir amenazados por mi condición humilde, y a lo mejor eso es lo que preocupaba a mi novia, aunque lo veía muy difícil, ellos no son una familia de mantener distancia con familias humildes, siempre y cuando sean familias de honor.

Solo me quedaba un día libre, el día después de mañana tenía que presentarme en la Escuela de Caballeros. Casi no pude dormir esa noche, empecé a presentir con intensidad que al siguiente día Lilah terminaría conmigo.

 

 

 

Capítulo XII.

 

 

A la mañana siguiente, cerca de la hora del almuerzo, había llegado a mis manos una carta de Lilah la cual había sido traída por uno de sus siervos.

—La señorita Lilah le envía esta carta—me dijo uno de sus siervos al entregarme un pequeño pliego enroscado y atado con un pequeño lazo de color rojo.

Mientras veía al siervo partir en su caballo supe lo que sucedería, pero aun así mantenía algo de testaruda esperanza.

 <<Querido Jim, te escribo estas letras porque deseo verme contigo al empezar la tarde en la plaza frente a la casa de refugio de nuestra comarca>>.

En la carta solo estaban escritas esas palabras. Para un joven enamorado lo que escribió ella se podía interpretar de muchas maneras, pero al final me decidí por dejar que llegara el encuentro y  saber  lo que ella tenía pensado decirme.

Me encontraba muy ansioso previo al momento del encuentro, así que me dediqué a las faenas de mi hogar para tratar de tener mis pensamientos ocupados en algo que no fuese Lilah, sino hacía eso  sentía que la cabeza y el corazón me iban a estallar. Cuando se estaba acercando el atardecer  tomé mi caballo y me dirigí hasta la casa de refugio. Había llegado temprano pero ya ella estaba allí esperándome. Me alegré mucho al verla, estaba hermosa pero su mirada no era la misma y su semblante era serio. Al apear mi caballo junto al de ella me acerqué hasta su presencia y besé su delicada y blanca mano, y luego de dirigirnos palabras de saludos y de preguntar por nuestro bienestar ella fue directa al asunto:

—Hola Jim, gracias por venir.

—De nada Lilah. Nunca me resulta difícil venir a tu encuentro.

—Jim—ella hizo una ligera pausa como para tomar fuerzas por lo que me iba a decir—. Te cité a este sitio y a esta hora porque quiero decirte que ya no quiero ser tu novia…estoy terminando, Jim.

Si antes—cuando nos hicimos novios—había sentido un ambiente de plena felicidad iluminado por los sentimientos de mi corazón, ahora sentía que mi ambiente se empezaba a llenar de frío y oscuridad.

Después de escuchar su explicación del porqué terminaba conmigo, me quedé pensando un instante el hecho de que ni siquiera habíamos tenido más de treinta días de noviazgo. Y las razones de esa ruptura,  fueron cosas como el hecho de haber roto mi promesa, mi inmadurez como joven, nuestra diferencia de edad, y otras cosas más que no fueron explicadas con claridad por ella. Al final comprendí que cualquier error que hubiese cometido en nuestra relación sería magnificado en gravedad a fin de que ella se aferrara de allí para dar término al noviazgo.

Lilah además me dijo que  también quería tomarse un año para pensar sobre nuestra relación, es decir, yo tenía la esperanza de que ella volviese a mí luego de un largo año, y digo largo año porque a partir de esa cita supe y sufrí en carne propia lo que era un desamor o despecho, así que los días se convirtieron en algo muy pesado de sobrellevar, mis recuerdos con ella me torturaron y a la vez me brindaban alivio, los pequeños objetos que Lilah me había regalado me causaban mucho dolor al verlos y si dejaba de verlos entonces el corazón me dolía más. Lo único que pudo brindarme algo de alivio real, eran los días en la Escuela de Caballeros y mi amigo Tros que siempre se esforzó por estar a mi lado.

— ¡Vamos Jim! Este no eres tú, jamás te había ganado dos combates seguidos y mucho menos tres. Tienes que poner tu mente aquí, en el ahora. Si quieres pensar en ella allí tienes las largas noches en tu lecho y los días que nos den libres.

Tros sabía por lo que estaba pasando, él era mucho más maduro que yo, muy a pesar de su vida libertina, pero también sabía que debía dejarme pasar por la tortura del desamor, era algo que yo debía superar. Entonces comprendí con el tiempo que los desamores van envolviendo al corazón con una fina pero eficaz armadura contra las próximas desilusiones.

Por otra parte, pronto iba a conocer a nuestro rey en persona y existía la posibilidad de encontrarme con el Mago de los Bosques quien era el hermano amado y admirado de Lilah.

 

 

Capítulo XIII.

 

 

Nunca en mi vida había visto tantos soldados y caballeros juntos como aquel día que nos presentamos en Ciudad Marfil, capital del Reino Púrpura. Los soldados y caballeros parecían estar muy orgullosos de sus relucientes armaduras y armas concedidas por nuestro monarca el Rey Turkiola. Había dentro de la ciudad una gran cantidad de bellas doncellas haciendo compras en diferentes partes o simplemente paseaban a pie para mostrar  a los guerreros del rey sus destacados y delicados vestidos de seda o de algodón, con la esperanza de ser cortejadas para lograr el sagrado matrimonio. A pesar que estas doncellas eran bellas y atractivas, mi corazón y mis ojos seguían estando bordados al alma de Lilah; yo no quería sentirme así, pero los recuerdos y la fragancia natural de ella perseguían mi mente en casi cada instante del día.

Cuando llegamos a los portones del Palacio de Marfil (palacio del Reino Púrpura), habíamos sido recibidos con honores por una comisión muy cercana al rey. Noté que las armaduras de los guardias del rey eran aún más relucientes que la de los guerreros fuera del palacio  y estos guardias también llevaban una muy elegante capa de seda color púrpura con finos encajes dorados y los yelmos que tenían puestos parecían bastante ligeros y cómodos de llevar.

Una vez en el interior del palacio fuimos recibidos por un hombre de elevada estatura con finos y afeminados modales; era uno de los mayordomos del Rey Turkiola quien nos mostraba gran parte del interior del palacio. En eso pasó antes nosotros un hombre tan alto como el mayordomo pero iba vestido de una túnica de un color verde muy vivo, su presencia irradió algo que llamaba mucho la atención, y a su alrededor iban dos soldados en actitud de estar cuidándolo. A mi mente había llegado la idea de quién era ese hombre, pero confirmé con el mayordomo haciéndole una pregunta:

— ¿Quién es ese hombre que ha pasado cerca de nosotros?

—Ese hombre es el mismo Galoss, mejor conocido como el gran Mago de Los Bosques—me respondió el mayordomo con sus finos modales afeminados.

Sentí inmediata admiración por el hermano mayor de Lilah y deseé algún día trabajar directamente para el rey, imaginé en ese momento que debía ser una experiencia alucinante y llena de gloria estar a las órdenes directa de nuestro rey. Por otro lado quise dirigir algunas  palabras al Mago de Los Bosques, decirle que había tenido el privilegio de haber sido novio de su hermana Lilah y que ella es una gran mujer. Pero qué importancia tendría para el Mago de Los Bosques el saber que un aprendiz a caballero había sido novio de su hermana, tal vez ese hecho le causaría molestias, porque de seguro tendría al Caballero Águila como prospecto para Lilah.

Luego que hubimos conocido el interior del Palacio de Marfil, entramos a un gran salón que tenía en el centro una larga mesa de fina madera, y sobre ella estaba dispuesta una lujosa vajilla. Este salón era bastante fresco, entraba una agradable corriente de aire que invitaba a tener los pensamientos más nobles e inspiradores. Había muebles que nunca había visto en mi vida y ni siquiera los había imaginado. Todo era exquisito y muy bien trabajado. El mayordomo nos invitó a ocupar las sillas reservadas para nosotros que estaban a la mesa. Entonces a partir de allí comenzó un desfile de diferentes tipos de comida. Me impresionó ver varios cerdos y corderos asados con manzanas en sus bocas, de estos se desprendía un humo aromatizado de buena leña y el olor a carne asada de esos animales. Después empezaron a traer pollos y pavos, posteriormente llegaron otras delicias como estofados, panes, vegetales y diferentes alimentos más. Jamás había visto tanta comida junta y dudo que mis compañeros tampoco. En eso el mayordomo quien era nuestro guía dirigió algunas palabras ante nosotros, de cómo debíamos comportarnos ante el rey, y que además no podíamos dirigirle la palabra al rey a menos que él la solicitara. Tampoco debíamos tener actitud de mendigo ni nada parecido y debíamos usar un vocabulario limpio de acuerdo con nuestra futura investidura. 

Al poco tiempo de las instrucciones del mayordomo empezaron a llegar algunas personas que por su vestimenta y comportamiento de seguro eran muy cercanos al rey, entre ellos estaba Galoss quien tenía un modo solemne. Luego hizo acto de presencia el mismo Rey Turkiola quien me sorprendió al estar vestido con ropas sumamente modestas y que de no ser por su corona y porque conocemos su rostro por retratos, jamás hubiésemos sospechado que era el monarca del Reino Púrpura. Su gracia y su actitud también eran modestas, pero aun así era correcto en sus modales, las tallas de su estatura y de su cuerpo eran medianas, contrario a los retratos donde lucía más alto y corpulento.

 — ¡Antes ustedes nuestro magnánimo Rey Turkiola!, monarca de todo el Reino Púrpura y General Absoluto  de las Fuerzas del Sur—anunció nuestro mayordomo guía y a continuación todos los presentes que estábamos sentados a la mesa nos pusimos de pie.

Después que el rey se sentó en su silla, la cual era un poco más alta que las nuestras, procedimos entonces a sentarnos nosotros.

—Mi muy estimados y queridos, futuros caballeros—el rey se empezó a dirigir a nosotros—.  Los he invitado a esta cena para homenajear su victoria ante la emboscada de las bestias de Lord Siniestro. Sí ustedes como aprendices pudieron repeler ese ataque, entonces ya los puedo imaginar como caballeros investidos. También tengo conocimiento que, ya tienen un combate ante las tropas de Siniestro, combate que se llevó a cabo en las cercanías de la Comarca Gris y que estuvieron bajo el mando del Caballero Águila.

Y allí iba más gloria para el Caballero Águila de quien estaba seguro que el Mago de Los Bosques quería como novio y esposo para Lilah.

—A mis oídos también llegó información—continuó hablando el rey—, que los aprendices Jim y Tros dieron muerte con sus espadas a una bestia—cuando el rey dijo esas palabras me sentí sorprendido, pero sobre todo abrumado—. Estos dos aprendices ahora, de manera curiosa, comparten dos cicatrices muy similares, uno de ellos la tiene en su mejilla derecha y el otro en la izquierda. ¿Se pueden levantar estos dos aprendices?—ordenó el Rey Turkiola.

Realmente estaba abrumado, sentí como los ojos de los presentes detallaban a Tros y a mi persona. Con seguridad mi rostro estaba hecho un tomate maduro.

—Quiero darles las gracias por vuestro coraje—nos dijo el Rey Turkiola—, pueden levantarse el resto de los aprendices—ordenó luego el rey.

El Rey Turkiola había continuado su discurso el cual había sido profundamente inspirador e hizo especial hincapié en los aprendices que habían ofrendado sus vidas, a estos les llegarían honores a sus hogares por parte de la más alta comisión del rey y recibirían  un especial presente para sus padres. Posteriormente empezamos a cenar.

Vaya comida estaba sobre la mesa, la abundancia era tan grande como lo había sido la habilidad de los cocineros para sazonar aquellos alimentos. Mientras comíamos me pude percatar que el rey era un hombre sencillo en sus modales y compartía con sus acompañantes como si fuesen amigos muy cercanos, tal como Tros y yo compartimos. Luego me enteré que ese salón donde estábamos cenando era solo para invitados y ocasiones especiales, que el rey comía en un salón que solo tenía el mínimo de lujos y de comodidades. También supe que el rey pasaba el mayor tiempo de sus día en ocupaciones para planear y tomar decisiones encaminadas en derrotar a Lord Siniestro y también en dar solución a los problemas más comunes de su propio reino, los cuales no cesaban nunca, pero que él se esforzaba en mantenerlos a raya.

Cuando terminó la cena y después que cada aprendiz tuvo la oportunidad de estrechar sus manos con las del rey y recibir de él palabras personales que fueron a la vez de aliento y de consejo, fuimos dirigidos a lo que sería nuestros aposentos por una noche. También habíamos tenido permiso de salir algún momento a la ciudad a fin de divertirnos un poco. Yo decidí quedarme en el palacio y así tuve la magnífica oportunidad de acercarme al Mago de Los Bosques quien se encontraba en la biblioteca del palacio leyendo algo sobre los orígenes del mal y también cómo llegó Lord Siniestro a convertirse en quien era.

— ¿Qué deseas aprendiz?—me preguntó el Mago de Los Bosques quien ni siquiera volteó para verme, solo continuaba leyendo su libro sentado a una amplia mesa, la cual que parecía muy agradable para el estudio.

—Hola, soy Jim. Solo quería tener el privilegio de conocerle e intercambiar algunas palabras con usted…es que usted es, usted es el Mago de Los Bosques.

—Soy solamente un hombre que aprende magia continuamente. Soy solamente eso—me contestó el hermano de Lilah sin mirarme aun al rostro. Luego me paré al frente de Galoss.

El Mago de Los Bosques daba la impresión de ser un hombre poco accesible pero aun así él me había preguntado qué deseaba, así que le había expresado de manera directa y sin rodeo alguno que deseaba hablar con él.

—Deseo hablar con usted, señor  Galoss.

—Puedes hacerlo—me contestó sin mirarme—. Sabes mi nombre—dijo luego.

—Usted es de la Comarca Gris, de donde soy yo. Y creo que todos allí sabemos su nombre, estamos orgullosos de usted, además, tuve el honor y el privilegio de haber sido novio de su hermana menor, Lilah.

— ¿De Lilah?, ¿mi bella hermana?—susurró Galoss, aún no me miraba a mis ojos. Yo no quise responder a su susurro, era obvio que estaba pensando en voz alta.

Luego de haber dicho que había sido novio de Lilah y notar que aquel conocimiento no hizo más que causar más molestia, tuve sentimientos de arrepentimiento por haberlo mencionado.

Hubo un largo silencio, Galoss pasó la siguiente página del libro que estaba leyendo y después levantó su vista para mirarme, sus ojos eran del mismo azul de los de su hermana, con la diferencia que eran más grandes.

—Aprendiz Jim, estoy estudiando. Necesito aprender algo que  me urge.

Galoss se mostró imperturbable, y con sus últimas palabras me estaba diciendo que tuviese la gentileza de dejarlo solo en su estudio. Yo me despedí con amabilidad y no intenté para nada esperar su opinión sobre mi pasado noviazgo con su hermana, simplemente me marché a mi aposento para dormir esa noche y marcharme al siguiente día con mis compañeros.

 

Cuando ya estaba de regreso en mi comarca, había recibido muchas cartas de nuestros habitantes, en especial eran cartas de doncellas en las que me felicitaban por las palabras que el rey había dirigido directamente a Tros y a mí, entonces, cuando estaba en mi casa leyendo aquellos mensajes, había encontrado un hermoso pliego que identifiqué rápidamente porque tenía la letra de Lilah. Me emocionó sobremanera ese pliego, sentí que mi corazón comenzó a saltar, por tal razón no esperé más y lo desplegué:

“Estimado Jim, te felicito por tu cena con el Rey Turkiola y por las palabras que dirigió a tu amigo y a ti. No obstante, eso no te dio derecho para contarle a mi hermano Galoss que tú y yo habíamos sido novios. No sé qué has ganado con ello; yo por mi parte gané fue la reprobación de mi hermano”.

“Jim, no pudiste mantener en secreto nuestra relación, y ahora, para completar tu indiscreción vienes y le cuentas a mi hermano algo que yo había mantenido en silencio para cuando él estuviese de visita en nuestro hogar y así poder explicarle personalmente lo sucedido. Lamento en verdad lo ocurrido y…”

Bien, ¿cómo se puede pasar de la felicidad a la desdicha en un solo parpadear de ojos?, pues leyendo una carta de Lilah como la que leía en ese momento. Qué tonto había sido al suponer que en ese pliego escrito por Lilah ella cambiaría su forma de pensar, me perdonaría y hasta me pediría que volviésemos al noviazgo. Confieso que le había contado a su hermano lo de mi relación con su hermana por el orgullo que sentí por haberlo sido su novio y más tratándose de la hermana del Mago de Los Bosques, pero también le conté con la esperanza sincera de que él—Galoss—pudiese escribir buenas palabras de mí a Lilah. Al final tuve todo el efecto contrario y lo que gané fue colocar a Lilah en un inmenso abismo de separación entre ella y yo.

Hice lo mejor que se podía hacer en ese momento: intentar alejarme también, pero no alejarme físicamente, porque en ese aspecto ya lo estaba, sino que comencé a alejar mi corazón de ella, costase lo que me costase, total, ya todo estaba perdido y no podía yo mendingar o suplicar por un amor en el cual no era correspondido. Era cierto que ella había sido mi novia y que por alguna razón especial ella había decidido serlo, pero ya no quise buscar cuál había sido realmente esa razón especial, ya no me preocupé por desentrañar ese misterio. Entonces había empezado a caminar de manera valiente por el sendero espinoso del despecho, esta vez sin mantener más esperanzas en volver a besar los bellos labios de Lilah.

La Escuela de Caballeros se había convertido en mi mejor aliada para brindar alivio a mi lastimado corazón, las faenas exigentes, los entrenamientos de combate, los estudios y otras actividades más, eran ínfimas gotas de medicina para curar mis sentimientos, pero era medicina y peor era nada.

 

Pasado unos días en la Escuela de Caballeros, Tros se acercó a mí mientras afilaba mis armas y me comunicó lo siguiente:

—Jim, alguien en las afueras de la escuela me ha pedido que te entregase esta carta—Tros quien se quedaba mirando con curiosidad un pliego envuelto al estilo de Lilah.

“¿Otra carta de Lilah?”, me pregunté, “¿qué querrá esta vez?”.

 

  

Capítulo XIV.

 

 

Había tomado el pliego que me entregó Tros y lo coloqué en mi compartimiento de madera en el salón de entrenamiento de combate y de lucha cuerpo a cuerpo. Me disponía a practicar con Tros y un par de compañeros más. Volví a tener emociones al entregárseme aquel pliego, pero mis emociones ya no eran tan intensas como las veces anteriores pero aun así esas emociones no se podían subestimar, comprendí entonces que Lilah aún tenía poder sobre mí, sin embargo, ante tal poder me dispuse a ignorarlo y dedicarme a entrenar con mucha intensidad.

Entrené con intensidad, tal como me lo había propuesto, llegué inclusive a ganar todos los combates, solo Tros estuvo a punto de vencerme un par de veces.

—Estás hecho una bestia—me dijo Pirlos, uno de los compañeros que entrenaba con nosotros, quien era de baja estatura pero fuerte como un búfalo y ágil como una gacela.

Tros me miró sosteniendo una sonrisa de orgullo en su rostro, y con esa sonrisa me comunicaba que estaba complacido que yo volviese a entrenar como en los viejos tiempos, yo sin embargo ya quería ir a mi compartimiento de madera y desplegar la carta que se me habían enviado para comenzar a leerla inmediatamente sin tener que esperar hasta la noche. Lo hice así, fui hasta mi compartimiento para no demorar más lo que me interesaba. Al tomar el pliego me percaté que no provenía de Lilah sino de un integrante de su familia, era Primah, una de las hermanas mayores de Lilah. Aquello desde luego me causó mucha curiosidad, “¿por qué me escribiría la hermana de Lilah?, ¿qué tendría que decirme?”:

“Apreciado Aprendiz, Jim. Me he tomado la molestia de escribirte estas letras en favor de mi hermana menor Lilah, pero también en favor tuyo. Sé por lo que estás pasando, en mi opinión mi hermana ha actuado de manera injusta, pero tú también has faltado a tu promesa de mantener un secreto, pero no deseo yo reclamaros o tal vez sí, pero si lo hago será de la mejor manera”.

“Verás, mi hermana gusta todavía del Caballero Águila, y éste caballero ha prometido que volvería muy pronto por ella, pero no ha venido y ni siquiera le ha escrito explicando el motivo de su demora, antes bien ha escrito para decir que sus sentimientos hacia mi hermana se están enfriando. Este conocimiento ha causado angustia a mi hermana porque aún ella tiene la esperanza de que él vuelva. Pero en un momento ella quiso darte una oportunidad, consideró que eres un gran joven y que llegarás a ser un gran caballero y además eres muy atractivo para ella, así que se preguntó: ¿por qué no con Jim?...”

Varias veces llegué a pensar que Lilah tenía intenciones de volverme loco o tal vez sentía placer en hacerme daño. Tengo que decir que si ella en cualquier momento hubiese venido para pedirme que volvamos, yo sin pensármelo dos veces le diría que sí, sin importar cual maltrecho estuviese mi corazón a causa de ella. Una mirada, un simple tacto de Lilah y bastaba para hacerme cambiar de opinión. Pero ella no me buscaba, ni tampoco escribía…

Cuando leí la carta de la hermana mayor de Lilah sentí alivio y esperanzas, pero también empecé a sentir odio. Y era extraño, porque el alivio y la esperanza que sentía era debido a que yo de alguna manera le gustaba a Lilah, así que empecé a tener marcados deseos de que ella volviese a mí, pero también comencé a odiarla, porque su corazón estaba con el Caballero Águila, entonces me sentí usado o algo así como si fuese un novio de consolación.

Puesto que con el pasar de los días ella nunca buscó verme ni tampoco escribirme, me vi entonces compelido por mí mismo a volver a mi rutina, a centrarme en mi meta de llegar a ser un caballero y en lo grandioso que eso representaba, pero no pude abandonar mis sentimientos hacia ella, y esta vez esos sentimientos eran de odio, no obstante, ese odio se desvaneció en instantes durante una tarde que la pude ver en la casa de refugio de nuestra comarca, ella estaba allí, prestando su tiempo y su ayuda a los enfermos, estaba vestida con sencillez pero hermosa y radiante como siempre, ella solo intercambió unas palabras de saludos conmigo y cuando respondí sentí que no era dueño de mí. Me sentí atrapado en su rostro, en sus ojos azules y en su sonrisa, en su piel blanca de porcelana, en su voz musical, en el intenso color negro de su cabello que hacía un perfecto contraste con su blanca piel, y finalmente: en su aroma que penetró hasta mi alma. Luego de ello, volví a odiarla, esta vez por mí culpa, porque aún la amaba y sentía fascinación por ella. Entonces me marché de aquel lugar sin que ella se percatase de mi partida. Sentí deseos de marcharme para siempre de mi comarca, para no verla nunca más, pero no podía irme, estaba primero mi sueño de ser caballero y mi madre tenía todas sus esperanzas en que yo fuese el segundo caballero de la familia después de mi tío el Caballero Gris.

Entonces continué avanzando en mi resolución de sacar a Lilah de mi corazón, pero me percaté que si sacaba el amor que sentía por ella, entonces quedaba un vacío en mi pecho, el cual era velozmente sustituido por el odio. Al final no supe qué me atormentaba más, si el odio alimentado por el rencor o por un amor imposible de conseguir. Tenía que acabar con eso, un caballero no debía albergar malos sentimientos y menos hacia una doncella.

Los días y las semanas iban pasando, a veces lento o a veces rápido y poco a poco me fijé que las heridas iban sanando, muy lentamente, pero sanaban. Mi amigo Tros no me abandonó nunca, siempre estuvo allí, él siempre intentó que conociera otras doncellas y que bebiese vino, pero esos consejos nunca los seguí.

 Pero sucedió un día, mientras estaba caminando en los patios de la Escuela de Caballeros, alguien se acercó a mí con actitud de estar movido por la curiosidad, era una doncella que lucía un vestido azul, su cabello era largo y de un color  castaño claro, y sus ojos era una mezcla de dos marrones, uno era miel y el otro marrón como la tierra de nuestra comarca.

— ¿Eres Jim, quien compartió la mesa con nuestro rey?—me preguntó la curiosa doncella.

—Sí señorita, soy Jim y sí tuve ese privilegio—contesté con reverencia.

—Algún día quisiera conocer en persona a nuestro Rey Turkiola.

—Seguro lo hará. Muchas veces nuestros deseos se hacen realidad, y una vez cumplidos parecen superar nuestras expectativas en sumo grado.

La joven estuvo a mi lado mientras yo seguía caminando por los patios de la escuela, me dijo que su nombre era Astris y que estaba allí porque su novio, a quién solo le faltaba dos  meses para ser investido como caballero, sería enviado a una misión lejana en el Reino de los Meridianos para terminar su formación.

— ¿Conoce usted al aprendiz Lebi de la familia Rittmos?—me preguntó Astris.

—Desde luego, todos aquí nos conocemos. Lebi es un ejemplo para todos nosotros, es un gran líder—contesté— ¿Tiene parentesco con usted?

—No exactamente. Él es mi novio.

—Vaya, le felicito.

—Y dígame, Aprendiz Jim, ¿cómo es nuestro rey?—me preguntó luego, Astris quien parecía ser una doncella muy simpática.

—Bueno, no es tan grande como está pintado en los retratos, pero aun así muestra vigor y fuerza. Es un hombre muy modesto en su actuar y hablar, si lo viese usted de ropas comunes y se lo encontrara en esta comarca, jamás pensaría que es nuestro rey.

—Oh, es un hombre muy interesante.

—Sí, lo es en absoluto.

Seguimos caminando Astris y yo hasta que divisamos a su novio.

— ¡Allí está Lebi!—exclamó Astris señalando a su amado, próximo caballero.

Ella salió corriendo hacia su novio y yo seguí mi caminata de placer por los patios de la escuela. El sol estaba brillante y agradable, en mi mano sostenía un libro de caballería andante, el cual era sobre la historia de un hombre que se hizo caballero a su avanzada edad y que dedicó el resto de sus días a salvar a los débiles de los tres reinos. Este caballero siempre estuvo acompañado en sus aventuras de un bonachón campesino que siempre lo asistió en momentos de peligro. La historia era imaginaria, seguro algún día dicha historia serviría de inspiración para crear otras más.

Detuve mi caminata en el arroyo más cercano a nuestra escuela, me senté en un banco y dediqué mi tiempo libre a leer por placer y también para recibir inspiración. Mientras leía podía sentir el suave y agradable murmullo de las aguas del arroyo que seguía el curso de su corriente natural. Entonces mientras leía recordé que todas las historias que había leído los caballeros siempre tenían una esposa o una novia, o al menos una amada, y yo estaba sin un amor cierto, pero aun así mi corazón podía sentir que esa amada llegaría. A mi mente llegó la imagen de Lilah pero luego se desvaneció, después, por una extraña razón, me llegó la imagen de Astris y me pareció gracioso, Astris no me atraía como mujer y además ella tenía su novio de quien estaba profundamente enamorada. Luego de verlas a ellas en mi mente, logré concentrarme en la lectura y me metí en la historia de ese caballero andante de avanzada edad. Entonces tuve otro pensamiento, que mis días de agradable lectura al lado de ese arroyo estaban contados, porque nunca más volvería a estar allí una vez que fuese caballero y dedicara mis días a combatir a Lord Siniestro. Así que aprovecharía cada momento en la Escuela de Caballeros, porque ese tiempo jamás retornaría, pero no tenía por qué sentirme triste, porque los tiempos que vendrían como caballero, acompañado de sus fatigas y de sus peligrosas aventuras superarían con creces mis tiempos como aprendiz. Para eso solo me quedaba casi un año de instrucción y luego recibiría la investidura de uno de los generales del rey o del mismo Rey Turkiola.

¡APRENDIZ JIM!—alguien gritó mi nombre mientras leía, era la voz de un hombre.

Me giré con prontitud hacia mis espaldas, un soldado de la guardia de la Escuela de Caballeros venía corriendo hacia mí, su cara reflejaba angustia…traía malas noticias.

 


Capítulo XV.

 

 

— ¡Aprendiz Jim!, es su amigo, el aprendiz Tros—exclamó el soldado, su pecho estaba exaltado a causa de la carrera que había dado. Yo me angustié.

— ¡Qué ha ocurrido!—pregunté.

—Su amigo se ha vuelto loco, ha bebido mucho vino, hirió a un guardia y ha golpeado al Maestro Mayor,  luego se encerró en el despacho principal y ha jurado hundir su espada a quien se atreva a entrar. ¡Tiene que darse prisa!, una escuadra de guardias entrará y si se resiste lo matarán.

El soldado y yo salimos corriendo hacia el despacho principal de la Escuela de Caballeros, yo había dejado el libro que leía sobre el banco junto al arroyo. “¿Qué ha ocurrido con Tros?”, ¿por qué ha actuado de esa manera?, mientras corría con todas mis fuerzas me hacía esas preguntas y no podía saber la respuesta; todo lo que podía hacer era tratar de llegar a tiempo para salvar a mi mejor amigo o tal vez salvar la vida de los guardias.

  


Capítulo XVI.

 

*

“Me quedaré sin mi mejor amigo y mi más fiel compañero. No entiendo qué pasó con él, tal vez fue el amor que sentía por el vino y este mismo amor lo traicionó”.

Tros y yo estábamos en los calabozos disciplinarios de la Escuela de Caballeros. Conversábamos sobre cosas triviales y nos reíamos de ellas, pero sabíamos que no nos veríamos nunca más.

—Lo que he hecho es grave, amigo—dijo Tros, su semblante alegre cambió a uno de pena—. He golpeado al Maestro Mayor y he amenazado de muerte a los soldados que guardan esta escuela y a la vez son los soldados de nuestro rey.

Yo desde luego sabía que aquel acto cometido por mi mejor amigo había sido muy grave. Que estuviese vivo solo significaba cuán grande era la misericordia de los Maestros, junto a los grandes méritos de Tros como aprendiz y como valiente guerrero, quien hace poco había sido homenajeado por el mismo rey.

—He sido condenado con el exilio—dijo Tros posteriormente—. He perdido para siempre la oportunidad de llegar a ser un caballero de nuestro rey—lágrimas comenzaron a recorrer las mejillas de Tros, pude apreciar como su cicatriz brillaba con la luz de las antorchas a causa de sus lágrimas—. Pero se me ha dado la oportunidad de ser un soldado sin ninguna jerarquía en la Legión Púrpura. Allí podré redimirme y de alguna manera podré servir a nuestro rey.

La Legión Púrpura estaba establecida muy lejos de los tres reinos, su misión era servir como fuerzas de reconocimiento sobre las poblaciones neutrales y también para ser los primeros en combatir a las fuerzas de Lord Siniestro cada vez que se presentase la oportunidad. Quienes peleaban allí eran hombres que habían quebrantado de manera grave nuestras leyes, y se les daba la oportunidad de estar allí o padecer muchos años en los calabozos o ser condenados con la pena de muerte. Dentro de la Legión Púrpura también había hombres voluntarios con quienes la vida había sido totalmente injusta y que de alguna manera buscaban la muerte en las peligrosas tierras alejada de los tres reinos. Por otra parte, había un puñado de guerreros que por decisión propia habían jurado servir en dicha legión para probarse a si mismos y ver de qué estaban hechos sus corazones. En cierta ocasión Tros y yo habíamos fantaseado con la idea de prestar nuestros servicios en ese lejano cuerpo de fuerzas—como caballeros investidos—, y ahora Tros era enviado allí a redimir sus errores por el tiempo que determinaran los jueces y sabíamos que al menos serían unos siete años.

—No te sientas triste, amigo—me comunicó Tros cuando vio que lágrimas también empezaban a recorrer mi rostro—. Voy a estar haciendo las cosas para las cuales he nacido: ser un guerrero y ofrecer mi espada para combatir a Lord Siniestro. No seré un caballero, pero tú sí lo serás y serás el mejor de todos.

— ¡Aprendiz Jim! ¡Es tiempo!—gritó un hombre quien era el guardia en jefe de los calabozos de la Escuela de Caballeros.

Mi amigo y yo nos despedimos con un fuerte abrazo.

—Siempre me llevarás aquí—Tros tocó mi cicatriz—. Y yo siempre te llevaré aquí—Tros tocó su cicatriz.

—Estás son nuestras marcas, amigo. Adiós.

—Adiós Jim. Me despides de tu madre, dile que la quiero.

—Así será—contesté y después di la espalda a Tros para marcharme.

Al llegar a la puerta principal del calabozo me giré y exclamé:

— ¡Te volveré a ver!

— ¡Siempre me verás aquí!—gritó Tros y tocó su cicatriz.

**

 

Ya habían pasado diez días desde que Tros se había marchado al exilio hacia la Legión Púrpura, aún le faltaba muchos días para llegar hasta allá e iba acompañado de otros culpables y de algunos hombres voluntarios. Los culpables iban encerrados en jaulas haladas por caballos y custodiadas por soldados y un par de caballeros, los hombres voluntarios iban en sus caballos de manera libre, como lo que eran: hombres libres.

Extrañaba mucho a Tros, su lecho estaba próximo al mío en el dormitorio de los aprendices y ahora estaba sin su ocupante. Solíamos hablar en voz baja antes de conseguir el sueño, y muchas veces hacíamos grandes esfuerzos para no romper a carcajadas en medio de la noche porque despertar al resto de los aprendices en el dormitorio tenía su castigo, pero qué cosas, ahora mi amigo había sido castigado con el exilio, y peor aún, había perdido para siempre la oportunidad de ser caballero. Sin embargo, yo tenía que ser caballero, solo me faltaba un año para serlo, no podía decepcionar a mi madre, ella nunca me decepcionaría a mí.

 


Capítulo XVII.

 

 

Mientras caminaba por los senderos empedrados de la Comarca Gris, alguien detuvo su carruaje a mi lado, era de día y el sol irradiaba abundante brillo.

— ¿Cómo es que un futuro caballero anda a pie por los caminos de nuestra comarca?—una señorita preguntó desde el interior del carruaje, era Astris, la novia de Lebi.

—Mi caballo está un poco enfermo y le he dejado descansar—contesté, luego saludé—: ¿cómo está señorita Astris? Felicitaciones por su novio, ahora es un caballero.

—Sí, gracias, estamos feliz por ello. ¿Quieres acompañarme, voy al mercado?

—Por supuesto—respondí y después abordé el carruaje que tenía espacio para cuatro personas.

Mientras andábamos en el carruaje, Astris compartió mi dolor por lo de mi amigo Tros quien ya tenía cuarenta días exiliado. Me fijé que Astris tenía unos ojos preciosos y grandes, y denotaban mucha inteligencia, percibí que no era la frágil doncella que aparentó ser en La Escuela de Caballeros.

— ¿Entonces Lebi prestará sus servicios por año y medio en el Reino de los Meridianos?—comenté, seguíamos dentro del carruaje.

—Sí, es una comarca muy alejada y estoy segura que prestará mucho de su ayuda.

—Sin duda, es un gran caballero—agregué. El carruaje se movía al ritmo de las pequeñas piedras del camino.

—Jim, discúlpame la imprudencia, pero escuché que fuiste novia de Lilah, ¿eso es cierto?

—Sí, es cierto.

— ¿Y cómo te sientes ahora?

—Disculpa, no quiero compartir eso. Solo comparto mis sentimientos con Tros, y ahora él no está. Perdóname sí he sido grosero.

—Oh no, no te preocupes, no lo eres. Es que conozco algo a Lilah, su casa es la más próxima a la mía. Y bueno…solo quería saber. Sabes, ya Tros no está y necesitas hacer un nuevo amigo. Yo estoy a tu orden, yo también necesito un amigo y sé que eres un aprendiz sumamente respetuoso, eso lo dice tu forma de comportarte.

Me sentí alagado por el comentario de Astris, y sí, sí necesitaba un amigo con urgencia, o una amiga, el guardarme todos mis sentimientos me estaban en cierta forma amargando.

—Hoy en mi casa tendremos una reunión de té y panes de miel. Vienen amigos y amigas. Me gustaría invitarte, tal vez puedas hacer un nuevo amigo. Sé que Tros será siempre tu mejor amigo, pero tienes que darle la oportunidad a otra persona.

Consideré un instante lo que me dijo Astris, además, yo era un joven libre, podía ir a dónde yo quisiera.

—Pero tienes que saber que Lilah asistirá—comentó Astris y luego sonrió muy levemente—. Ella ha decidido ir porque ha comprometido a mis invitados para donar algunas monedas para la casa de refugio.

—Interesante—contesté sin ver a Astris, me mantuve viendo por la ventanilla a mi derecha.

—Jim, no estoy haciendo esto a propósito, ni para molestarte ni para que vuelvas con ella. Simplemente te estoy diciendo que ella estará allí.

—Creo que no iré—seguía viendo por la ventanilla.

— ¿Entonces tienes prohibido ser feliz por causa de una doncella?, pues eso no vale la pena, no vale la pena que ella tenga el destino de tu corazón en sus manos. Espero que vayas, no eres la primera persona a la que le hayan roto su corazón…tampoco eres el primer joven al que ella ha roto el corazón—Astris murmuró la última frase, pero yo pude escuchar con claridad.

Astris, aquella doncella que conocí caminando en la Escuela de Caballeros tenía absoluta razón. Aunque lo último que había dicho: tampoco eres el primer joven al que ella ha roto el corazón, me causó mucho interés, “¿de manera que yo no he sido el único en tener el corazón roto por Lilah?”.

—Está bien señorita Astris, me ha convencido. Iré a su reunión del té, además, me encanta el pan con miel, tengo tantos días sin comerlo que creo que ya he olvidado el dulce sabor de la miel.

—En mi casa hay tanta miel que te aburrirías.

—No creo que me aburra de ella.

—Pues te espero en mi casa, la reunión será tres horas después de la comida del mediodía.

De pronto el carruaje se detuvo, habíamos llegado al muy concurrido mercado de nuestra comarca, donde los colores y los olores eran en sumo variados y agradables, así como todos los habitantes de nuestra comarca que estaban comprando y también los que estaban vendiendo. Acompañé a Astris a hacer sus compras, ella se estaba abasteciendo principalmente de té, conversábamos sobre temas variados, aunque había que levantar la voz a causa del bullicio de los habitantes. Resultaba muy agradable hablar con ella, me sentí de alguna manera consolado aunque ella no estaba haciendo tal cosa, era yo que necesitaba con ansias las palabras de una amiga sin importar el tema de conversación.

Al cabo de una hora aproximadamente, Astris me indicó que tenía que irse, que ya había hecho sus compras, entonces se ofreció a llevarme en su carruaje a cualquier parte que deseara, siempre y cuando estuviese dentro de los límites de nuestra comarca, yo rechacé su invitación, le dije que ya había hecho bastante por mí y también agregué que quería ir caminando hacia la biblioteca de la comarca porque tenía deseos de recorrer mi comarca caminando.

— ¿Te gusta la lectura?—me preguntó ella antes de despedirse.

—Me encanta, realmente es lo que más me causa placer luego de querer ser un caballero.

—Eso está muy bien, Jim, serás un caballero muy inteligente y sabio porque eso es lo que hacen los libros por nosotros, darnos más inteligencia y sabiduría.

—Eso espero.

—A mí también me encanta la lectura, en mi casa hay una enorme biblioteca a tu disposición, sé que te encantará cuando la veas. Allí puedes encontrar todos los libros que deseas.

— ¿Así como toda la miel que quiero?

—Bueno, realmente hay mucha más miel que libros—Astris rió—. Espero que no te vayas a empalagar.

—Aún no me he cansado de los libros.

—Pero ya hablo de la miel.

—Por eso digo.

Después de ese intercambio de palabras y de enterarme  que Astris cuenta con una gran biblioteca, nos despedimos finalmente y ella me recordó el compromiso de asistir a su reunión. Yo me fui del mercado con el dulce sabor de que había encontrado una amiga, aunque también me fui con cierta inquietud, porque esa misma tarde iba a estar cerca de Lilah.

 

 

Capítulo XVIII.

 

 

Me había vestido con una de mis mejores ropas para la reunión de Astris, y no sé si lo hice para impresionar a Lilah o para dar una buena impresión a Astris y a sus amigos, pero lo cierto fue que ya estaba vestido con una de mis mejores ropas. Había llegado a la casa de Astris con uno de los caballos de mi madre, mi fiel Humo estaba todavía algo enfermo. Pensé que iba a ser el primero en llegar porque había salido muy temprano de mi casa, pero no, no fue así, ya había varios invitados en la casa de Astris.

La casa de nuestra anfitriona era bastante grande y de un lujo muy elegante, y como había dicho ella, realmente estaba muy cerca a la casa de Lilah. Astris me recibió con mucha cortesía y tuvo la gentileza de presentarme a cada uno de sus amigos. Me sentía muy bien en casa de Astris, necesitaba un ambiente como ese.

Mi nueva amiga me invitó a servirme pan con miel en una mesa amplia. Me pude fijar que el pan estaba caliente, “siempre es mejor recién hecho”, en el centro de la mesa había una porcelana con abundante miel.

—Bueno, te dejo un momento, Jim—me indicó Astris—puedes servirte la cantidad que deseas, en esa otra mesa está el té. Te dejo un momento, estás en tu casa. Ahh, si lo deseas también puedes entrar a la biblioteca, está al otro lado de esa puerta, o si prefieres en un rato te la puedo mostrar.

Astris me dejó a la mesa, había diferentes tipos de panes. Tomé una bandeja para mí y coloqué en ella variadas rodajas de panes, luego me acerqué a la porcelana de miel y empecé a untar mis trozos de panes. Podía sentir el aroma de aquella miel, era una excelente cosecha. Probé uno de mis trozos de pan y pude sentir entonces un agradable sabor que me invitaba a morder y a degustar más. Cuando me dirigía para la mesa de té, escuché una voz familiar que me saludaba, era Lilah.

—Hola, Jim. Veo que has entrado en el círculo de amigos de mi vecina Astris.

—Hola Lilah—dije y tomé su mano para besarla, luego añadí: —Sí, he tenido el privilegio de tener una nueva y buena amiga.

Me sentía bien al ver a Lilah, estaba muy linda como siempre, pero esta vez me sentía más relajado en su presencia, no estaba para nada nervioso, ni sentía dentro de mí el rencor o el odio que venía albergando en mi corazón.

—Astris me ha dicho que vendrías a reunir donaciones para la casa de refugio—comenté y empecé a servir té, primero para Lilah y luego para mí.

—Gracias—dijo Lilah luego de tomar la taza con té que le ofrecí y después de probar la bebida caliente respondió a mi comentario: —Sí, he venido para recoger algo de plata y de oro para nuestra casa de refugio, de hecho, es para ampliarla.

—Eso es muy bueno, Lilah. Mis felicitaciones para ti y para tu familia.

—Gracias, Jim. Ha sido mucho más fácil con la ayuda de nuestro rey.

— ¿Me estás diciendo que el Rey Turkiola los está ayudando?—pregunté y después ofrecí una rebanada de pan con miel a Lilah, ella dijo: gracias, y después contestó mi pregunta:

—Así es Jim. A sus oídos llegó todo lo que hacíamos con la casa de refugio de nuestra comarca, así que ha enviado una gran cantidad de oro y plata en monedas, con eso hemos empezado la ampliación y de hecho, la ampliación será más grande que la casa original. Y estamos reuniendo más monedas para hacer la mejor casa de refugio del Reino Púrpura.

Los ojos de Lilah brillaban de orgullo, realmente estaba muy complacida por los frutos de su trabajo. Yo seguí escuchándola con atención, me gustaba hacerlo, pero también me gustaba mucho verla, era muy bella y creo que no me cansaré de decirlo. Mientras seguíamos hablando, Astris se acercó a nosotros, saludó afectuosamente a Lilah y luego me dijo:

—Jim, quiero mostrarte la biblioteca, creo tener un poco de tiempo para hacerlo antes que nuestra amiga Lilah se dirija a nuestros invitados. ¿Nos permites, Lilah?

—Sí, adelante, Astris—respondió Lilah—. Jim está obligado a ver, tal vez, la biblioteca más grande que posea familia alguna en nuestra comarca y en comarcas vecinas—agregó Lilah.

Astris y yo nos apartamos de Lilah, yo levanté mi taza de té a Lilah como una señal de permiso. Estaba muy ansioso por conocer tal biblioteca. Al entrar a ésta quedé maravillado, había una enorme cantidad de libros y también pude percatarme que había folios antiguos cuidadosamente enrollados conocidos como pergaminos. Los muebles que guardaban la enorme cantidad de libros y pergaminos eran exquisitos en su hechura, también había diversas cantidad de muebles para el estudio y la lectura de placer. Había un olor a libro en el ambiente que se mezclaba con el olor silvestre de los bosques cercanos a la casa de Astris, los ventanales recogían una gran cantidad de luz solar sin que hubiese calor. Sentí deseos de abandonar la reunión en la casa de Astris y sumergirme de una vez en la lectura, no sabría desde luego por dónde empezar, tal vez por los pergaminos o quizá por las historias de caballeros y dragones. Astris contemplaba mi fascinación, parecía estar feliz al observar que alguien se maravillara tanto por los libros.

—No imaginé que te iba a gustar tanto este lugar—comentó Astris.

—Astris, eres muy afortunada—contesté y tomé un libro que estaba puesto sobre un escritorio, el título rezaba: “Magia de un Forastero”

—Jim, ya Lilah va a hablar a mis invitados y…

—Oh sí, la reunión, es verdad, es que…

Astris pareció adivinar los deseos de mi corazón, entonces me preguntó:

— ¿Te quieres quedar aquí, no es cierto?

—Sí, Astris—dije con humildad pero con la firme decisión de tratar de aprovechar mi tiempo en la casa de Astris, allí en esa estupenda biblioteca.

—Claro, Jim. Puedes quedarte, hablaré con Lilah. Ella comprenderá. Le diré a mi siervo que te traiga más té y una nueva bandeja con pan y miel.

—Gracias, Astris—dije y me acerqué a ella para besar su mano en señal de agradecimiento—. Gracias por esto que haces por mí.

—De nada, Jim. Es bueno tener amigos. Bueno, te dejo, disfruta de la lectura.

Astris salió de la biblioteca para dejarme sumergirme en aquel cielo de letras. Había tomado varios ejemplares que llamaron mi atención, me senté en uno de esos muebles muy cómodos para leer y me empecé a sumergir en la lectura, al cabo de un tiempo entró un hombre bien vestido, traía una bandeja con variadas rodajas de pan en abundante miel, y además traía una taza de té, tal como me había prometido Astris.

El sol empezaba a ocultarse, pero el mismo siervo que me había servido pan y té, ya había encendido todos los candelabros de la biblioteca, incluso, uno que estaba muy cerca en el mueble que me encontraba leyendo. A partir de allí me olvidé completamente del tiempo, el cual no sé si pasaba rápido o lento, yo solo estaba envilecido con un libro titulado: “Las alas del Guerrero no importan”. De pronto me pareció escuchar que abrieron las puertas de la biblioteca, efectivamente había sido así, era Astris que entraba al recinto.

—Vaya, alguien no para de leer—dijo Astris—. Querido amigo y aprendiz, te interrumpo porque me gustaría que acompañaras a mi familia y a mí a cenar.

—Disculpa, Astris. Me había olvidado de todo.

—Eres como mi padre, cuando entra aquí se olvida que nosotros existimos—comentó Astris y rió de manera muy agradable—. Ven, vamos a cenar, quiero que conozcas a mi padre, se van a llevar muy bien. Y quiero que sepas, que mañana puedes venir desde temprano a mi casa para leer todo lo que quieras.

Me quedaban dos días libres y esa invitación me había parecido estupenda; no estaba dispuesto a rechazarla. Me dirigí con Astris al comedor de su casa, estaban allí reunida una numerosa familia de al menos unas quinces personas. La mesa donde se encontraban era amplia y rectangular.

Después de haber sido presentado por Astris, me senté a la mesa al lado de ella. Mientras cenaba tuve una interesante conversación con el padre de Astris, quien era un hombre afable y con un mostacho bastante poblado. La madre parecía ser una mujer de finos modales, y el resto de la familia en su mayoría, eran jóvenes que por su manera de comer eran personas de buen apetito. Recibí muchas preguntas, después de todo era un aprendiz que había sido homenajeado en persona por nuestro Rey Turkiola. Aquel encuentro con el rey parece que se iba a convertir en un buen pasaporte para muchos lugares donde entrase, o tendría el efecto contrario si entraba en los dominios de Lord Siniestro. 

Después de la cena, recibí la invitación del padre de Astris para ir a su casa cada vez que yo quisiese, que su biblioteca estaba abierta para mí, me dijo además que todo gran lector y estudioso de las letras antiguas debía ser invitado a su biblioteca. Así que estaba doblemente invitado—por su hija y por él—e iba a ser de mala educación si rechazaba tales invitaciones, aunque desde luego no sería ningún sacrificio.

Antes de irme a mi casa tuve una agradable conversación con mi nueva amiga, a ella también le gustaba mucho la lectura, no tanto como a su padre y como a mí, pero gustaba lo suficiente.

—Me pareció que Lilah estuvo pendiente de ti en la reunión—me había dicho Astris.

— ¿Por qué dices eso?—pregunté, ya yo estaba arreglando el caballo de mi madre para retirarme a mi hogar.

—Cuando veía a cada momento hacia las puertas de la biblioteca, era como si esperaba a que tú salieras.

—De seguro fue porque quería que estuviese presente para escuchar sus palabras sobre nuestra casa de refugio. Ya sabes, ella busca donaciones de todos.

—Mmm, bueno, no creo, pero puede ser, Jim.

— ¿Entonces puedo regresar mañana a tu casa?—pregunté y a continuación me monté sobre el lomo del caballo.

—Cada vez que quieras, amigo.

—Y cada vez que mi tiempo me lo permita—añadí y después besé la mano de Astris para despedirme de ella y así emprender mi recorrido a casa.

—Hasta mañana, Jim. Descansa.

—Hasta mañana, Astris. Gracias por todo.

Al rato de haber salido de la casa de Astris y de sus cercanías, pasé muy próximo a la hermosa casa de Lilah, entonces medité en las palabras de Astris que hace un solo instante había compartido conmigo sobre la actitud de Lilah que parecía estar pendiente de mí. No me quise ilusionar, mi corazón apenas cicatrizaba y no deseaba para nada volver a abrirle otra herida con la misma daga.

 

Capítulo XIX.

 

 

Había ido al día siguiente a leer en la biblioteca de la casa de Astris y la mitad de mi tiempo allí la pasé con ella hablando sobre cualquier  tema. Con el transcurso de los días seguí yendo a su casa cada vez que tenía días libres en la Escuela de Caballeros, y sin darme cuenta, entre libros y una profunda y bella amistad con Astris, mi corazón se había sanado por completo, ya no sentía rencor por Lilah, comprendí que al no tenerle rencor también había perdido mi interés por ella. ¿Y cómo había sucedido aquello?, pues gracias a una amistad, a una nueva amistad. Con Astris no solamente hablaba bastante, sino que también nos reíamos mucho, casi por cualquier cosa nos reíamos y de vez en cuando también llorábamos y nos prestábamos nuestros hombros para hacerlo. Ella me escuchaba casi siempre hablar de Tros, me decía que mis ojos brillaban de orgullo cada vez que hablaba de él, también me animó a escribirle, aun cuando a él se le prohibiera escribir por determinado tiempo.

—No importa que él no te responda. Con que él lea tus palabras y reciba la fortaleza de tu amistad está bien, él será feliz y si él es feliz tú también lo serás. Una verdadera amistad jamás es vencida por las largas distancias, ni por el tiempo, ellas permanecen para siempre como el oro, y tú y Tros son oro puro—palabras como estas solía decirme Astris sobre mi amigo.

Astris de vez en cuando también iba a mi casa, se había ganado el cariño y la confianza de mi madre. Aunque mi madre una vez  se me acercó para hablarme y preguntar lo siguiente:

—Hijo, ¿Tú y Astris se gustan?

—No, madre, realmente somos amigos, además, ella ama a Lebi, su novio.

—Por eso te pregunto, y de allí viene mi preocupación. No quisiera que hicieras mal a ese caballero.

Mi madre continuó hablándome al respecto, al final ella creyó en mis palabras, y me relató una vez que tuvo un amigo muy especial pero que nunca llegaron a ser novios. Yo entendí desde luego la preocupación de mi madre, pero tengo que destacar que Astris adoraba a Lebi, tal vez no hablaba tanto de él como Lilah hablaba de su hermano Galos, pero cuando lo hacía se podía sentir el genuino amor que sentía por él.

Lo cierto fue que me pasaba días enteros en casa de Astris, su familia me apreciaba bastante, en especial su padre que era un hombre bastante culto. Hubo varias ocasiones que no regresé a dormir a mi casa, quedándome  noches en vela leyendo los mejores libros de aquella magnifica biblioteca de mi apreciada amiga, y algunas noches ella y yo nos quedábamos hablando hasta muy tarde.

—Jim, no quiero ofenderte, pero, ¿crees que puedes llegar a enamorarte de mi hija?—me preguntó una tarde el padre de Astris mientras estábamos leyendo en su biblioteca.

—No, señor Hartis, eso no creo que pueda pasar—contesté, el me miraba con detalle.

—Lebi regresará después que cumpla su misión, y creo que…

—Entiendo, señor Hartis. Ellos se casarán, y no hay problema alguno con respecto a mí. Y tampoco he tenido otras intenciones con su hija salvo disfrutar de su amistad, pero quiero que sepa que si usted me pide alejarme de ella, yo…

—No hijo—me interrumpió con amabilidad el señor Hartis—. No te estoy pidiendo eso y no quiero que dejes de venir a mi casa, me agrada tu compañía. Pero debo decirte que debes evitar quedarte hasta tarde, no porque a mí me moleste, es por el riesgo de que ustedes puedan llegar a enamorarse.

Comprendía también la preocupación del señor Hartis, era la misma de mi madre. Él nunca me impuso nada, tenía naturaleza de caballero, pero yo por mi parte no me quedé más hasta altas horas de la noche hablando con su hija.

Los días fueron pasando, y con ellos cada vez más se acercaba mi investidura de caballero, comprendí entonces que estaba muy ansioso de ello, ya quería ser un caballero, y a través de esa ansiedad y de mi amistad con Astris, mi corazón se había curado por completo con respecto a Lilah, ya no tenía deseos de ser su novio. Me sorprendí lo rápido que había sanado en mis sentimientos. No obstante, un día me encontraba leyendo en la biblioteca de la Escuela de Caballeros y uno de los guardias se acercó a mi mesa para anunciarme algo:

—Aprendiz Jim. Tiene visita.

Llegué a pensar que era Tros quien me visitaba, pero ese pensamiento resultaba imposible en la realidad, mi amigo con seguridad estaba desde hace tiempo en tierras muy lejanas. Me levanté de la silla, tomé el libro que estaba leyendo y lo fui a colocar en su lugar. Después me dirigí a la sala de visitas que es un salón bastante amplio con varias mesas rectangulares y muchas sillas. Al llegar allí me sorprendí en extremo, quien me esperaba en ese salón era nada más y nada menos que Lilah, estaba acompañada de un joven que a mi parecer no era uno de sus siervos por lo bien que iba vestido. Me acerqué hasta la mesa donde se encontraba, ella se levantó de su silla y me ofreció su mano para besarla, sus ojos estaban brillando así como cuando nos besamos por primera vez. Yo besé su mano, era tersa y suave como siempre y su aroma volvió a penetrar mis entrañas.

—Hola, Jim— ¿Estás sorprendido?—me preguntó Lilah.

—Sí—respondí de manera simple, sin agregar más palabras.

—Él es mi primo Jorna, está de visita en nuestra comarca y quería conocer la Escuela de Caballeros. Pero no vine con él solo para que conociera este lugar, también quería hablar contigo.

Ofrecí mis saludos al primo de Lilah y él correspondió como si frente a él estuviese parado un caballero investido con más de cien batallas peleadas.

—Hola, es un honor conocerle, Lilah me ha hablado mucho de usted—me dijo el joven Jorna.

Me sentí abrumado y sorprendido al mismo tiempo por esas palabras del primo de Lilah. “¿Lilah ha hablado mucho de mí a alguien?”, y al parecer habló muy bien de mí, y ¿por qué? Yo pensaba que era nadie para ella o una simple experiencia en su vida que le dio aprendizaje. Desde luego estaba muy confundido, pero me sentía bien, no podía negarlo.

—Bueno, los dejo a solas, voy a conocer el lugar—expresó Jorna y luego se retiró sin añadir más palabras, solo percibí una sonrisa cómplice en su rostro.

—Hola Jim, ¿cómo has estado?—me preguntó Lilah. Ya nos habíamos sentados a la mesa.

—Bien Lilah, muy ansioso de ser un caballero, cada vez me falta menos.

—Eso me alegra mucho.

Me quedé en silencio, no sabía qué preguntar, solo trataba de digerir lo que estaba aconteciendo. Allí estaba Lilah, sentada frente a mí, con sus ojos brillando como dos estrellitas.

—Sabes Jim, han pasado mucho tiempo desde aquella vez que…que terminamos. Y la razón por la que estoy aquí es para invitarte a mi casa, quiero compartir un té contigo y hablar abiertamente de mis sentimientos hacia ti.

—No entiendo Lilah—dije. Creo que estaba perplejo.

—Sé que se te hará muy difícil entender, pero quiero que ahora me des una oportunidad tú a mí.

¿Qué había ocurrido en el interior de Lilah todos esos meses?, no lo podía saber, pero por sus palabras pude darme cuenta que de alguna manera ella siempre estuvo pensando en mí, pero, ¿y el Caballero Águila?, ¿Lo ha dejado de amar?, ¿por mí? Diversidad de preguntas empezaron a danzar en mi mente y mi corazón, nuevamente mis sentimientos empezaban a ser acariciados por Lilah, por la doncella más hermosa de la Comarca Gris. ¿Y ahora qué?, pues solo había una forma de saberlo, y eso era aceptando la invitación de Lilah en su casa. Yo no opuse resistencia alguna, estaba confundido, es cierto, pero también no iba a dejar pasar esa oportunidad.


 

Capítulo XX.

 

 

Cada día libre que me daba la Escuela de Caballeros me iba inmediatamente para la casa de Astris a compartir con ella y también a sumergirme en la deliciosa biblioteca de su casa,  eso lo había mencionado antes, pero había bastado una sola invitación de Lilah para yo hacer a un lado mi afición por la lectura y además no visitar a mi mejor amiga quien había sido realmente la doncella que sanó mi corazón de dolor y del rencor.

Había llegado a la casa de Lilah para verme con ella, tal como me lo había pedido. Fui recibido como de costumbre por uno de sus siervos quien tomó a Humo y lo llevó a los establos de la familia. Al entrar a la casa alguien me daba la bienvenida, era Jorna, el primo de Astris, quien es un joven de baja estatura pero que gracias a su esbelto cuerpo no lo aparenta, lleva el cabello largo y atado con clinejas, es bastante risueño y de buen hablar.

—Jim, me alegra mucho que hayas venido, pero mi prima lo está más—expresó Jorna luego de estrecharme la mano. –Ella te está esperando en aquel sitio donde ustedes por primera vez…bueno, eso ya lo sabes.

No fue muy difícil adivinar en qué lugar me esperaba Lilah, fue donde nos besamos por primera vez, de pronto pude recordar el cómo me sentí cuando la besé en ese primer momento, entonces no pude evitar sentir una fuerte emoción. Me esforcé mucho por controlarme porque tenía el deber de proteger mi corazón, pero al final no pude. Me dirigí a donde Lilah me esperaba, la tarde caminaba la mitad de su trayecto y los rayos del sol eran vigorizantes. Ella me aguardaba sentada en un banco de madera y frente a ella estaba una mesita que había sido colocada allí junto al banco y sobre ésta estaban dos tazas de té y una tetera de exquisita porcelana. Lilah estaba vestida con un preciosos vestido azul exactamente del mismo tono de sus ojos, su lacio cabello negro ondulaba levemente por la brisa, brisa que traía el olor del bosque.

Yo continuaba aún confundido por toda aquella misteriosa cita, pero mi corazón se inclinaba a entregarse nuevamente ante aquella hermosa doncella, corazón que en un instante ya había olvidado cuánto había sufrido.

—Estás hermosa, como siempre—le dije a Lilah después de besar su mano.

—Gracias, ven, siéntate a mi lado. El té aún está caliente—dijo ella y empezó a servir el té como si se tratase de un ritual.

La bebida aún estaba caliente, tal como había dicho ella, y desprendía un rico y agradable aroma.

—Y bien Lilah, ¿a qué se debe tal placentera cita?—pregunté mientras disfrutaba del aroma del humeante té en mi taza.

—Quiero pedirte perdón por haber terminado nuestra relación. No debí, Jim…no debí.

—No te preocupes, ya eso es del pasado. Creo que hemos aprendido algo para nuestras vidas.

—Pero yo quiero, y es mi deseo que ese pasado vuelva a nosotros.

Después de escuchar aquello hice un gran esfuerzo por no derramar mi té sobre mi ropa. Mi rostro se llenó de rubor, así lo había sentido.

La vida es todo un intrincado laberinto que se niega muchas veces a mostrar la salida, pero cuando se ha aceptado que no existe salida y cuando menos lo esperas, ya no tienes que seguir buscando tal salida porque ella misma te encuentra a ti. Desde luego no podía creer lo que Lilah me acababa de decir, de hecho, es muy poco frecuente por no decir que no sucede nunca, que una bella doncella te pida ella misma que seas su novio.

Los ojos azules de Lilah brillaban y percibía en ellos una especie de desesperada súplica, me decían algo así como: “te ruego que seas mi novio, por favor”. Lo primero que hice antes de dar mi respuesta fue dar un sorbo a mi té, como tratando de buscar fortalezas en la bebida caliente. En ese momento me hice un par de  preguntas: “¿por qué quieres volver conmigo?, ¿qué ha ocurrido con el Caballero Águila?”; pero no hice tales preguntas a Lilah, no lo creí conveniente.

Ella se levantó del banco e invitó a levantarme también, dejamos las tazas de té sobre la mesita, luego ella dijo:

—Perdóname, Jim. Te he hecho daño, lo sé, pero necesitaba estar segura de ti.

— ¿Y ahora lo estás?—pegunté y entonces recordé en ese momento que ya había pasado un año desde que ella había terminado conmigo.

—Sí.

Yo acerqué mi cuerpo al de ella, mis brazos rodearon su cintura, podía sentir la seda suave de su vestido y también el perfume natural de su blanca y tersa piel. Sus ojos me miraban con ternura.

—Yo…—dije, pero hice una larga pausa, su mirada ahora expresaba ansiedad, anhelando solo una respuesta—. Yo no tengo nada que perdonarte, Lilah—terminé de añadir y después bajé mi rostro para acercarlo al de ella, y lo hice solo para hacer algo: besarla.

Todas aquellas sensaciones de nuestro primer beso fueron idénticas a este nuevo beso. Me volví a sentir inmensamente feliz.

—Jim, te quiero pedir algo—dijo Lilah después que nuestros labios se separaron.

—Sí, dime.

— ¿Podemos esta vez mantener esta relación en secreto?

 

 

 

Capítulo XXI.

 

 

¿Mantener una relación en secreto?… ¿otra vez? Pues ya no me importaba contarle a nadie sobre mi nuevo noviazgo con Lilah, no fue como la primera vez, cuando sentía que mi corazón iba a reventar de emoción sino le contaba a alguien sobre mi relación con Lilah, solo me importaba una cosa, disfrutar cada momento con ella y tener la paciencia suficiente para esperar. Pero algo ocurrió, por motivo que dediqué todos mis días libres a Lilah, había descuidado a Astris en absoluto y entonces comencé a extrañarla. Extrañaba las largas y agradables conversaciones con Astris, extrañaba compartir mis lecturas con ella, pero también extrañaba otra cosa, y no estaba seguro de qué era o tal vez no deseaba saber qué era eso.

Un día, mientras leía por placer en mis horas libres dentro de la Escuela de Caballeros, alguien se me había acercado, era Astris y cuando la vi me sentí tan feliz que se me hace muy difícil describir con palabras aquella escena mientras la contemplaba, me basta decir que había como magia alrededor de ella.

—Hola Jim. Qué bueno haberte encontrado aquí—fueron las primeras palabras que dijo Astris al encontrarme en la Escuela de Caballeros.

—Qué agradable sorpresa, Astris, tanto tiempo sin verte—dije y cerré mi libro para colocarlo sobre el banco donde leía.

—Sí, tanto tiempo sin vernos. Mis siervos han visto con frecuencia que visitas a Lilah. Pero descuida, ellos no me lo han dicho esto con actitud de llevar chisme. Además, eres libre de visitar a quien tú quieras.

—Lo siento, he sido…he sido un mal amigo. Es que yo…

—No tienes que darme explicaciones, Jim. Soy solo tu amiga, yo comprendo y comprendo más allá de lo que tú puedas imaginar… De seguro estás viviendo otro secreto, otra relación en secreto.

 

Yo me quedé callado, me sentía bastante avergonzado. Sabía que ella sabía, porque me conocía muy bien, pero también supe a partir de allí  que conocía mejor a Lilah de lo que yo podía imaginar.

—Vine hasta aquí porque te extrañaba, simplemente quería verte, amigo. Mi padre también te extraña y pregunta por ti—comentó Astris, fue agradable saber que ella también me extrañaba.

—Yo también te he extrañado, es que…

—Jim, ya te dije, no tienes que explicarme nada. Estoy segura que dices la verdad. Solo quiero decirte que no tienes que abandonar a tus amigos porque tengas una relación con alguna doncella. Y descuida, no le he dicho ni le contaré a nadie que tú y Lilah han vuelto.

—Pero ¿cómo lo has sabido?

—Es obvio, Jim. No has ido más a mi casa, no me has escrito y frecuentas la casa de Lilah, y además, ¿qué otra cosa pudo apartarte de mi biblioteca? Aunque por otra parte, también tengo que decirte que conozco muy bien a Lilah, nuestras familias son vecinas desde hace mucho tiempo.

Acepté de buena gana todos los reclamos de mi amiga, se me hacía fácil. Ella estaba allí parada frente a mí, yo disfrutaba de su compañía aun cuando me estuviese regañando.

Cuando llegó mi próximo día libre, algo cambió en mí, ya no sentía ese fuerte deseo de ir a visitar a Lilah, aun cuando era mi novia, quería o necesitaba visitar a Astris, era una especie de necesidad parecida a cuando nuestro cuerpo está sediento por agua. Me empecé a cuestionar sobre aquella necesidad tan fuerte de visitar a mi amiga y sabía que tal necesidad no era por ir a su casa y sumergirme en la lectura dentro de su maravillosa biblioteca, era otra cosa, quizás estaba enamorado de ella; pero ello no podía suceder, yo tenía novia y ella tenía novio, un novio que era de hecho un caballero. Pero no me sentía culpable, mi necesidad de ver a Astris era más fuerte que aquella cuestión de moral.

Pues así hice, fui a visitar a mi amiga primero. Llegué a su casa sin anunciarme previamente a través de una carta, pero tuve la fortuna de que ella se encontraba.

—Oh, mi reprimenda tuvo un efecto inmediato—dijo Astris al verme entrar en su casa.

—Algo más que tu reprimenda, amiga—contesté.

— ¿Ese algo más es…mi biblioteca?

—Pues no, ese algo más es una fuerte necesidad de estar con mi mejor amiga.

—Qué bueno, Jim. Pero ven, podemos hablar dentro de la biblioteca, sé que es tu lugar favorito dentro de mi casa—dijo Astris y después ordenó a uno de sus siervos para que trajese pan fresco con miel y algo de té.

Había llegado a media mañana a la casa de Astris porque  tenía planes de ir a casa de mi novia poco después del mediodía. No obstante, al mediodía me encontraba almorzando con la familia de Astris y después del almuerzo tomé una breve siesta en un agradable sitial que tenían para descansar, al finalizar la siesta me encontraba hablando con Astris nuevamente y cuando me percaté ya el sol se estaba ocultando.

— ¿Y esa cara?, ¿quieres ir a visitarla?—me preguntó Astris.

—Sí, amiga. Aunque te confieso que no quiero dejar de hablar contigo y precisamente eso me preocupa.

— ¿Por qué te preocupa?

—Astris, ¿y si tú y yo nos…estamos enamorando? Eso me tiene algo mal, ambos tenemos una relación.

— ¿Y por qué crees que nos estamos enamorando?

—Por la manera en que te extraño cuando no estoy aquí contigo, porque puedo hablar horas y horas contigo. Y porque cuando…

— ¿Cuándo qué…?

—Cuando te veo me siento tan feliz. Cuando fuiste a visitarme a la Escuela de Caballeros y te vi, me pareció verte rodeada de una magia que no había percibido jamás en mi vida.

Los ojos de Astris empezaron a brillar, luego cambiaron a otro estado, como si quisieran derramar lágrimas.

—Astris, no fue mi intención hacerte sentir mal…yo… 

—Descuida, Jim. No es tu culpa, tal vez sea la mía. Y bueno, yo también me he sentido como tú. No sabes cuán difícil ha sido para mí no hablar contigo todos estos días, incluso, no me escribiste. Y también estoy preocupada por esto. Cuando te vi en la Escuela de Caballeros, te confieso que sentí que dentro de mi pecho mi corazón saltaba, y supongo que los amigos no se deben sentir así.

>>Jim, ¿qué vamos hacer? Ambos tenemos una relación, yo estoy comprometida con un caballero. Tal vez no debamos vernos más, creo que es lo mejor.  O al menos tenemos que pasar un tiempo sin vernos hasta que estos sentimientos extraños desparezcan.

—Eso puede ser lo mejor para nosotros—agregué.

— ¿Y crees que podamos resistir?—me preguntó Astris como anhelando en el fondo a que dijese no.

Continuamos hablando sobre el plan de separarnos por un tiempo, y mientras platicábamos al respecto sentí un fuerte deseo de abrazarla, pero ese deseo no era tan fuerte como el de querer besarla en ese preciso momento. Su boca parecía tener la forma de un corazón y sus rosados labios habían aumentado de tamaño.

—Astris, ¿estás pensando lo que estoy pensando ahorita?

— ¿Qué estás pensando, Jim?

—En besarte.

—Sí. Y no solamente en este momento, llevo muchos días pensando en ello.

Mi amiga y yo estábamos a solas en su biblioteca, los candelabros de ese recinto ya habían sido encendidos. Entonces me levanté de la silla donde me encontraba.

—Me tengo que ir—dije.

— ¿Irás para la casa de Lilah?—Astris me había hecho la misma pregunta de hace rato, luego se levantó de su silla también.

—No lo sé, creo que ahora no. Con seguridad iré mañana.

Astris se había acercado a mí, mi corazón había comenzado a latir fuerte, más fuerte que cuando besé a Lilah por primera vez.

—Sí damos este paso (el beso), ya no habrá marcha atrás—dije y me fui aproximando a sus labios. Luego ella susurró:

—Si te sigues acercando no podré resistir.

A mi mente empezaron a acudir pensamientos sobre el honor y la lealtad de un caballero, y eso impidió que continuara acercándome a los labios de Astris.

—No vendré más, Astris—dije en forma tajante—, hasta que estos sentimientos dejen de existir.

—Está bien, Jim, está bien—contestó ella.

De los ojos de mi amiga empezaron a brotar lágrimas, yo cerré mis ojos y di media vuelta.

—Jim, le diré a uno de mis siervos que traiga tu caballo.

—Gracias, Astris.

—Estoy de acuerdo contigo que no nos besemos, pero los amigos se pueden abrazar para despedirse.

Al escuchar ese comentario de Astris me giré hacia ella y sin perder más tiempo la abracé, y lo hice de tal manera como si nunca más la fuese a volver a ver. Pero me retiré con prontitud luego del abrazo. No podía demorar aquello que era necesario para proteger mi honor y mi lealtad como caballero.

La noche estaba bastante estrellada cuando cabalgaba con Humos luego de dejar la casa de mi mejor amiga, entonces me encontré con otro camino, era el que iba directo hacia la casa de Lilah. Detuve a Humo, a lo lejos se podía ver brillando las luces de las antorchas y de los candelabros de la casa de mi novia. Tuve deseos de ir a su hogar, tal vez por la costumbre, o quizá para intentar dar consuelo a mi mente turbada y confundida, pero Lilah no podría ayudarme en tal situación, solo había una persona indicada en el Reino Púrpura que podía brindarme consuelo y consejos, y esa persona era Tros, pero él estaba ahora mismo en la parte más lejana que pudieran llegar nuestros reinos. No fui hacia la casa de mi novia, simplemente me dirigí hacia mi casa, tal vez mi lecho podría brindarme algo de sosiego ante la dificultad amorosa que se me presentaba.

 

 

Capítulo XXII.

 

 

El haber decidido no ver más a Astris—por un tiempo indefinido—solo tuvo el efecto de pensar más en ella, mucho más. La extrañaba con intensidad, pero también extrañaba las sencillas cosas que hacíamos juntos.

Con respecto a Lilah y la llama que ardía en mi pecho por ella, era ahora la llama de una ordinaria vela, y desde luego ella lo había empezado a percibir; ello lo demostraba en su trato hacia mí, y también en sus besos que cada vez perdían más calor, como buscando convertirse en témpanos de hielo. No obstante, yo permanecía a su lado, porque tenía ahora la misión de sacar a Astris de mi corazón. Lilah sabía que Astris era mi amiga y de alguna manera se había enterado de nuestra convenida separación. Un día, mientras Lilah y mi persona estábamos platicando en la sala de su biblioteca, ella cambió el rumbo de nuestra conversación para decir lo siguiente:

—Sé, que quieres ir a visitarla.

No dije nada al respecto, permanecía callado porque no tenía nada que agregar en mi defensa.

Lilah seguía hablándome sobre el mismo asunto, yo continuaba en silencio. En mi mente solo trataba de entender por qué era un desafortunado en el amor: la doncella más bella de la Comarca Gris, quien una vez me había terminado a causa de una tontería, ahora sencillamente salía de mi corazón a causa de que mis sentimientos y pensamientos estaban con mi mejor amiga, pero mi mejor amiga estaba comprometida con un caballero.

—Jim, te estoy hablando, ¿me estás escuchando?

—Sí, lo siento, estoy algo distraído.

Ahora el silencio estaba de parte de Lilah, sus ojos estaban tristes pero se leía en ellos resignación.

—Ve a visitarla, Jim. Sé que la extrañas, ya no somos novios.

— ¿Me estás terminando otra vez, Lilah?

—Sí, Jim. Ya no me amas, no me miras como antes y no deseo además interponerme en los caminos de ustedes.

Los ojos de Lilah estaban ligeramente humedecidos. Estaba triste, como dije antes, pero a la vez estaba resuelta en la decisión que acababa de tomar. Yo por mi parte debí sentirme afligido, pero no lo estaba, realmente solo anhelaba visitar a Astris.

Me despedí de Lilah y me retiré de su biblioteca, ella no me acompañó a la salida, sencillamente se quedó sentada en un hermoso sillón de cuero de búfalo norteño. Tampoco nadie en su casa me acompañó al establo a buscar mi corcel, y de mi parte no solicité ayuda. Me marché lo más pronto posible, sentía una especie de vergüenza pero no le di importancia a ello.

Debí haberme ido para mi hogar, pero algo más fuerte que yo se apoderó de mí, y ese algo era: ver inmediatamente a mi mejor amiga, a quien llevaba muchos días sin ver a causa del convenio de separación, convenio que no tuvo ningún beneficio en mi persona, salvo en desear más estar al lado de Astris.

 

 

Capítulo XXIII.

 

 

¿Puede uno enamorarse de su mejor amiga?, ¿o es la verdadera amistad más poderosa que el amor de una novia?, pues no lo sé, pero lo que sí sé, es que ese día que Lilah había terminado conmigo por segunda vez, no me sentí triste ni la extrañé, pero en cambio sí estaba feliz de volver a ver a Astris. Pensé que mi mejor amiga me correría de su casa al verme llegar sobre mi fiel Humo; pero no, ella me recibió, su rostro me parecía el más bello y el más agradable que haya visto jamás, percibía en ella una luz y una magia que parecía envolverla, y consideré que ella me veía de la misma manera. No sabría decir si la veía con ojos del amor de novios o con ojos de una profunda y bella amistad. Sentía deseos de llorar de felicidad, no me importaba en ese momento mi honor de futuro caballero, solo quería verla, conversar, leer juntos, compartir el delicioso pan con miel que sirven en su casa y esperar el anochecer para contemplar las estrellas. Sentía deseos de abrazarla más que de besarla, quería estar muy cerca de su cuerpo, sentir el olor natural de su cabello y de su piel, contemplar su sonrisa; ¡oh, tantas cosas!, pero lo más importante es que estaba frente a ella…otra vez.

—Has vuelto, Jim, has vuelto—fue lo primero que me dijo una vez que bajé de Humo.

—Sí, he vuelto mi querida amiga. Cuánto te he extrañado.

—No tanto como yo, Jim…, no tanto...

Astris y yo hablamos varias horas sobre nuestras cosas, yo compartí todos mis logros alcanzados en La Escuela de Caballeros y sobre el hecho que también me encontraba feliz porque ya faltaba muy poco para ser investido con el sagrado poder que otorga el Reino Púrpura. Tomamos té y comimos pan recién sacado del horno con abundante miel. No entré a su biblioteca para leer, solo quise hablar con ella. Entonces percibí que el tiempo no era suficiente para compartir con mi mejor amiga porque éste parecía volar como relámpago.

—El tiempo es injusto con nosotros—comenté.

— ¿Por qué lo dices, Jim?

—Porque siento que cuando estoy a tu lado, el avance de la luna y del sol corren despiadadamente como siniestros relámpagos que no tienen piedad de nosotros. Si tuviese el poder de la magia, y si esa magia fuese tan grande, yo detendría el sol y la luna solo para contemplarte y escuchar tu risa.

—Oh, Jim. Es muy hermoso lo que me has dicho.

>>Y si tuvieses esa magia. Por favor, también debes pedir para que yo pueda comer todo el pan con miel que tú comes, pero sin engordar, para que la talla de mi cintura jamás pueda aumentar.

Yo reí bastante con su fantasía de poder comer mucho pan con miel y no engordar, ella también rió. En algún momento, mientras hablábamos, sentimos un fuerte deseo de besarnos, se podía sentir muy fuerte la tentación de hacerlo, de verdad era muy fuerte, pero no lo hicimos. Aun no sabía que eran todos esos sentimientos que albergaba en mi corazón por Astris, pero si sabía que tenía una amiga…una mejor amiga.

 


Capítulo XXIV.

 

 

Me sentía feliz junto a mi amiga, pero una tarde, mientras estaba en la biblioteca de la Escuela de Caballeros, me pregunté: “¿cómo es qué Astris conocía tan bien a Lilah?”, era cómo si ella siempre estuviese al tanto de sus movimientos. Pues esa pregunta me la respondió Lilah esa misma tarde cuando era el tiempo para visitas de los aprendices a caballeros.

—Desde pequeñas hemos sido rivales, Jim—me confesó mi ex novia—. Estoy segura que Astris se acercó a ti para asegurarse de separarnos.

—Pero es que ella se acercó a mí cuando tú y yo estábamos separados porque me terminaste a causa de que supuestamente yo no mantuve un secreto—contesté, después añadí: —Ella curó mis heridas, Lilah, cuando tú no estabas.

—Pero Astris me conoce muy bien, Jim. Ella sabía que volvería contigo, sabía que en una segunda oportunidad yo misma te pediría que volvieses conmigo.

— ¿Y cómo es que ella sabría qué volveríamos?

>>Ya lo sé Lilah, sé porque volviste a mí.

— ¿Qué te dijo Astris, Jim? Tienes que tener cuidado con ella.

— ¿Y qué me pudo haber dicho? ¿Qué tu volviste conmigo porque el Caballero Águila se comprometió al matrimonio con una doncella del Reino del Norte?

—No es así, Jim. Volví contigo porque te amo y porque no te supe valorar el tiempo que estuvimos juntos.

—Entonces, ¿por qué mantener en secreto nuestra relación una vez más?, ¿crees que es fácil tener una novia y no poder decirle a nadie?, ¿o es que acaso te avergonzabas de mí porque no soy tan grande como el Caballero Águila o no tengo tanto prestigio como tu hermano Galoss?

—Lo siento, Jim. Solo quería estar segura de que no me abandonarías, quería saber si me amabas.

—No te entiendo Lilah, ¿qué quieres de mí?, ¿quieres volver nuevamente?

—No, Jim. Tú no me amas. Solo vine hasta aquí para decirte que tengo un novio. Y no es el Caballero Águila, ni un hombre con el prestigio de mi hermano, es un joven sencillo.

—Oh, qué bien Lilah. Mis felicitaciones—dije con cargada ironía en mis palabras.

—Gracias Jim, aunque sé que tus palabras no son sinceras.

Cuando Lilah se retiró de la Escuela de Caballeros me quedé reflexionando sobre el asunto de que ella tenía un nuevo novio, y además en tan poco tiempo de haber terminado conmigo. No sé de qué iba eso pero se me hacía muy difícil creer que se haya enamorado, pero lo cierto es que al hacerse novia de un hombre sencillo demostraba su palabra de que no le importaba mi posición en la Comarca Gris; pero ¿por qué se hacía novia de otro tan pronto?, ¿despecho?, tal vez. Sin embargo, con el transcurrir de los días, en mi próximo día libre, pude saber quién era el novio de Lilah. Era un aprendiz a caballero llamado Pirlos y realmente era un joven sencillo, con un origen mucho más humilde que el mío y lo sé porque Pirlos estudiaba con mi grupo.

De mi rostro había salido una mueca espontanea de incomodidad cuando vi por primera vez a Lilah tomada de la mano con Pirlos, los había visto en la casa de refugio, tal vez fue allí donde se conocieron, porque sé que Pirlos es un buen colaborador de los necesitados. Pero sucedió algo muy interesante cuando los vi juntos: Pirlos había dado un beso en la boca de Lilah a plena luz del día y ante la mirada de varios habitantes, incluyendo la mía. Aquello me llenó de coraje y parte del odio que sentí en algún momento por Lilah había vuelto a mí. ¿Cómo era posible que ella, tan celosa de que su relación conmigo se mantuviese en secreto, que ahora se dejase besar la boca ante la vista de varios?, ¿es qué acaso aquellos supuestos temores que tenía conmigo de que su relación se hiciese pública no serían los mismo con Pirlos? Vaya, desde allí empecé a pensar que las doncellas eran complicadas, que las relaciones de novios eran complicadas, o quizá Lilah era la complicada. Lo cierto fue que me sentí humillado, muy humillado, haber terminado conmigo la primera vez porque de alguna forma se conoció mi noviazgo con ella, pero ahora con este joven no tiene ningún secreto. Bueno, así aconteció, no iba a pedirle explicación de aquello, no quería saberlo porque tal vez pedir tal explicación podía herirme y humillarme más.

Afortunadamente yo no estaba solo, tenía una mejor amiga en quien resguardar mi corazón ante cualquier herida o intento de herida, Astris estaría allí para escucharme, para secar mis lágrimas y para darme un buen consejo, y además tenía los mejores libros de la comarca y mucho pan fresco con miel. Así que no me permití caer otra vez en la tristeza ni dejé que viejos o nuevos resentimientos de apoderaran de mí. Por otro lado, el día de ser investido como caballero del Reino Púrpura se acercaba cada vez más, y quizá en mi caso tenía que ser un caballero solitario, sin novia, a fin de dedicar todo mi corazón al servicio de mi profesión de caballero. Pronto andaría con mi armadura y mi fiel corcel Humos peleando contra la injusticia, socorriendo al débil y al agraviado, defendiendo a los que no pueden defenderse, y sobre todo, peleando contra las fuerzas de Lord Siniestro. Un mundo inagotable de vicisitudes y aventuras aguardaban por mí en breve, solo lamentaba que Tros no estuviese a mi lado, oh, cómo le extrañaba y como lamentaba su expulsión de la Escuela de Caballeros, al final el vino no fue un buen aliado para él, el vino fue su más silencioso y peligroso enemigo.

Muy poco tiempo después de ver a Pirlos y a Lilah besarse a plena luz del día y a la vista de cuantos pudieran verlos, me dirigí con prontitud a la casa de Astris, era obvio que hablaría sobre lo que acababa de ver, pero más que nada quería sumergirme en los libros de la biblioteca de Astris, sabía que allí iba a pasar horas de placer y aventuras; sin embargo, cuando llegué a la casa de mi amiga, ella no se encontraba en casa ni tampoco nadie de su familia, solo se encontraban presentes la mayoría de los siervos, aquello me pareció extraño. Entonces uno de estos siervos se acercó a mí:

—Oh, señor Jim. Ahora mismo me dirigía para la Escuela de Caballeros para dejar esta carta de parte de la señorita Astris, pero ya que está aquí la entrego en sus propias manos.

Tomé de las manos del siervo un hermoso pliego sujetado con una cinta de color dorado.

—Gracias—dije al siervo—. ¿Puedo leer la carta aquí?—pregunté.

—Claro señor Jim, sí lo desea puede entrar a leerla en la biblioteca y en breve le traeré té.

Acepté la invitación del siervo y me instalé en la comodidad de la biblioteca, quería leer aquella curiosa carta con calma y comodidad.

 

 

Capítulo XXV.

 

 

De: Astris.

Para: Jim.

Querido Jim (mi mejor amigo): Tal vez en este momento estés leyendo esta carta en la biblioteca de la Escuela de Caballeros o en la biblioteca de mi casa.

Jim, amigo, tal vez estas letras hieran tu corazón o quizá te regocijes conmigo. Bien Jim, el propósito de esta carta es para informarte sobre mi matrimonio, sí amigo, me caso con Lebi, mi novio, y estoy sumamente feliz por ello, cuánto deseo que estés aquí a mi lado mientras tengo estos sentimientos, sentimientos que quisiera compartir con muchas personas pero en especial con mi mejor amigo.

Lebi estuvo aquí en mi casa hace tres días y viajó hasta la Comarca Gris para pedir a mi padre mi mano y para preguntarme si yo quería casarme con é:, dije sí a su propuesta. Oh Jim, esto es lo que he soñado toda mi vida, casarme y ahora se hace realidad tal sueño, y con Lebi  que es un gran caballero; quien ahora es conocido como El Caballero Lobo.

Amigo, no sé si en este momento mientras lees esta carta estás triste o feliz a causa de esta noticia sobre mi matrimonio, pero te quiero agradecer, mi mejor amigo, por todo este tiempo que has compartido conmigo, me hiciste realmente feliz, nunca tuve un amigo como tú; así que por eso y por muchas cosas más te doy las GRACIAS.

Mi matrimonio se va a llevar a cabo en  la Comarca Púrpura,  la cual queda a cinco días de viaje, una jornada muy larga. Me voy a trasladar hasta allá con toda mi familia. Mi padre y el padre de Lebi prepararán una gran fiesta después de la ceremonia de casamiento. Tú desde luego estás invitado para la ceremonia y para la fiesta, pero sé que por la Escuela de Caballeros y por lo largo del viaje no podrás ir. Primero está tu preparación para ser investido como caballero, ya te falta muy poco Jim y sé que lo lograrás, estoy a plenitud convencida de ello…

La carta de Astris continuaba, no pude seguir leyéndola en ese momento. Estaba sentado en un cómodo sillón de la biblioteca de Astris, donde solía leer y a veces tomar una siesta. Cerré mis ojos como si fuese a descansar, pero realmente solo quería asimilar lo que acaba de leer y mientras asimilaba la carta a mi mente acudía la escena de Pirlos y Lilah besándose. Y allí estaba yo, solo en un sillón con una taza de té puesta sobre una mesita a mi derecha, y en mis manos estaba la carta de mi mejor amiga quien me comunicaba que estaba plenamente feliz porque en breve se casaría con su novio. Podía deprimirme o llenarme de odio, pero eso no sucedió, al menos no en ese momento, solo me relajé tanto que me quedé dormido sobre el sillón, Y mientras dormía soñaba con Lilah y Astris, ellas estaban allí como personajes de una obra de teatro que creada por mi mente. Sentí que dormí bastante y seguiría durmiendo si el siervo que me recibió no me hubiese despertado.

—Señor Jim. Disculpe que le levante, pero he ordenado que se hiciera una cena para usted y ahora mismo la comida está sobre la mesa, está caliente.

Acepté tal invitación y mientras me dirigía al comedor fui consciente que sentía mucha hambre. El último bocado que había probado había sido en el desayuno y ahora el sol se había ocultado. Me senté a la mesa y disfruté de una deliciosa cena preparada con modestia. Luego de comer pedí al siervo que mandara a buscar a Humo porque me retiraba a mi hogar.

Ya no estaba Lilah, Tros estaba en alguna parte de los confines de la tierra y ahora Astris, en cierta manera, había huido de mí para siempre para casarse con Lebi; pues estaba solo, sin amigos y sin una mujer a quién amar. Me empecé a sentir desolado, aunque tenía a Humo, mi fiel corcel, él jamás me abandonaría y desde luego tenía a mi madre quien realmente era mi mejor amiga y la mujer que tenía todo el amor de los reinos para mí; pero aun así me sentía desolado y luego sentí que me habían traicionado, Astris lo había hecho, tal vez solo había usado mi amistad para poder soportar la separación temporal con su novio. Cualquier cosa que yo pudiera especular podría ser la verdadera o la equivocada, pero lo real en ese momento fue que Lilah tenía un novio con el cual no tenía secretos y Astris estaba a punto de casarse. Me había quedado sin ninguna de las dos. Había perdido a ambas.

 

 

 

Capítulo XXVI. La bebida, ¿mi nueva amiga?

 

 

Iba de camino a mi hogar sobre el fuerte lomo de Humos, el camino solitario y el brillo de la luna hicieron que asimilara mejor lo que me había ocurrido en un mismo día, entonces me empecé a cuestionar si el culpable de no tener a Astris y a Lilah había sido yo y no ellas; culpable tal vez por haber sido un buen hombre en todos los aspectos, tal vez al verme ellas como un joven tan transparente se permitieron actuar de esa manera. Pero yo no debía cuestionar mi bondad para con ellas, pronto sería un caballero y debía actuar como tal, no obstante el rencor y el odio se empezaban a apoderar de mí una vez más, pero también había tristeza y soledad.

En ese estado me encontraba cuando pasaba con Humos cerca de la taberna del viejo Gazo, así que pensé en Tros, él estaría en ese lugar sino hubiese sido expulsado de la Escuela de Caballeros. Yo sentí deseos de entrar a esa taberna, aun a sabiendas que Tros no estaba allí. Siempre había escuchado que el vino o la cerveza ayudaban a consolar un corazón herido a causa del amor, y mi corazón estaba doblemente herido. Pude en ese momento haber recordado lo peligroso del vino y el daño que causó a Tros, pero no quise hacerlo, quise buscar consuelo en esa bebida, sentí deseos de experimentar, tal vez solo por una noche, “lo necesario para no albergar ni rencor ni tristeza”.

Finalmente apeé a Humos al barandal de la taberna para que él tomara agua y yo me dirigí directamente a la taberna. El lugar olía a rancio, como siempre, y también era sombrío, pero la cantidad de gente presente me hizo sentir bien, era como si mis sentimientos de soledad se fuesen de una vez. Me acerqué a la barra con la firme decisión de tomar un tarro de vino o de cerveza, pero en ese momento recordé  lo peligroso de tales bebidas y recordé también la tragedia de mi amigo. “Me falta poco para ser caballero, vamos, no lo hagas”, me dije. Mientras me debatía entre beber o irme de esa taberna, dos hermosas mujeres que estaban ligeras en ropas se me acercaron.

—Tú eres el amigo de Tros, yo te recuerdo—dijo una de ellas y a la vez extendió su mano para que yo la besara. Lo hice, luego su amiga o compañera también extendió su mano para el saludo—. Pero no recuerdo tu nombre—terminó de añadir.

—Jim, me llamo Jim—dije con timidez.

—Jim, no seas tímido—me dijo la misma mujer—. Me llamo Sarya y ella es mi amiga Gila. ¿Qué vas a beber, cerveza o vino? Si no tienes dinero no te preocupes, el viejo Gazo es mi abuelo.

No pude responder al instante, pero por alguna extraña razón no quería quedar mal ante aquellas mujeres que me abordaron, y para no quedar mal ante ellas sentí que debía beber.

—Creo que vino estaría bien—respondí finalmente, pero a la vez tuve sentimientos  de culpabilidad. Ahora no pensaba en Lilah ni en Astris, solo me sentía arrinconado como un ratón. Podía irme de allí, nadie me lo iba a impedir, pero parecía que mi vergüenza de quedar mal ante tales mujeres parecía más fuerte que mi decisión de hacer lo correcto.

La mujer llamada Gila ya había puesto un tarro de vino sobre la barra. Desde allí me fijé que aquellas mujeres exhibían sin pudor parte de sus pechos ya que el vestido que llevaban era escotado. Tuve unos sentimientos extraños, como una especie de calor. Ya había tomado el tarro por su asa, no había vuelta atrás si daba el primer sorbo, yo lo sabía, y al beber vino de seguro iba a perder mi virtud ante aquellas atractivas mujeres. Pero qué importaba si perdía mi virtud, había sido un hombre bueno y no fui correspondido, me sentía usado. Esa era mi oportunidad de enviar todo al mismísimo abismo. Ya el tarro estaba cerca de mis labios, pude ver que aquellas mujeres esperaban con ansias que bebiese y yo también quería beber. “Ya sé porque bebías, amigo, ya sé porque no tenías novia”, me dije recordando a Tros.

Detuve el tarro de vino muy cerca de mis labios.

—Vamos Jim, bebe, bebe con nosotras—dijo Sarya.

A continuación hice caso, pero  hice caso a mi conciencia y coloqué el tarro de vino sobre la barra.

—Lo siento, Sarya. No beberé, tal vez otro día, pero hoy no.

Después de colocar el tarro de vino sobre la barra, besé las manos de las hermosas mujeres que exhibían parte del busto y me marché con ligereza. Al salir monté rápidamente sobre mi corcel y me marché rumbo a mi casa. Sentía que mi corazón latía rápido. Esa situación en la taberna me hizo olvidar por un momento mi aflicción. Hablaría con mi madre, después de todo era realmente mi mejor amiga, jamás me abandonaría ni dejaría de amarme aun cuando me convirtiese en un mal hombre.

 

 

Capítulo XXVII. Carta de Tros.

 

 

Después que escapé de las garras del vino y de las mujeres de fácil convenir, había llegado a mi casa con normalidad, mi madre me recibió y con prontitud leyó diferentes emociones en mi semblante, me invitó a hablar con ella, pero yo estaba agotado, quería rápidamente echarme sobre mi lecho y dormir varias horas, así que le prometí que hablaríamos al amanecer. Y sucedió así, al amanecer ya me encontraba hablando con mi madre acerca de las cosas que me afligían, y mientras hablaba también desayunaba junto a ella. Conversamos por un buen tiempo, sus palabras me brindaron calma y sosiego aun cuando mi corazón seguía herido, no obstante, me sentía mucho mejor que cuando había entrado en la taberna la noche anterior.

Cuando el sol hubo salido a plenitud durante la mañana, ya me encontraba ayudando a mi madre en las faenas de nuestro hogar y de nuestro huerto. Había muchas frutas, hortalizas y vegetales que cosechar. Puedo decir que el trabajo en el huerto es un bálsamo que ayuda a curar las aflicciones. Me sentía mucho mejor al estar recolectando y seleccionando el fruto de la tierra y mientras me encontraba en tal actividad había llegado a nuestro hogar un mensajero con una carta que venía de muy lejos. Mi corazón pareció dar un fuerte brinco cuando supe que aquella carta era de mi mejor amigo: Tros. Hice una pausa en la cosecha y pedí permiso a mi madre para que me concediera un tiempo para leer la carta, ella me lo dio y luego me dirigí a la sombra de un árbol, desplegué el pliego y comencé a leer.

De: Tros.

Para: Jim.

Mi estimado y más querido amigo que haya tenido jamás. En primer lugar quiero decirte que estoy bien, estoy fuerte y con ánimo de lucha. Me encuentro en un lugar muy lejano conocido como Tierra de Rocas. Hasta ahora hemos tenido dos encuentros con las fuerzas de Lord Siniestro y hemos salido victoriosos, también hemos luchado contra los llamados Mercaderes de la Muerte quienes son un grupo de forajidos que reúne gente de ambos bandos y que solo se dedican a la piratería, son muy peligrosos y sanguinarios y su codicia nunca se sacia; estos últimos dan mucha más preocupación a nuestros comandantes que hasta las mismas fuerzas de Lord Siniestro.

Jim, en primer lugar no te voy a negar que todavía conservo sentimientos de remordimiento por mi conducta que causó mi expulsión de la Escuela de Caballeros, esfumándose así para siempre la posibilidad de ser investido como Caballero del Reino Púrpura; pero también tengo que decirte que me siento feliz de ser un soldado, peleando en tierras extrañas y muy lejanas, aquí no cesa el peligro y la aventura y la camaradería entre mis compañeros es muy buena. Las noches por aquí son muy bellas aunque desde luego peligrosas, pero este peligro, ese sentimiento de que puedes morir en combate en cualquier momento te ayuda a apreciar cada instante tu vida, así que los simples detalles te brindan un gran gozo.

Bueno Jim, tengo que ir despidiéndome, aquí hay mucho trabajo, de ello depende nuestra seguridad y nuestro éxito. Yo quisiera que estés ahora a mi lado, peleando estas batallas y viviendo aventuras cargadas de grandes peligros, pero lo que más deseo es que seas investido como caballero. Espero y anhelo algún día poder volver a verte, hablar y reír contigo. Envía mis saludos a tu amada madre. Hasta pronto, Jim.

Después de haber leído la carta de Tros recibí en mi espíritu una inconmensurable felicidad y a la vez sentí pena por mí mismo, porque de seguro mi mejor amigo estaba viviendo verdaderas aflicciones y privaciones, y yo estaba afligido por cuestiones del corazón. Por tal razón tuve la firme decisión de apartar de mi corazón las intrincadas y complejas relaciones con doncellas, y decidí firmemente convertirme en un gran guerrero. Sentí que ya Tros era un feroz y audaz guerrero, puesto a prueba en las tierras más peligrosas que yo pudiera imaginar, así que, quería ser como mi amigo, ya bastaba de tantos lloriqueos. Y para eso necesitaba hacer algo: dirigir un par de breves cartas de despedida para Lilah y la otra para Astris.



Capítulo XXVIII. Cartas a Lilah y a Astris.

 

 

Para: Astris.

De: Jim.

Hola Astris, espero te encuentres bien al lado de los tuyos y de tu prometido, que tal vez ahora mismo ya sea tu esposo. Gracias por tu amistad en momentos difíciles de mi vida, estaré eternamente agradecido por ello. Me siento tranquilo de que te vayas a casar o que ya te hayas casado, así que aquello que llegamos a sentir en algún momento quedará borrado para siempre. Ello me permitirá convertirme en un caballero consagrado en mente, corazón y espíritu a la causa de nuestros reinos. No tendré dilemas y distracciones en mi mente.

Por otro lado, les deseo que sean felices, Lebi es un buen hombre y sé que es un excelente caballero. Gracias por tantos panes con miel y sobre todo por las horas concedidas de lectura en tu magnífica biblioteca. Adiós, os deseo lo mejor.

 

Para: Lilah.

De: Jim.

Estimada Lilah, deseo que te encuentres bien. Esta carta es para despedirme y para desearte lo mejor en tu nueva relación. Espero puedas encontrar lo que yo no pude darte. Gracias por el tiempo que compartiste conmigo, fui feliz en esos momentos. Ahora somos amigos y seguiremos siendo amigos. Adiós y os deseo lo mejor de esta vida.

 

Me había sentido aliviado al escribir ese par de cartas, pagué a un mensajero para que las entregase. Y de esa manera cerré un ciclo de mi vida para dedicarme a ser un caballero, para convertirme en el guerrero que se había convertido mi mejor amigo. Y fue interesante para mí que al no tener un amor de mujer en mi corazón me iba a permitir ello, como caballero, dedicar todas mis energías, mi tiempo y mi espada a combatir contra la injustica de canallas dentro de los límites de nuestros reinos y además y principalmente, hacer retroceder a las fuerzas de Lord Siniestro para que nunca jamás se apoderaran del tesoro más valiosos de las personas que habitan los Reino Púrpura, Reino del Norte y el Reino de los Meridianos, y ese tesoro más valioso era: La Libertad, nuestra libertad. 

No obstante, otras cosas estaban por venir, así como otros amores de mujeres que volverían a dar una estocada a mi corazón aun siendo ya un caballero investido. Enemigos exteriores me acecharían, pero los enemigos a los cuales debía temer más, no eran los que viniesen y atacasen desde afuera, sino a los que provenían desde dentro de mi ser, enemigos que me harían cambiar mi título del Caballero Blanco por el del Caballero Maldito.

 

 

 

Capítulo XXIX.

 

Mi cuerpo portaba una reluciente y plateada armadura, mi yelmo era de un tono más claro que mi armadura, acercándose al color blanco, y este era ligero y cómodo de llevar, a mi lado estaba Humo con su pelaje gris, parecía hasta más orgulloso que yo. Me encontraba arrodillado, frente a mí estaba uno de los generales en jefe del Rey Turkiola, mi mano derecha agarraba las riendas de mi corcel. Muchos habitantes de nuestra Comarca Gris y otras comarcas más, estaban a mi alrededor, pero de todos esos habitantes solo uno destacaba para mí, era mi madre, que también estaba henchida de orgullo y de felicidad por su hijo.

—En nombre de nuestro Rey Turkiola y en nombre de los demás reyes. Te concedo la sagrada Investidura de Caballero, y te nombro: El Caballero Blanco—declaró el general en jefe parado frente a mí, quién mantenía la punta de su espada en mi pecho, en el lado del corazón. –Puedes levantarte, Caballero Blanco—ordenó después, luego procedió a entregarme la misma espada que hace un instante apuntaba mi corazón.

Lo había logrado, había logrado mi sueño de ser un caballero.

 

Al siguiente día, después de haber sido investido como caballero, tuve un encuentro con el Maestro Mayor de la Escuela de Caballeros.

—Y bien, Caballero Blanco. ¿Existe algún lugar donde quiera servir su primera misión?

—Sí, Maestro Mayor. Deseo con todo mi corazón servir en la Legión Púrpura.

FIN.

...continuará muy pronto...


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