Pedro Suárez Ochoa.
RESISTENCIA HUMANA.
(Relato)
—
Alex García, ¿negará usted su condición de terrícola, y dejará de ser para
siempre un humano?—dijo una extraña voz que parecía venir de muchos lugares a
la vez, su sonido era entre robótica y humana.
—
¡Jamás, hijos de puta! ¿Me escuchan bien? ¡Jamás!—respondió Alex, un ex militar
y ex agente de inteligencia venezolano.
El lugar donde se encontraba el ex
militar era sumamente blanco en su totalidad, solo se escuchaba el sonido de
una especie de aire acondicionado, más la voz que cada quince minutos volvía a
hacer la misma pregunta.
Cada vez que Alex se negaba a abandonar
su condición humana, un terrible sonido hacía llevar sus tímpanos al límite,
aquel sonido o aquella resonancia parecía estar en una frecuencia para volver
loco a un humano. El sonido solo duraba diez segundos, pero para Alex parecía
una hora de tormento que lo hacía gritar con todas sus fuerzas, le parecía
tener la sensación de que sus tímpanos sangraban y después de recibir esa
extraña resonancia, perdía el equilibrio, quedando desorientado por el espacio
de un minuto.
[Quince
minutos más tarde]
—
Alex García, ¿negará usted su condición de terrícola, y dejará de ser para
siempre un humano?
—
¡Vete a la mierda, maldito!—contestó Alex y al instante se escuchó el mismo
espantoso sonido. — ¡Ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhh!
La voz seguía haciendo la misma
pregunta, siempre cada quince minutos. Alex era fuerte, de eso no había duda,
había sido entrenado para ello; pero después de veinticuatro horas, su resistencia
se doblegaría. El cuerpo humano necesita reponer el sistema nervioso, y si no
se duerme bajo una condición de tortura, la “histeria” está a un paso de
llegar.
—
Alex García, ¿negará usted su condición de terrícola, y dejará de ser para
siempre un humano?
El
ex militar tenía los ojos bañados en sueño, casi no le quedaba fuerzas para
responder, al menos para dar su respuesta negativa, esta vez levantó la mano
derecha haciendo un puño apretado con el resto de fuerzas que le quedaba y,
sacó el dedo del medio en señal de indecencia.
—
¡Ahhhhhhhhhhhhhhh¡—volvió a gritar Alex, después que el extraño sonido
penetrara cada milímetro de su agotado cerebro.
Luego de treinta horas, Alex estaba
derrotado, solo le importaba dormir y dejar de escuchar esa resonancia que le
atormentaba. Pero su orgullo de guerrero se interponía entre tomar una decisión
que le permitiera descansar u otra que acabaría con él. Pasaron quince minutos y la voz no hizo
la misma pregunta, sino que, otra voz se escuchó, una muy diferente, ésta era
femenina y le parecía familiar.
—
Alex, ¿Estás bien? ¿Por qué prefieres seguir sufriendo?, si esto sigue morirás
o te volverás loco para siempre, ¿Esto es lo que deseas?
Alex estaba en el piso, tratando de
digerir todo lo que había escuchado y al mismo tiempo trataba de recordar de
quién era aquella voz femenina que le parecía muy cálida y familiar.
—
¿Quién eres? ¿Quiénes son ustedes?—preguntó Alex, con la escasa cordura que le
quedaba.
—Alex,
somos una raza de extraterrestre que ha convivido con ustedes por más de cuatro
mil años. Nosotros le hemos brindado los más importantes conocimientos para el
desarrollo de su especie, pero ustedes han desperdiciado ese conocimiento
matándose unos a otros.
—
¿Y qué tengo que ver con eso?
—Queremos
limpiar la Tierra, Alex. Limpiarla de tu raza. Pero es necesario que el diez
por ciento de la humanidad sobreviva.
—
¿Y yo soy parte de ese diez por ciento?
—Correcto
Alex.
—
¿Y no pudieron pedírmelo de otra manera?
—No
Alex, nos ibas a rechazar de tajo, hemos ablandado tu resistencia mental para
que puedas ser capaz de al menos escucharnos.
—
¿Sabes qué?...
—No
Alex, no lo digas por favor, no digas lo que vas a decir… mi vida.
Alex recordó de quién era la voz, no lo
podía creer, con seguridad sería un engaño; pero si fuese la voz de ella…su
esposa.
—
¿Gabriela?
—Sí
Alex, soy Gabriela, mi vida.
Alex
se enterneció con lo que acaba de escuchar, su corazón empezó a latir
diferente.
—Sí
eres Gabriela, muéstrate—exigió Alex.
Una compuerta se abrió y una fuerte
corriente de aire envolvió su cuerpo. Una figura femenina vestida con un mono
color crema se acercaba hacia él, era Gabriela, su Gabi; pero al instante dos
figuras altas en extremo hicieron acto de presencia, parecían sostener una
especie de armas de un color cromado.
—No
temas Alex, ellos son seres de luz—comentó su esposa y fue caminando hasta
donde estaba él para abrazarlo.
Los extraterrestres parecían humanos,
pero su estatura superaba los 2,20 metros, y sus ojos a diferencias de los
humanos eran completamente negros y mucho más grande, tal vez el doble.
—No
tengo tiempo de explicarte todo, Alex. Solo niega tu condición de terrícola y
humano, mi vida…por favor, confía en mí—rogó Gabriela y al mismo tiempo besó a
su pareja.
—Sí,
estoy dispuesto a abandonar mi condición de terrícola y de humano ¡Lo estoy!
¡Me oyes! Lo estoy—gritó Alex, dirigiéndose a los dos seres que acaban de
entrar.
Gabriela
lo volvió a abrazar luego de negar para
siempre su condición de humano. De pronto, Gabriela se tornó diferente. Empezó
a aumentar en tamaño y sus ojos se hicieron completamente negros y mucho más
grandes. Alex quedó en shock, quería gritar pero no podía, su locura había
comenzado.
—Experimento
B-45667-199 terminado. El sentimiento llamado “amor”, puede ser más eficiente
que la tortura en sí misma—expresó el alienígena que observaba todo desde su
lugar de comando.
"Fin"...
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