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El Asesino del Tótem ( Asesino serial en Venezuela)




I

Para la gente la policía no sirve hasta que la necesitas, eso es una realidad, lo acepto; además, no comprendo cómo es que llegué a ser un agente, lo cierto es que estoy aquí, portando una beretta en mi cintura y tomando litros de café diariamente para poder mantener mi mente despierta, aunque lo único que consigo mantener despierta es mi “depresión” por haberme divorciado. La vida siempre te da una patada en las bolas cuando menos te lo esperas, supongo que nuestro propósito es llegar a tener unas bolas de acero para soportar su embestida.
El viaje a mi depresión comenzó un 7 de abril del 2012 durante una madrugada. Eran las 3:00 am cuando se nos avisó que se encontraron los restos de un hombre descuartizado en las adyacencias del centro comercial Nueva Granada. Cuando llegamos a la escena nos encontramos con una bolsa de basura negra que contenía partes de un cuerpo en estado moderado de descomposición. La bolsa había sido rota por perros de la calle y en ella solo estaba dos piernas sin pies, dos brazos que le faltaban las manos y la parte superior de la caja torácica de una persona masculina. No había más nada, excepto un tatuaje en uno de los brazos. El tatuaje era un tótem con calaveras humanas bañadas en sangre, dibujado por algún  profesional, quizás.
Como inspector de policía del Estado Bolívar estoy algo acostumbrado a ver mucha mierda de gente enferma; pero reconozco que lo que vi esa madrugada me había causado repulsión como si fuese un simple novato del cuerpo policial. Al principio dedujimos que solo se trataba de alguna venganza, alguna represalia por parte del crimen organizado, se pensó que la víctima era otro maleante. Pero no fue así, porque tres semanas después se nos avisó de otra bolsa negra de basura con restos mutilados de una persona, con las mismas características de corte o desmembramiento que los restos anteriores, más el mismo tatuaje en uno de los brazos, y para mayor sorpresa, un mes después, hallamos otra bolsa de basura negra con restos mutilados tal cual como las otras y, el mismo tótem tatuado. Así que ya no era una venganza… estábamos en presencia por primera vez en treinta años, ante un asesino serial.
Pronto toda Ciudad Bolívar entró en pánico, los periódicos regionales hicieron su maldito festín de ganancias con todo su singular amarillismo. Los muy desgraciados publicaron en su sección de sucesos, las imágenes a full color de los miembros descuartizados. Así que nuestra gloriosa y culta prensa local hizo que el comisario y el alcalde se montaran arriba de nosotros para que diéramos con el asesino, para ellos se convirtió en un motivo político y electoral; y para mí fue el inicio de la destrucción de mi matrimonio.
Al principio no teníamos muchas pistas que seguir, pero los resultados del laboratorio mostraron que en la sangre de las víctimas había cantidad abundante de procaína y lidocaína, analgésicos que se usan como anestesia local para operar a pacientes de distintas anomalías, sumado a esto, los cortes de los miembros superiores e inferiores eran casi idénticos y, en la caja torácica un poco más debajo de las coyunturas que une a los brazos y piernas estaban cauterizados. Lo que concluimos parcialmente que las víctimas primero fueron torturadas, se les mantenían despiertos y sin dolor para que presenciaran toda la carnicería que se cernía sobre ellos. El asesino también evitaba que sus víctimas se desangraran. No quiero ni imaginar todo el infierno que soportaron todos esos hombres.
—Sánchez, tenemos tres hombres descuartizados. No podemos identificarlos, no hay huellas digitales, ni rostro, ni dentadura—comenté a mi auxiliar, un experimentado Sargento.
—Inspector, estamos jodidos, ¿No había otros pendejos en toda la Comandancia a quienes dar este caso?
—Es parte de la mala leche, Sánchez. Pero te digo, si resolvemos esta vaina, no convertiremos en los héroes de Ciudad Bolívar.
¿Héroes? Creo que me creí mi propia mentira, me obsesioné con ser un jodido héroe, eso fue mi única motivación, casi no iba para mi casa. Dejé de hacerle el amor a mi esposa, y si ella me montó los cachos, lo podía entender. Pero ella no estaba dispuesta a soportar más; estar casada con un hombre a quien ni siquiera le veía el rostro, sin mencionar toda la angustia que sufría cada noche esperando que a su marido no le metieran un tiro. 
Todo se agravó cuando un mes después de la tercera víctima, apareció otro mutilado, con el maldito tótem de calavera  tatuado en uno de los brazos; la presión en nosotros aumentó, así que, no solo teníamos al comisario y al acalde montados sobre nosotros; sino que los cuatrocientos mil habitantes de Ciudad Bolívar también usaron la fuerza de su opinión pública para presionarnos y, todo gracias a nuestra gloriosa prensa amarillista, que publicaron nuestros nombres y fotos en primera plana. “ESTOS SON LOS AGENTES ENCARGADOS DE RESOLVER EL CASO DE: EL CARNICERO, ¿PODRÁN ELLOS?”. Los muy hijos de putas aumentaron sus ganancias, toda esta vaina parecía una perra novela sin final, mientras la novela de mi vida familiar se iba para el carajo. Pero, cómo todo asesino serial, su vanidad era su peor debilidad, estos tipos siempre quieren ser descubiertos en el fondo, pasar a la historia cómo los putos héroes de los psicópatas que están por nacer. Así que encontramos otro patrón a seguir, algo en lo no nos habíamos fijado y que tenía una coincidencia con los asesinatos y eso fue que, los homicidios coincidían todos con denuncias de violaciones.

         Entre cada quince y diecisiete días, después de cada denuncia de violación, se encontró un cuerpo  mutilado. Dos hombres acusados de violación fueron reportados como desaparecidos por sus familiares. Aunque todo parecía circunstancial, los indicios apuntaban a que, muy probablemente no se trataba de un asesino serial típico, sino un “justiciero”. Así que empezamos a estar muy atentos a las denuncias de violaciones en Ciudad Bolívar y las ciudades más cerca a ésta, como lo es Soledad, Puerto Ordaz y San Félix.
         El 12 de noviembre se recibió otra denuncia de violación. La víctima, una joven de diecinueve años y estudiante de ingeniería civil. Ella dejó plasmado en el informe, que un hombre alto de aproximadamente 1,85 metros, de piel blanca y obeso, abusó de ella. La joven ayudó a hacer un retrato hablado del delincuente. Diez días después dimos con un sospechoso que reunía las características descritas por la muchacha y,  sus familiares lo habían reportado como desaparecido. Así que quedaba esperar siete días, para confirmar que nuestro asesino serial tenía complejos de justiciero.
         Entre otras cosas, teníamos que tener mucho cuidado que los indicios sobre los violadores y su relación directa con El Carnicero  no llegaran a la prensa, ya que estos harían todo un festín con ello, convirtiendo a este asesino en un héroe regional. Pero los muy hijos de su madre se enteraron de todo, de hecho, la manera como se enteraron fue pública y notoria, ya que en el edificio de los tribunales, en su lado frontal, estaba reflejado una gran pancarta con el siguiente mensaje:
“TODOS LOS VIOLADORES SERÁN VIOLADOS, Y SUS MIEMBROS ARRANCADOS”…EL ASESINO DEL TÓTEM.

         Al final del mensaje en la pancarta, estaba el mismo tótem tatuado en las víctimas. La prensa cambió en segundos la opinión pública, ya no teníamos un asesino serial en la ciudad, sino un justiciero, dónde la gente quería que no solo asesinara a violadores, sino políticos corruptos, atracadores, asesinos, secuestradores, narcos y policías corruptos. Y adivinen quien sería el nuevo villano, pues yo, si lograba atraparlo. Al carajo la opinión pública, ese maldito era un asesino, no me importaba sus intenciones; hay una constitución nacional, existen leyes; muy a pesar de funcionarios públicos que llegan podrirse como  el excremento. Mi matrimonio ya estaba jodido y ya no sería un héroe si daba con ese asesino serial. “¡AL CARAJO TODO “Voy por ti Asesino del Tótem!”, me dije a mi mismo; pero mi infierno apenas iba a empezar.




Capítulo II.

         Mi Sargento Sánchez, mi buen compañero, si yo fuese él Quijote el sería mi fiel escudero Sancho Panza, aunque él no siente debilidad por la buena mesa como aquel escudero, pues no, pero si siente debilidad por la cerveza helada, no lo culpo, al menos no tiene adicción por la marihuana como mi último compañero, y gracias a los Cielos tampoco es un maldito corrupto más de este cuerpo policial, así que es como oro puro tenerlo a mi lado. Sin embargo, toda esta jodida presión lo llevó a tomar más cerveza, llegando a incursionar en el ron ya que era fácil de llevar consigo en una redoma, pero lo comprendo, además, todos tenemos una puta adicción.
—Mi inspector, voy a comprar unos cigarros—me indicó Sánchez, íbamos en nuestra camioneta rústica asignada, la cual era totalmente blanca y sin ningún logo de la policía.
Mi compañero quería que me parara frente a una de las licorerías de la avenida República, aunque sé que no iría por cigarrillos realmente, iría por dos cervezas de las de alto calibre. Le gusta estar sedado mientras trabajamos. Cuando Sánchez estaba frente a la licorería yo estaba recibiendo una llamada en mi celular por parte del comisario, avisándome que encontraron miembros mutilados de un hombre obeso en la autopista perimetral de la ciudad, cerca de los farallones de El Perú.
— ¡Sánchez! ¡Nos vamos!—grité a mi compañero y él rápidamente engulló las dos botellas de cervezas heladas como si se tratase de un jugo de naranja.
— ¿Qué pasó, mi inspector?—me preguntó al montarse en el rústico.
—Encontraron al presunto violador obeso—contesté. –Cerca de la Perimetral, por los farallones de El Perú—terminé de indicar y Sánchez sacó su cantimplora de ron y dio un trago a su sedante. –Tienes que dejar esa mierda, compañero—le dije—, te va a freír el cerebro y tu hígado—.
—Cierto, mi inspector, tengo que dejar esta mierda—cuando contestó aquello, por la radio, en nuestra frecuencia policial, informaban de lo del hallazgo de las partes del cuerpo.
—Apuesto que la prensa ya está primero que nosotros.
—No lo dudes, mi inspector. Si fuesen policías serían muy eficaces.
—No, si fuesen policías serían unos cagados—comenté, y la vez pisaba más el acelerador de la camioneta.
         Cuando llegamos a la escena, ya estaban los corresponsales de sucesos de las tres prensas regionales tomando fotos como animales de rapiña. Al bajarme, las cámaras fotográficas empezaron a disparar hacia mí, como si fuese una estrella de cine.
— ¡Mira quién llegó! El agente 0-0-7—comentó en tono de burla Pepe, uno de los buitres de la información.
—Cero, cero, siete será el coño de tu madre—le contesté.
—Debería grabar esas palabras, inspector Almeida—indicó Pepe.
—Deberías grabar mi pene entrando en tu mujer, también.
         Después de ese comentario por mi parte, el periodista intentó abalanzarse sobre mí, pero Sánchez y un agente de uniforme se lo impidieron.
—Te voy a destruir, Almeida, y también a tu maldito compañero borrachín, ya leerás mañana en sucesos.
         Ignoré lo último que dijo Pepe y me acerqué hacia los restos mutilados. Había ya una banda amarilla de seguridad y los de escena del crimen estaban haciendo lo suyo. Aquello era repugnante y asqueroso. La víctima tenía que ser el obeso acusado de violar a la estudiante de ingeniería civil.
—Y bien, ¿qué tenemos aquí, agente?—le pregunté al oficial que estaba a cargo de inspeccionar la escena.
—Pues nada nuevo, inspector. Partes mutiladas sin manos, sin pies y sin cabeza. Genitales arrancados de tajo, y aquí—señaló un brazo—el mismo tatuaje de tótem con las mismas características que los anteriores, de hecho, exactamente igual.
         No teníamos nada, al menos nada nuevo. Éste asesino era alguien que siempre pasó por desapercibido, nunca fue un delincuente, no estaba vinculado a nada. Siempre fue un ciudadano común y corriente que llevaba años planificando esto. Pero era sin duda alguien que tenía acceso a las denuncias directas de la policía sobre violación y otras formas de abusos sexuales, lo que podía indicar que no estaba solo en esto, tendría que tener un informante, o tal vez él mismo era su propio informante y trabajaba en el Comando de la Policía.
—Nosotros nos vamos, quiero un informe detallado de esto lo más pronto en mi oficina—le indiqué al agente, luego le hice señas a Sánchez para marcharnos.
         Cuando me iba me encontré de frente otra vez con Pepe, el buitre de hacer dinero para el dueño del periódico dónde que él trabajaba, lo peor era, que Pepe y sus demás colegas eran los lame suela  o los jalabola del dueño, y no recibían por ello ninguna compensación extra, salvo un salario mínimo, un bono nocturno y una invitación anual a la gran fiesta de cumpleaños de su patrón donde el whisky, la cerveza y la carne asada rodaban sin parar.
—Sánchez, creo que nuestro asesino trabaja en el Comando—expresé mientras ya estaba conduciendo el rústico.
— ¿Por qué cree eso?
—Porque este asesino ha tenido acceso a todas las denuncias de violación
—Pero cualquiera puede llegar a tenerlas a través de la prensa.
—Pero la prensa nunca informará con exactitud de los hechos, además, manipulan mucho la información para hacerlo más sensacionalista.
— ¿Qué me dice de los tribunales? Allí también se reciben denuncias—preguntó mi compañero.
—Pero no todas, ya sabes que no todas las víctimas o sus familiares tendrán el valor de llevar su caso a tribunales, ya sabes cuánto miedo tiene la gente. Además, todo indica que la información viene de primera mano, es decir, de nuestra institución, allí tenemos archivos llenos de expedientes de denuncias y casos de violaciones.
         Mientras Sánchez y yo deliberábamos sobre el asunto en cuestión vimos un movimiento sospechoso frente a un abasto y carnicería, ubicado en El Perú. Yo reduje la velocidad casi quince kilómetros por hora. Frente al abasto estaba un motorizado con franela blanca, y su acompañante se había bajado rápido de la moto con un morral colocado en su pecho, ello indicaba que se trataba de un robo en ejecución, así  que  Informé por la radio. En breve nuestros músculos se tensaron y nos pusimos alertas. Ya Sánchez estaba preparando su Jericó 9 mm.
—Aquí Pacheco, informa de un atraco en progreso frente a la Carnicería El Perú.  
         Veníamos por atrás, mezclándonos con los demás vehículos, decidí no sonar la sirena aun. Efectivamente, era un robo, el acompañante saltó encima de la moto y le dio una palmada en la espalda al conductor de la moto. Las demás unidades de la policía ya venían en camino. Si los delincuentes no detenían la moto y se echaban al piso soltando sus armas serían liquidados, o por nosotros o por otros agentes, o tal vez ellos nos podían eliminar a nosotros de igual manera. La moto había arrancado y nosotros aceleramos, íbamos indicando por la radio el curso de la moto, en El Perú solo tienes tres opciones para huir, las dos primeras son por su avenida principal, una en la entrada norte y la otra en el sur, o podía tomar un camino más difícil que era por los farallones ya que este sector popular parece una enorme isla que en vez de estar rodeada por un océano, está rodeada por dos grandes farallones.
         Los ladrones se percataron que los estábamos siguiendo, así que aceleraron más, igualmente nosotros y al mismo tiempo encendimos la sirena. Desafortunadamente para ellos no tomaron hacia los farallones, siendo el monte y las culebras su mejor opción. Cuando los motorizados iban llegando a la salida sur de la avenida principal, nuestros motorizados de la policía le habían cortado el paso con sus grande motos todo terreno de alto cilindraje. La actitud más sensata de aquellos jóvenes delincuentes era detener su moto y lanzarse al piso. Pero no fue así, sino que en medio de su nerviosismo pasaron al otro lado de la avenida—en el sentido contrario—, entonces un enorme camión venía del otro lado sonando sus bocinas, aquel monstruo no podía frenar de repente, los delincuentes iban en una moto normal que no tuvo la suficiente fuerza para acelerar rápidamente después de haber atravesado la isla. El camión se los llevó por el medio, los dos jóvenes murieron al instante y la moto se convirtió en chatarra retorcida. El chofer de la gandola afortunadamente nunca perdió el control, así que no viró el volante hacia ningún lado, finalmente el gran vehículo de carga pudo detenerse por completo.
— ¡Verga!—había gritado mi compañero al momento del impacto, luego sacó su cantimplora de ron y dio un largo trago. Yo extendí mi mano hacia él, como señal de que me diera un trago de ron, di un largo sorbo, quizás más largo que el de él.
— ¡Carajo!—expresé luego de tomar aquel trago de ron, estaba impresionado ante la trágica escena que había presenciado.
—Al menos llegamos primero que Pepe—dijo Sánchez y me quitó el ron de la mano. — ¿Cuánto minutos le das al zamuro?—me preguntó luego.
—Tres minutos.
—Yo le doy cuatro, ¿apostamos?
—La cena, quien gane, paga la cena—respondí y me bajé del vehículo.
—Trato hecho—dijo Sánchez, guardado su redoma en uno de los compartimientos de su chaqueta negra, después bajó del rústico al igual que yo.
— ¡0-0-7!—exclamó alguien a nuestras espaldas, era el despreciable de Pepe. Sánchez y yo perdimos la apuesta, el buitre había llegado en menos de dos minutos. –Hoy estás en todos partes, inspector Almeida.
         Realmente no sabía cuál era el problema que tenía aquel tipezco conmigo, pero era obvio que me odiaba, no lo culpo yo lo odiaba también, igual que a todos sus colegas de sucesos. Decidí ignorarlo nuevamente y dejé que su compañero me tomara todas las fotos que quisiera, a ese ritmo, me haría sentir toda una celebridad y su periódico iba a vender más. Yo estaba cerca del siniestro ocurrido.
         Imagino que los desgraciados delincuentes jamás imaginaron que perderían sus vidas hoy por el arrollamiento de una gandola. Ahora vendrían sus familiares y seres queridos a llorarles; al final, un ser querido es un ser querido, sin importar que haya sido un demonio, pero otros sentirán alivio y regocijo por sus muertes. La naturaleza humana, vaya complejidad de este mundo, y pensar que me pagan por esto.

         Sánchez y yo tendríamos que redactar un informe sobre esto: robo, persecución y siniestro—todo un tres en uno—, luego hay presentarlo en la comandancia al final del día. Por ahora teníamos otra tarea, seguir tras la pista de nuestro asesino serial.
...continuará pronto...

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